Sunny

DOS

 

—Entonces, debes asegurarte de que termine su cena antes de irse a la cama—finalizó la chica, Kristal, mientras se apoyaba de la encimera de la cocina — ¿Queda todo claro? 

Sunny asintió, aunque lo único que podía pensar era que Kristal erademasiado alta y la intimidaba un poco, todo un logro tomando en cuentaque ella tenía una estatura decente. 

—Nunca debes olvidar los horarios de Betty, todo debe ser casi perfecto.Vendrás por ella a las siete treinta, pasarás a recogerla al colegio a lascuatro; la traerás a casa por una ducha y algo para merendar. Lunes ymiércoles, la llevarás a ajedrez, martes y jueves, a gimnasia. Los viernesnecesita recreación, te pasaré una lista de los lugares que le gusta visitar... 

Sunny dejó de escuchar las palabras de la chica porque le parecíaninstrucciones demasiado absurdas y cuadriculadas. A los once años ella solotenía ganas de saltar en el patio trasero y matar lagartos, no creía que lagimnasia y el ajedrez realmente le preocuparan a Betty Taylor. 

—¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí? —cuestionó, solo para cambiarde tema. 

—Seis años haciendo lo mismo que vas a hacer ahora. Así que, cambiarlopor noches y fines de semanas son como vacaciones. 

Sunny pudo haber reído, porque sin dudas esas palabras sonaban como unchiste, pero el rostro de la chica no lucía como si acabara de hacer unabroma, así que se contuvo. Apenas llevaban menos de tres horas juntas ysus conversaciones se habían limitado a los horarios, gustos y pasatiemposde Betty Taylor. Toda una pesadilla si le preguntaban. 

Kristal miró su reloj y luego a Sunny como si estuviera esperando algunapregunta o comentario. Pocos segundos después, al no obtener ningunareacción, se puso de pie y tomó de la encimera su teléfono y las llaves queSunny suponía eran de la casa. 

—Sígueme, te mostraré el lugar antes de buscar a Betty a la escuela. 

Sunny la siguió en silencio mientras la chica le mostraba primero las partesde la casa que ya conocía, como el recibidor, el salón y el estudio, y luegootras que Sunny nunca había visto. 

—Betty toca piano y violín, pero hace unos meses se aburrió de suslecciones y se niega a tomarlas —comentó, cuando pasaron por el salón demúsica, donde había al menos media docena de instrumentos, aunque erainevitable que la mirada se desviara hacia el enorme piano de cola queocupaba el centro de la estancia—, el ajedrez es el sustituto de la músicaahora. 

—¿Y qué pasará cuando se niegue a continuar con el ajedrez? —cuestionó. 

La chica la miró enarcando una ceja, no sabía si porque consideraba supregunta absurda o fuera de lugar, a Sunny le parecía muy lógica. No habíapasado ni una hora con Betty y no había intercambiado ni una sola frase conla niña, pero entendía su actitud. Tenía once años y una agenda másocupada que cualquier adulto, no creía que tuviera tiempo para ver dibujosanimados, al menos.

 —En ese caso la señora Taylor se encarga de encontrar algo que le gustemás. 

—¿Y si nada le gusta? —insistió. Ni siquiera sabía por qué le importabatanto, pero igual lo hacía—. Es decir, ¿Si solo quiere holgazanear y comergolosinas? 

Kristal se detuvo de golpe en su camino a la terraza y la miró fijamentehaciendo que Sunny se arrepintiera de formular preguntas que no venían alcaso. 

—No estamos aquí para cuestionar o tomar decisiones, solo cuidamos deella. Si su madre dice que debe ir al ajedrez, la llevamos, lo demás no esnuestro problema. 

Dicho esto, volvió a darle la espalda y recorrió los pasos que las separabade la puerta de cristal, al abrirla, esta dio paso a la piscina. No erademasiado grande, pero sí muy bonita, rodeada de un césped tan verde queparecía falso. Frente al resto de la casa, aquel era el único lugar que a Sunnyle parecía realmente cálido y agradable. 

—Betty toma sus lecciones de natación aquí, pero son los domingos, asíque es mi responsabilidad ahora. Los demás días no tiene permitidometerse. 

Esta vez Sunny casi necesitó morderse la lengua para no preguntar el porqué. ¿Cómo una persona no podía meterse a su piscina sólo paradisfrutarla? 

Al parecer, el gesto de su rostro fue muy evidente, pero su pregunta noformulada igual no obtuvo respuestas. En silencio Sunny agradeció quefuera Kristal y no la señora Taylor, de lo contrario ya estuviera despedida. 

—Ahora vamos al piso superior —anunció antes de volver a entrar en lacasa y dirigirse al recibidor, para luego subir las escaleras. 

Como había estado haciendo en las últimas horas, Sunny la siguió hasta elsegundo nivel. Ese día se había asegurado de ponerse zapatillas deportivasy ropa cómoda y ahora sabía que fue una buena decisión. 

—Esta es la habitación de la señora Taylor —dijo, señalando la primerapuerta—, la entrada está prohibida, sobre todo ahora que no estará en casa—siguió avanzando hasta la segunda puerta. 

Antes de escucharlo, ya sabía que era la habitación de la niña porque sunombre con letras amarillas abarca toda la puerta. Al menos compartíancolor favorito, suponía que eso debía significar algo, ¿o no? 

—Esta es la habitación de Betty —abrió la puerta y la guió al interior—.Debe estar siempre perfecta, ella odia los desastres, como puedes ver. 

Sunny asintió despacio, pero por dentro, muy lejos de estar escuchando aKristal, lo que hacía era preguntarse cómo la habitación de una niña de oncelucía mejor que la suya. 

» Todo aquí tiene su lugar, nunca cambies nada... Mejor no toques nada sipuedes evitarlo —agregó. 

Sunny asintió una vez más cuando volvieron a salir al pasillo y caminaronun poco más. 

—Estas puertas —dijo señalando las dos siguientes a las de Betty— son deinvitados, pero podrás usarlas si quieres ducharte o cambiarte de ropa, a laseñora Taylor no le importará. 

Sunny se aseguró de hacer la anotación mental. En teoría, recordar losrecovecos de aquella casa no era difícil, ni siquiera era tan grande comopara perderse, podía manejarlo. 



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En el texto hay: romance, niniera, comedia juvenil

Editado: 09.04.2023

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