Sunny se quedó derecha por diez segundos, luego sacudió la cabeza, segura de que no había escuchado bien. Una voz en el fondo de su cabeza le decía que se había hecho lenta y que había pasado como una hora desde que Patrick habló, pero la mayor parte de su cerebro estaba ocupada haciendo cuentas para confirmar que lo que acababa de escuchar no era una broma.
—Perdón… ¿Qué?
—No quería decírtelo así, de golpe. Pero es que se supone que debí contarte hace una semana y yo…
La mano de Sunny se presionó contra la cara de Patrick, obligándolo a callar. Necesitaba que hiciera silencio un segundo porque su cerebro estaba haciendo un corto circuito y no lograba procesar ninguna de las palabras que decía.
—Para un segundo, Pat —murmuró, poniéndose de pie. De repente necesitaba caminar un poco. Estaba segura de que se desmayaría en cualquier momento— No entiendo lo que dices, ¿cómo que vas a mudarte? ¿A dónde? Yo… ¿Hice algo que te incomodara? Sé que he sido la peor amiga del mundo últimamente y esta semana fue…
Patrick se puso de pie de un salto, pero no se movió de donde estaba.
—No es eso. No tiene que ver contigo —hizo una mueca, como si se arrepintiera de su elección de palabras—. Lo que quiero decir es que… ¡Dios!
Sunny se quedó quieta mientras Pat parecía tener su batalla interna, esperando que terminara de organizar sus pensamientos.
—Voy a volver a lo que había ensayado —continuó solo un par de segundos después—. Voy a mudarme con Susan y… ¡Mierda, lo olvidé todo!
Ella abrió la boca y volvió a cerrarla. No se le ocurría nada coherente que decir, pero su amigo parecía estar esperando que dijera algo así que Sunny cerró los ojos un momento para mantener sus sentimientos a raya. Aquella era la situación más surrealista en la que recordaba estar. Incluso peor que cuando su madre les contó lo de Ian.
—¿Te vas a ir a Boston?
—Es… es loco, solo era una broma al principio. Hablábamos de la posibilidad y luego cuando fui de visita volvimos a tocar el tema y la posibilidad de que me trasladara para cursar mi último año en Northeaster y me aceptaron… Y quiero hacerlo. Se supone que te contaría al volver de New York, pero luego sucedió lo de Betty y yo… no quería, no quiero ser cruel ni que pienses que te estoy abandonando.
Sunny se quedó en silencio, porque así era justamente como se sentía, pero por primera vez en su vida quería tener cuidado con sus palabras.
—No lo entiendo. ¿Cuánto llevan saliendo? ¿Seis, ocho semanas? ¿Están realmente saliendo? Ni siquiera me había enterado de que te estabas acostando con mi hermana hasta hace diez días y, de repente, vas a irte a vivir con ella —murmuró dando un par de pasos por el salón.
Necesitaba un cigarrillo. Caminó hasta el cajón de la cocina donde habían algunos desperdigados junto a una caja de cerillos y lo encendió ante la mirada atenta de su amigo. ¡Maldición!
—¡Dime algo, Patrick! —chilló nerviosa.
Alguien tenía que darle un premio por haber aguantado tanto antes de gritar.
—Sol…
—Esto es absurdo, Patrick y lo sabes. Hace tres meses besabas el suelo que Venus pisaba, ¿lo recuerdas? Y ahora… ¿Susan? ¿Perdiste la cabeza? ¿Boston, Patrick? ¡¿Con Susan?!
El cigarrillo en sus manos parecía pesar una tonelada, Sunny volvió a dar otra calada y se pasó la mano libre por el pelo. Ni siquiera era consciente de lo que estaba pasando en su cabeza. Quería sentarse, mirar a Pat y actuar como una persona centrada, pero la histeria que la estaba dominando no dejaba lugar para ningún otro sentimiento.
Vio como él respiraba profundo antes de volver a hablar.
—Creo que la amo.
Sunny dejó escapar una risita venenosa.
—¿Crees? Por Dios, Pat, han pasado dos meses —repitió.
—Bueno, tú sabes tanto como yo que es suficiente.
Sin poder explicarlo, Sunny se sintió furiosa.
—No puedo creer que vayas a usarlo como argumento. Tú sabes que no es lo mismo.
Patrick se cruzó de brazos. Era evidente que hacía un esfuerzo para mantener la calma que ella había perdido.
—¿Por qué no?
—Para empezar yo no soy la que está planeando irse a vivir con alguien con quien solo lleva dos meses?
—¡Porque prácticamente viven juntos, Sunny! Tú y Max están juntos todo el tiempo, están pegados como siameses, duermen juntos, comparten amigos, lo único que los separa de vivir juntos es tu maldita cabezota. A él no le importaría coser su brazo al tuyo, se le nota a la legua.
Sunny dejó el cigarrillo en la encimera sin importarle que la ceniza manchara el tope.
—Acabas de cambiar toda tu vida por eso. Has pedido un traslado para tu último año, ¿qué pasará si dentro de dos semanas te das cuenta de que a Susan le gusta beber la leche directo desde el cartón, o que después de bañarse deja la toalla húmeda sobre la cama, o que… No lo sé, disfruta de poner la calefacción a temperaturas insoportables? ¿Qué vas a hacer entonces?
—Sé que lo que te digo te parece una locura…