Sunny

CINCO

De pronto, las palabras de Max "todavía le falta aguantar a Betty" tuvieron sentido. Sunny sentía todo el cuerpo adolorido, tal vez por el hecho de haber pasado todo el día tensando cada músculo de su cuerpo en el arduo intento de no lanzar a Betty Taylor de la ventana y seguir conduciendo hasta la frontera más cercana.

Era claro que su predicción fue correcta; su día con la niña a la que en lo adelante llamaría Regan MacNeil (porque debía estar poseída por el mismísimo demonio) había sido una larga, tortuosa y desesperante pesadilla. Sunny ni siquiera podía decir con seguridad si lo peor era tener que convivir con Betty o la certeza de que pasaría muchos años en la cárcel si la estrangulaba.

Sabía que cuidar a la niña era su trabajo, y en serio hizo el esfuerzo de prepararse mentalmente para lo que suponía que le esperaba; para lo que no se preparó fue para que, con Kristal fuera de juego, esa maldita niña enfocara sus fuerzas y tiempo libre en amargarle la vida.

Lo de las llaves fue solo el principio, por supuesto. Sunny incluso pudo haberlo considerado como una broma estúpida, pero no fue suficiente para el demonio. Se había negado a bajar de auto para ir a clases de ajedrez hasta el punto en el que Sunny casi tuvo que arrastrarla fuera, ganándose en el proceso una patada en el hombro; hizo que le sirviera la comida al menos tres veces porque nada le parecía lo bastante delicioso y al final Sunny terminó con la bechamel sobre su camiseta, y sabía que tardaría horas en quitarle el olor a cebolla.

Además, había hecho el peor de los desórdenes en la ducha, tardó más de tres horas para terminar los tontos deberes escolares y le pegó un chicle de frambuesa del pantalón.

Tal vez comenzara a leer sobre crímenes sin resolver, solo para ver en cuántos cuadritos podría rebanarla y cuáles eran los mejores destinos para sepultar su pequeño y malicioso cuerpo de pre adolescente llena de odio.

Sunny miró su teléfono con frustración. Si había algo peor que su día con Betty Taylor, era el que el traidor de Patrick no le contestara las llamadas. Y no debería estar sorprendida después de la forma en la que la abandonó en la mañana, nada que ese imbécil hiciera por unas pantis debería resultar extraño.

Como pudo sacó su bicicleta de la cochera de los Taylor. Betty ya estaba en la cama, gracias a que Kristal había aparecido en escena. Sunny suponía que de no ser por ella Betty continuaría sentada en una esquina de su cama ignorándola y fingiendo tener aún mucha tarea; agradecía que la chica hubiera llegado para darle descanso y de paso apagar el fuego asesino que Sunny llevaba en su interior, aunque le supusiera una reprimenda porque la niña aún no estaba dormida.

Los odiaba a todos, no faltaba decirlo. A Patrick más que a nadie, a la malcriada de Betty, a Kristal, que siempre la estaba regañando, al retrasado de Max Taylor que ni siquiera lograba aprenderse su nombre; incluso a la tonta Venus. Solo había escuchado a su mejor amigo hablando de ella, pero ya la detestaba. Solo esperaba que estuviera muy buena, que valiera la pena los desplantes que Pat le había hecho por ella, y luego esperaba que en serio en algún momento se acostaran, porque si no, su sacrificio de recorrer doce kilómetros en bicicleta sería en vano y eso la enojaría mucho.

—Si babeas sobre mi hamburguesa, Patrick Miller, no quedará ningún diente en esa ridícula boca que contenga tu baba más adelante.

—Es que no lo entiendes, estás seca por dentro, Sol... —replicó el idiota, dando un trago a su cerveza. Cuando se quitó la botella de los labios su sonrisa incluso había crecido.

—Entendiendo lo suficiente, ni siquiera le has tocado un pecho a la chica y ya estás como idiotizado, no me interesa captar nada más.

—La vi hacer aeróbicos toda la mañana, juro que guardaré esa imagen como la mejor de mi vida. Fuimos a correr, luego por un café. Me dijo que inspiro ternura...

—¿Ternura? ¿En serio Patrick? —se burló, conteniendo a duras penas que su propia cerveza se le escapara por la nariz—No quieres inspirar ternura, quieres encender la llama de su pasión, no seas pendejo.

—Voy por partes.

—A esa velocidad acabarás ocupando un lugar en su repisa, algo así como ese conejito de felpa de la infancia que ya no usas pero que no quieres tirar —se puso seria y señaló a su amigo con su botella—. Creo que ya estás perdido, amigo mío. Y ahora odio más a la maldita Venus por mandarte a la friend zone, solo yo puedo hacer eso.

—Tú no me has mandado a la friend zone.

—¿Quieres recordar sexto grado, cuando me regalaste un bombón y me dijiste que me amabas?

—¡Tenía once, Sunny! Solo quería poder decir que tenía novia para que los demás dejaran de llamarme marica.

—Te friendzonee, admítelo y sana, Pat. Ahora pon tu atención en otra mujer que no te quiera apretar los cachetes y vuelve al viejo hábito de llevarme al trabajo.

Patrick la ignoró y volvió a tomar su hamburguesa. Se veía cansado, como estaba casi siempre después de haber conocido a la chica. Una persona normal hubiera optado por admitir que odiaba el ejercicio físico y que prefería mucho más comer palitos de queso con helado mientras veía maratones de los Simpsons y hacía voces graciosas, pero el tonto que tenía en frente prefirió mentir.

—¿Sabías que Venus hace su rutina de ejercicios escuchando "Work bitch"? —cuestionó después de un largo silencio.




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