Sunny

SESENTA Y UNO

Cuando las puertas del salón Greenwich del Four Seasons se abrieron de par en par, Sunny no estaba ni cerca de estar lista. Frente a ella, una multitud de caras desconocidas, mezcladas con algunas que no había visto en años, la miraba con curiosidad. No era alguien que disfrutara ser el centro de atención, pero ese día no era para ella.

A su lado, Susan permanecía con una calma que a Sunny le ponía los nervios de punta. ¿Cómo lo hacía parecer tan fácil? Por un segundo, consideró darle un codazo, solo para sacarla de ese estado de zen insoportable. Pero justo en ese momento, la planificadora de la boda asomó la cabeza por la puerta entreabierta y susurró: "Es el momento". Sin más opción, ambas comenzaron a caminar por el pasillo.

Al fondo, Patrick esperaba junto al altar.

Sunny sintió una oleada de nostalgia al verlo. No importaba que hubiera pasado solo un par de meses desde que Patrick se mudó a Boston, igual era el mayor tiempo que habían pasado separados y aunque en los últimos días se habían encargado de recuperar el tiempo perdido mientras chismeaban y se emborrachaban, ya sentía que lo extrañaría cuando tuviera que volver a San Francisco.

Desvió la mirada de su amigo y la fijó en el par de ojos que estaban clavados en ella desde que había atravesado la puerta, o bueno, el único par de ojos que le importaban. Max estaba sentado en primera fila y le dedicaba una sonrisa suave, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y algo más que Sunny no pudo descifrar.

Era una vergüenza que Susan caminara a su lado con una sonrisa tranquila, mientras Sunny se forzaba a no tropezar con sus propios pies y el ruedo del vestido verde de satín que dejaba de ajustar justo más abajo de las caderas.

Cuando llegaron al altar, se colocaron a cada lado de Patrick. Y claro, al lado del novio, Liam.

Y entonces la música cambió.

Los murmullos entre los invitados llenaron el salón, pero Sunny apenas los notaba. Su atención estaba en su madre, que cruzaba la puerta con una sonrisa radiante. Sunny diría que “como si hubiera esperado toda la vida para aquello”, pero era obvio que así era. Vivi, envuelta en un precioso traje de encaje y con un ramo de flores rojas que parecían derramarse de sus manos, daba la impresión de haber salido de un cuento de hadas y Sunny no pudo evitar lanzar un breve mirada a Ian. Cómo se pusiera a llorar le enterraría el tacón de su stiletto rojo sangre. Aunque debía admitir que ella también sentía los ojos un poco húmedos.

Desvió la mirada y sin planearlo, sus ojos se encontraron con los de Max y ni siquiera supo por qué, pero sintió como su frecuencia cardiaca aumentaba así que se limitó a guiñarle un ojo y volver la atención a su madre, que ya había recorrido todo el camino hasta el altar y que en ese momento tomaba la mano que Ian le ofrecía. Si era honesta, debía admitir que ambos se veían felices y, Dios la perdonara, enamorados.

El carraspeo de Patrick hizo que todo el salón se girara hacia él, que lucía pletórico de poder compartir con Vivi la oportunidad de ser el centro de atención. Él tomó aire profundamente, y cuando habló, su voz resonó con firmeza en todo el salón:

—Estamos aquí reunidos para celebrar el amor y el compromiso...

Vivi nunca había sido alguien muy confiable, y claro que nadie le creyó cuando dijo que su boda solo tendría solo veinticinco invitados, pero eso no significó que Sunny no se quedó espantada al llegar al salón en el que se celebraría la cena de ensayo y encontrarse con un montón de gente.

Y lo mismo le había sucedido ese día al entrar al salón donde se celebraría la ceremonia y posteriormente, al salón contiguo, que ya los esperaba con cinco mesas que daban la impresión de ser kilométricas. Por lo menos no había llegado a doscientos cincuenta invitados, pero claramente pasaban de cien, lo que la hacía ganar la apuesta que había hecho con Patrick.

En ese momento, se encontraba escondida en una esquina del salón entre el cristal de los ventanales y la pesada cortina verde. Su madre andaba entre los invitados disfrutando que todo fuera sobre ella y Susan por igual. Patrick había secuestrado a Max sabrá Dios para qué, lo que le daba la oportunidad de hacerse bolita en una esquina y descansar de la multitud.

El salón era el lugar más histriónico que Sunny había pisado jamás (lo cual era mucho decir tomando en cuenta que se había criado con Vivi). Al igual que su madre, daba toda la ilusión de haber salido de un cuento de hadas con temática navideña; desde los techos cubiertos de luces que evocaban a las luciérnagas hasta las flores que rodeaban las columnas, pero Sunny seguía sintiendo una paradójica necesidad de aire fresco y un cigarrillo.

Dejó escapar un suspiro al sentir el frío cristal rozar su rostro. Estaba a punto de cerrar los ojos y disfrutar de ese momento de soledad, cuando escuchó pasos acercarse.

—¿Intentando escapar? —dijo una voz familiar, aunque no de la mejor forma.

Sunny se giró lentamente y encontró a Ian, sonriendo con esa expresión que usaba cuando creía que era gracioso. Sunny puso los ojos en blanco. Pobre iluso.

—A menos que pueda traspasar el cristal y caer de pie en medio de la 58, no veo cómo puedo haber enfocado mi ruta de escape en esta dirección.

—Y aún así, no me sorprendería que lo intentaras.

Sunny quiso decirle que, no importaba que Vivi acabara de desposarlo, ni que o ella no hubiera discutido con nadie en los tres días previos a la boda que llevaba hospedándose en casa de su madre, eso no los hacía amigos. Pero eligió callarse, porque eso no era del todo cierto.




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