Sunny

CINCUENTA

Cuando Sunny regresó a casa de Vivi esa noche, pasaban de las tres de la madrugada y los remanentes de la fiesta estaban por todos lados. El desorden del jardín sería la pesadilla recurrente de cualquier empleada de la limpieza y el hombre disfrazado de Humpty Dumpty tirado en el carísimo sillón de su madre de seguro atraería a algún departamento policial en la mañana.

Y, aun así, porque la vida la odiaba y no le podía dar una noche de gracia, Susan se encontraba sentada en mitad de las escaleras, estratégicamente ubicada para que Sunny no tuviera tiempo a huir cuando la viera.

Por un lado, agradeció que Max se hubiera quedado buscando donde aparcar el auto de Ian, para que no la viera renegar de sus consejos tan rápido. Pero, por otro lado, una parte de ella deseaba el apoyo moral que le brindaba su presencia.

No quería hablar con Susan. Al menos no en ese momento. Y no estaba segura de qué tan pronto querría hacerlo, pero volvería a San Francisco al otro día después del almuerzo y sabía que ella no la dejaría escapar, así que era de esperarse que intentara hablar.

—¿Qué haces ahí, tirada como indigente? —cuestionó enarcando una ceja.

Ella ya sabía qué buscaba su hermana allí, pero fingir siempre le parecía una buena opción.

—Tenemos que hablar.

Sunny resopló, pero no dijo nada y Susan aprovechó su silencio.

» ¿Dónde está Max?

—¿Estás sentada aquí a estas horas para preguntarme por Max? —replicó, volviendo a enarcar una ceja.

Susan hizo una mueca.

—No, claro que no. Quería hablar contigo.

—¿Tiene que ser ahora? De verdad que no tengo ganas.

—¿Y cuándo será? ¿Cuándo vuelvas a tu casa y otra vez no me contestes las llamadas?

Sunny contuvo un gesto de fastidio, porque eso era precisamente lo que pretendía hacer. Al menos por unas semanas, o tal vez unos meses ¿quién sabía?

» Mira, Sunny, lo siento —agregó antes de que lograra soltar otra gracia—. No tenía idea de que te sentirías así y en serio quiero disculparme por usar tu momento para dar mi noticia.

Sunny se cruzó de brazos y ella continuó.

—Estoy feliz por ti y porque tengas el empleo que siempre quisiste.

—Susan, tengo que irme a la cama.

—Y en cuanto a Patrick… —continuó ella, como si no la hubiera escuchado— Yo le pedí que no te contara nada y siento haberte hecho creer otra cosa. No lo culpes…

—No quiero hablar contigo sobre Patrick, Susan.

—Hace unas horas sí querías.

—Hace algunas horas lo único que quería era confirmar que eran un par de sabandijas mentirosas y ahora ya lo sé. En cuanto a lo del trabajo, ya no importa, eres como eres.

Sus palabras no eran ni la mitad de lo que tenía en la cabeza, pero aun así pudo ver el efecto que surtieron en su hermana y de repente se arrepintió de haberlo dicho así.

Escuchó la puerta principal abrirse y supo que se trataba de Max; sin embargo, no escuchó los pasos de este acercarse a las escaleras y se preguntó a dónde podría haberse dirigido.

De pronto recordó sus palabras unos momentos atrás, de cómo debía dejarle claro a Susan lo que le había molestado y porqué y experimentó una extraña sensación de valor que no pudo explicar.

Se giró su hermana nuevamente.

—¿Sabes qué? No es cierto, sí me importa. Siempre tienes toda la atención puesta en ti, y yo solo quería un instante.

» Nacimos juntas y desde entonces no he tenido muchos momentos que no deba compartir contigo. Tal vez te parezca tonto, pero así me siento. Yo no puedo competir contigo, ni quiero hacerlo; ya no tenemos trece años.

—Lo sé y lo lamento, no tenía idea de cómo te sentías y tampoco quiero competir, mucho menos pelear —negó—. Podemos fingir que no mencioné nada sobre el ascenso y celebrar tu nuevo empleo durante la comida. Mamá no se negará.

Sunny se forzó a dedicarle una sonrisa, no era una muy honesta, pero hizo aquella concesión en nombre del tremendo esfuerzo que obviamente Susan estaba realizando.

—Eso no es necesario. Me conformo con que no lo hagas otra vez.

Antes de que Sunny pudiera terminar de hablar o reaccionara ante lo que estaba pasando, Susan se inclinó hacia ella y la rodeó con sus brazos dejándola de piedra. Necesitó más segundos de los socialmente aceptables antes de que su cerebro le dejara claro que su deber era regresar el gesto.

Cuando al fin reaccionó, se dijo que no estaba tan mal. Ella no podía recordar cuándo fue la última vez que abrazó a Susan. Tal vez en alguna navidad, daba igual. El punto era que no estaba tan mal. De hecho, se sentía… Bien.

Susan la soltó al cabo de un par de segundos y se apartó con una media sonrisa en los labios.

—Bueno, estuvo bien hablar. Ahora me iré a la cama, mañana será otro día loco y es tarde.

Sunny asintió sin saber qué más decirle y mientras Susan subía el resto de los peldaños rumbo a su habitación, la que fuera que pretendiera ocupar esa noche, ella se quedó clavada en su lugar.



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 22.01.2025

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