Sunny

SESENTA

—No puedo creer que te haya hecho algo así, esa pequeña bestia.

Sunny asintió mientras tragaba su sándwich de pastrami y subía los pies sobre el sofá, aprovechando que nadie la veía.

—Todavía me duelen los dedos, Pat —se quejó— Te juro que si ese niño fuera mi hijo lo tendría encerrado en el sótano.

—Si algún día tienes hijos, serán más que salvajes, como tú —se escuchó la voz de Susan fuera de la pantalla y Sunny puso los ojos en blanco.

Cuando su amigo le había contado que se mudaría, Sunny pensó que lo peor sería tenerlo lejos y no poder comentar con él pendejadas sin importancia como que un niño diabólico la había mordido en el trabajo esa mañana. Pero llegada a ese momento, una semana después de la marcha de Patrick, sabía que lo peor era verse obligada a tener contacto con Susan.

Bueno, tal vez estaba exagerando un poco, su hermana trabajaba casi todo el tiempo, pero para su mala suerte siempre estaba por ahí en las noches, cuando Sunny llegaba a casa agotada y le hacía videollamadas a Patrick para compartir qué tan difíciles eran sus vidas. Y a veces le tomaba el pelo, como en ese momento.

—Mira quien habla… —balbuceó.

Patrick se sentó derecho en el sofá que estaba ocupando y fingió una mirada severa que no engañaba a nadie.

—No vayan a empezar ustedes dos —las reprendió y sorprendentemente, ambas hicieron silencio.

—Como sea, tengo que irme —murmuró, dando una última mordida a su sándwich.

—¿Tienes alguna cita? —preguntó Susan apareciendo por primera vez en pantalla, después de dar un millón de vueltas por el apartamento siendo la voz en off de su conversación.

Tomó asiento junto a Patrick y recostó su cabeza contra el hombro de su amigo. Sunny hizo un falso gesto de asco, porque lo más cursi de todo era que sí lucían felices juntos. Claro que llevaban “saliendo” casi nada, apenas una semana viviendo juntos y ya parecían un viejo matrimonio, pero ella no era quién para juzgarlos.

Había pasado de no tener idea de aquello, a verlos haciéndose cariñitos casi todos los días en cuestión de un mes. Y lo peor era que los muy desgraciados le parecían adorables, pero moriría con ese secreto si tenía que hacerlo.

—No es asunto tuyo. Pero sí, tengo una cita con la limpieza de esta casa —gruñó.

Que sí, el adaptarse a vivir sola por primera vez en en la vida no era tarea fácil, pero la comida ni siquiera había sido lo más difícil.

—Vives sola, ¿qué tanto desastre puedes hacer? —se burló Susan y Sunny sintió ganas de tomarla del pelo como cuando tenían cinco años.

— ¿Has visto como dejas la cocina después de hervir agua para té? No tienes calidad moral para juzgarla —se burló Patrick.

Sunny se juró que cuando volviera a verlo le abrazaría por eso.

—¿Ya descubriste cosas horribles sobre ella que te hagan volver a casa?

—Sigo buscando —replicó su amigo con gesto serio—. Serás la primera en saberlo cuando desvele sus peores secretos.

Se despidieron unos minutos después luego de burlarse de Sussan y, por primera vez en muchos años, Sunny volvió a sentirse como cuando eran niños y siempre estaban juntos, jugando, tomándose el pelo o correteando por ahí. Las conversaciones con su hermana desde que Patrick se había marchado, era lo más cerca a llevarse bien que estaban desde la preadolescencia.

Sunny se dio un par de minutos antes de levantarse para limpiar la cocina. La verdad es que Susan tenía un poco de razón, ni siquiera ella sabía cómo era posible que su cocina se viera como si un troll de las montañas hubiera hecho una pataleta ahí dentro. Pero no pensaba admitirlo en voz alta, era una adulta, y chistes aparte, no podía pretender que Patrick estuviera todo el tiempo a su lado para solucionarle la vida.

Apenas había terminado de lavar los platos cuando su teléfono comenzó a timbrar y por un momento pensó que se trataría de Vivi para contarle algún nuevo detalle de su boda, pero sorprendentemente, era Patrick.

—Ya sé que me extrañas, pero tu elegiste vivir con la gemela aburrida y ahora te aguantas.

Patrick soltó una risita.

—Tuve que esperar a que Susan entrara a la ducha para llamarte.

—¿O sea que ahora quieres convertirme en tu amante? Tu descaro es mucho, Patrick Miller —se burló.

Al menos agradecía el poder continuar molestando a Pat en la distancia. Mientas eso no cambiara, podría soportar lo demás.

—Ja, Ja —murmuró su amigo sin humor—. En serio, Sol. Quería hablarte en privado.

—No sé si siento curiosidad o miedo de lo que quieras decirme.

Patrick suspiró.

—Bueno, quería hablar de ti.

—Ahora estoy intrigada.

—Sunny, ¿cómo estás?

Esa pregunta, aunada al tono serio de Pat la puso alerta y, por al menos cinco segundos, no tuvo idea qué contestar. Carraspeó y se obligó a responder.

—Bien. Supongo —Al menos eso creía hasta que Patrick había usado su voz seria—. Si me lo preguntas así hasta yo lo dudo. ¿Por qué lo preguntas?




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