Sunny escuchó el sonido insistente de su teléfono y maldijo. Quería ignorarlo, pero la persona al otro lado de la línea parecía demasiado dispuesta a ser atendida, así que desistió.
Extendió la mano hasta su mesa y tomó el aparato de mala gana. Esperaba ver el nombre de Vivi en la pantalla, pero para su sorpresa, se encontró con el de Betty. ¿Por qué la llamaba un martes a las once de la mañana? ¿Acaso no tenía clases ni nada que hacer?
Respiró profundo antes de contestar.
—¿Sí? —murmuró, dándose la vuelta sobre la cama. Todavía estaba medio dormida.
—¡Sunny! —La voz de Betty le empeoró el dolor de cabeza que, hasta ese momento, ni siquiera sabía que tenía— Es mi cuarta llamada.
Alguien debía enseñarle a Betty Taylor que, si llamas a alguien tres veces y no contesta, tal vez no deberías hacerlo una cuarta vez. Pero no sería ella quien lo hiciera.
—Lo siento, estaba dormida. Anoche fue... —Se mordió la lengua antes de hacer algún comentario que la niña no necesitara escuchar—. Disculpa. ¿Qué necesitas Betty?
La niña suspiró ruidosamente, como si necesitara mucha paciencia para lidiar con ella. Una noticia, mocosa, yo también.
—Dijiste que vendrías a tomar el té.
—Quedamos en que sería a las cuatro.
—Bueno, son las dos y no respondes mis mensajes, quería ver si estaba todo bien.
Sunny se contuvo para no maldecir. ¿Las dos? Se puso de pie de un salto. ¿Por qué su reloj decía que eran las once?
—Lo siento… hmm… Estaba dormida, pero allá estaré a las cuatro, no te preocupes.
—Siempre me preocupo —murmuró con desánimo— En fin, no llegues tarde y péinate, Sunny, no quiero que mamá piense peor de ti —dijo antes de cortar la llamada.
Ella se quedó mirando su teléfono unos segundos. Esa… respiró profundo, no se le ocurría ninguna respuesta ingeniosa, lo que hacía una suerte que la pequeña pesadilla le hubiera colgado el teléfono.
Sunny salió por fin de la cama, tenía recuerdos borrosos de cómo había llegado hasta allí la noche anterior, aunque con el cansancio y la borrachera que se cargaba, tampoco era para sorprenderse. Al menos había llegado a su cama de una pieza.
Se metió al baño dispuesta a darse una ducha de agua fría que la hiciera sentir menos basura, y cuando salió, además de todo también se sentía decepcionada de no lograr mejorar ni su aspecto ni su estado de ánimo. Fue hasta el closet buscando que ponerse y como si la vida quisiera reírse de ella, lo primero con lo que sus ojos chocaron fue la camiseta de su viaje al Exploratorium.
Tomó la prenda y la deslizó por su cabeza sin pensar demasiado en ello, ni siquiera era tan importante la tonta camiseta, suponía que era normal que le recordara a Max, pero no se lo ponía por eso. Era una prenda cómoda, y cien por ciento algodón… Le parecían muy buenas razones.
El estómago le gruñó. Si en serio eran las dos de la tarde, su hambre tenía bastante sentido.
Por suerte tenía a Patrick en su vida, que eventualmente era una dulzura y que había tenido el detalle de dejarle una nota en la encimera en que le decía que el desayuno estaba hecho. Debía llevar horas allí, pero ese no era el momento para ponerse exquisita, así que comió su tortilla española mientras miraba su teléfono.
Como la nueva de las locuras de Venus, esa mañana la había agregado a un grupo de WhatsApp con el resto de los chicos. Leyó un par de mensajes en los que Cloe hablaba de sus nervios y de que se embriagaría cuando terminara las clases, Mike le decía que igual siempre se emborrachaba y Venus había enviado un sticker de un gato riendo, eso era todo.
Miró el nombre de Max entre los miembros del grupo. Él no había escrito nada, pero Sunny recordó lo de su examen. Fue solo un reflejo en su cabeza de ellos dos la noche anterior y de él contándole que tendría su último examen ese día. Una parte de ella sintió ganas de escribirle para desearle suerte, pero se dijo que a esas horas ya debía de haberlo tomado. Entonces esa misma voz le dijo que también podría llamarlo y preguntarle cómo le había ido, y luego le gritó eso sería demasiado.
Su voz estaba loca.
Pero tenía razón. Llamarlo o escribirle para preguntarle cómo estaba, se encontraba fuera de los límites de lo que fuera que tuvieran; preguntarle por su examen de seguro iba un poco más allá. Era demostrar que le importaba, que de alguna forma en la que no quería pensar, lo tenía pendiente. Y eso sería ponerse en evidencia, así que salió del chat y se enfocó en los demás.
Tenía un mensaje de su madre, que consistía en un Emoji de besito y otro de Susan contándole, como si le importara, que volaría a New York esa noche y quería saber cuándo llegaría.
Sunny no le respondió a ninguna. Desde luego, podría haber viajado hasta allá ese mismo día, al igual que su hermana, pero no estaba segura de poder aguantar a la familia feliz casi una semana. Con tener que fingir desde el jueves hasta el domingo ya tenía arcadas.
Le escribió a Patrick para sacarse a Vivi y a Susan de la cabeza, a esas horas ya debería haber acabado con su examen, pero por alguna razón su amigo no le respondió. La nota que le había dejado decía que tenía cosas pendientes, pero Sunny no se imaginaba donde carajo podría estar metido que no pudiera contestar a sus mensajes.