—Susu, ¿qué te parece?
La voz de Vivi la sacó de su concentración y Sunny levantó la cabeza del plato y se obligó a mirar a su madre. Lo que menos le interesaba en ese momento era mantener alguna conversación con su familia, justo por eso se había mantenido en silencio toda la noche mientras todos, incluido Max, conversaban animadísimos sobre cualquier cosa.
Asintió para que su madre la dejara en paz, con la esperanza de que, tras darle la adulación que siempre buscaba, parara de preguntarle cosas. Pero claro que no tenía tanta suerte.
—Sabía que te encantaría —chilló emocionada—. Te dije que Ian es un estupendo cocinero, incluso Susan lo ha dicho.
Sunny tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no hacer una mueca y escupir su pasta sobre la mesa. No sabía qué era peor, si estar comiendo algo cocinado por el parásito de Ian o la idea de su madre de que Susan era alguna cazatalentos de la buena comida.
Susan no podría cazar algo bueno ni aunque le golpeara en la nariz, al igual que Vivi, pero mejor se guardaría ese comentario para más tarde.
—Si, claro —dijo en cambio, con la espalda más tensa de lo normal.
Patrick se puso a hablar de la comida callejera y todo el mundo volvió a ignorarla, lo que la hacía muy feliz. Fijó una vez más la vista en su plato e intentó seguir comiendo, aunque no creía que pudiera.
Casi da un brinco en su asiento cuando sintió el apretón de una mano en su muslo y por suerte todo el mundo estaba demasiado entretenido como para fijarse en ella porque al lanzar una mirada sólo se trataba de Max. Lo cierto era que era una anfitriona horrible porque lo había invitado y no le había prestado nada de atención en las últimas horas.
En su defensa podría decir que intentar aguantar a Vivi y Susan le robaba mucha energía.
Max se encontraba justo a su lado y le dedicó esa mirada de “solo respira” que usaba siempre, al menos con ella.
—¿Qué? —susurró.
Sacudió la cabeza. Al menos no tenía que mentirse a sí misma y decirse que el calor de la palma de Max contra su pierna no la hacía sentir inexplicablemente en calma.
Él ladeó la cabeza.
—Tengo miedo de que se te parta el cuello de la tensión.
Sunny hizo una mueca.
—Honestamente no soporto estar aquí —murmuró.
Max le dedicó su sonrisa de siempre, la que le gustaba y luego apartó la vista, alejó su mano, haciéndola sentir vacía y tosió, llamando la atención de todos en la mesa.
—Creo que me siento algo mal, tal vez comí demasiado —se quejó, poniéndose de pie— Lo siento mucho, no quiero molestarlos —y se giró hacia ella—, ¿me acompañas a tomar un poco de aire?
Sunny se contuvo para no sonreír y se puso de pie de un salto, Vivi también y ella se vio en la obligación de detenerla.
—Tranquila, mamá. Está todo bien, sigan en lo que estaban —Los animó.
La cara de preocupación de Vivi e Ian incluso le dio un poco de pena, al parecer a Max le pasó igual.
—Todo está bien, en serio, es que a veces… me mareo cuando como muy rápido.
Sunny enarcó una ceja. Valoraba el intento, pero ¿en serio era lo mejor que se le ocurría? Por suerte todos parecieron satisfechos con la explicación y Vivi aceptó quedarse en la mesa mientras ella arrastraba a Max hasta el patio trasero.
La casa de Vivi era enorme, y el patio no era la excepción. Tenía un camino de piedra iluminado con luces incrustadas que llevaba hasta el columpio que ella, Susan y Patrick habían usado para jugar cuando eran niños; en ese momento, ellos no podían ver el césped, pero Sunny sabía que continuaba siendo verde brillante como lo fue siempre. De todos modos ella sabía muy bien dónde dirigirse: al fondo, tan alejado de la puerta que era muy difícil verlo hasta no estar muy cerca, estaba el cenador que Vivi había hecho poner junto a su lago artificial.
En aquella esquina nunca hubo iluminación, su madre siempre quiso que el lago llamara toda la atención así que, en el patio, en la noche, era lo único que resaltaba. Sunny llevó a Max hasta allí y se sentó, invitándolo a deslizarse a su lado.
—Gracias —dijo, rompiendo el silencio.
Ella no habría podido escaparse sola de la cena. Su familia la conocía demasiado bien para saber que estaba esperando hacerlo así que ninguna excusa sería creíble, pero el bueno de Max era otra cosa, además de un invitado. Vivi nunca amarraría a un invitado a la mesa.
—¿Estás mejor ahora?
Sunny asintió.
—Tremenda actuación —se burló— A veces me mareo cuando como muy rápido.
—Lástima que no hubiera cámaras. Me ganaría el Oscar si la academia hubiera visto eso.
Ambos se rieron a carcajadas como dos tontos por un par de segundos, hasta que él volvió a ponerse serio.
—Pero ya hablando en serio, ¿quieres contarme qué pasa? Soy bueno escuchando.
—Debiste ser terapeuta entonces, ahora que está de moda.
Él ladeó la cabeza, como si supiera que su comentario solo era una forma de escapar de la conversación, así que Sunny también se puso seria.