Sunny

CINCUENTA Y OCHO

—¿Qué haces? —inquirió Sunny al entrar al departamento y encontrar a Patrick en el sofá tan derecho como un soldado de plomo.

Hacía semana y media que había entrado en el salón para encontrarlo en la misma postura y no se creía capaz de revivir la escena. La tensión que invadió su cuerpo fue automática, pero luego Patrick sonrió y Sunny casi pudo sentir como su ansiedad se desinflaba.

—¿Qué? —insistió dejando su bolso en el sofá junto a su amigo.

—¿Quieres ir a bailar? —replicó él, con calma, como si no le estuviera haciendo la pregunta más random de la semana después de un día de trabajo.

—Podría preguntarte si estás usando drogas, pero sé que no las necesita para ser como eres —murmuró y caminó hasta la cocina para buscar una botella de agua. Escuchó la voz de su amigo a sus espaldas.

—Esa no es una respuesta. Y hoy es noche de chicas.

Sunny sintió ganas de reír por el tono empleado por Patrick, como si la Noche de Chicas fuera lo más emocionante desde la llegada del hombre a la luna.

—Pat, cariño, ya te lo he dicho. No puedes seguir aprovechándote de mis tragos gratis o nos van a echar de todas las discotecas de la ciudad —se burló. Lo cierto era que le importaba muy poco si la vetaban de todos los centros nocturnos de San Francisco, últimamente no estaba de ánimo para otra cosa que no fuera dormir, comer e intentar no matar a niños espantosos en el trabajo.

Patrick puso los ojos en blanco.

—Si, ponte cómica, pero esta será nuestra última noche de chicas juntos y tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda.

Sunny se contuvo para no poner los ojos en blanco ni hacer ningún otro gesto. Sí. Le quedaba cuatro días, seis horas y treinta y siete minutos con Patrick y sí, durante los últimos días se habían dedicado a “aprovechar el tiempo” con todo tipo de actividades y pasatiempos.

La noche anterior le había tocado una clase de repostería, nada más, en la que su mejor amigo le había enseñado cómo hornear sus propias galletas favoritas, así que ese día Sunny esperaba algo igual de calmado, tal vez una película. No terminar un jueves en la noche en una discoteca de mala clase bebiendo mojitos de dudosa procedencia.

Pero si Patrick acompañaba cualquier cosa de la palabra “última” y además ponía esa expresión, entonces ella recordaba que realmente no lo vería por lo menos hasta navidad y le entraba ansiedad y ganas de llorar que sólo se calmaban estando pegada a él como lapa. En resumen: llevaba doce días pasando todo su tiempo libre con Patrick haciendo cualquier cosa que les ocurriera; tomándose una cantidad indecente de fotos y yéndose de compras como si no tuvieran ninguna otra responsabilidad. El martes pasado incluso había hecho una pijamada y esa noche, al parecer, terminarían abusando de la Noche de Chicas.

Sunny sintió su teléfono vibrar en los bolsillos de su bermuda caqui y estuvo a punto de ignorarlo. Siempre que su teléfono sonaba estaba 77% segura de que se trataba de Venus o Vivi y en ese momento, después de beber como marinero la noche anterior y de bailar Hot in herre con Patrick las ocho veces que el dj se puso creativo, no se sentía de ánimos para aguantarlas.

Sin embargo, miró la pantalla, solo para hacer algo con las manos. Y le sorprendió encontrarse con el nombre de Max.

No es que no hubiera hablado con él en las últimas dos semanas, de hecho, habían mantenido el contacto casi todos los días desde que estuvo en su departamento. A veces solo era un mensaje, algún video absurdo de esos que él parecía disfrutar tanto o incluso una foto de algún artículo de Cosmopolitan que se encontrara mientras andaba por la casa de Mike, pero casi nunca se llamaban.

Estaba muy segura de que Max solo estaba intentando respetar su espacio, porque por mucho que estuvieran en contacto, todavía no habían tocado EL TEMA aunque sus sentimientos hubieran quedado claros. Y una parte de Sunny lo agradecía; que la dejara lidiar con la partida de Patrick al tiempo que estaba allí, brindando su apoyo, sus memes sin gracia y sus artículos de Cosmo para hacerla sentir mejor.

Cuando pulsó el botón verde para contestar y se llevó el teléfono a la oreja, había una sonrisa boba en su rostro.

—¿A qué debo el honor de esta llamada?

—Apuesto a que has pasado la mañana odiandote —fue su saludo. Y aunque ignoró su pregunta, Sunny pudo escucharlo sonreír.

—Tengo miedo de preguntar cómo lo sabes.

—Bueno… Patrick me contó sobre cómo salieron ayer y pensaron que “tragos gratis” significaba que tenían que acabar con un coma etílico y que siente que la cabeza le va a explotar, así que venimos a traerte un batido antiresaca.

Sunny sonrió aunque él no podía verla y lanzó una mirada a su reloj de pulsera. Faltaban solo cinco minutos para su hora de almuerzo, pero llevaba más de veinte huyendo a cualquier cosa que significaba trabajo así que, prácticamente estaba libre.

—¿Venimos? ¿Tú y Patrick?

—No, Betty y yo.

La voz de Max fue plana, como si no estuviera diciendo nada fuera de lo común, pero Sunny sintió un repentino vuelco en el estómago que la hizo detenerse en medio del pasillo y que provocó que chocara con un par de chicas que venían detrás. Murmuró un débil “lo siento” y volvió a concentrarse en Max.




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