Aquel día había amanecido despejado.
Los estudiantes de la SNU caminaban bajo el potente sol en dirección al área de camping, cargando congeladoras y tiendas, con la disposición de dar inicio a la excursión de fin de semestre. Tras acabar los exámenes y recaudar suficiente dinero, se hallaban más que emocionados por poder hacer un viaje que pudiera desconectarlos de sus responsabilidades diarias y finalmente relajarse con comida y cervezas.
El área de camping en el distrito de Gangdong había estado ofreciendo recientemente un paquete de dos noches, que los estudiantes no dudaron en tomar, sobre todo considerando que era de las pocas ofertas dentro de su presupuesto.
El campamento era grande y apenas fueron adentrándose a la zona, la multitud de gente fue visible. Niños que corrían por los pastos, mientras que otros se escabullían entre risas por en medio del grupo de estudiantes.
Lo primero que capturó los ojos de la mayoría, sin embargo, fueron las parrillas, que estaban disponibles para el uso de los campistas, y que se hallaban siendo utilizadas por la mayoría, para deliciosos trozos de carne asada y suave chuleta, que hizo agua la boca de cada uno de los de la SNU.
Taehyung estaba odiando cada segundo de aquella tortuosa excursión.
La facultad de ciencias biológicas había hecho votaciones para decidir qué harían al finalizar el semestre. Un parque de diversiones sonaba bien. Le gustaban los juegos de las tazitas y también el carrusel era algo que siempre disfrutaba cuando acompañaba a sus hermanos pequeños al parque. Además de que en el último mes habían anunciado un nuevo local de comida al interior, donde ofrecían pizzas de chocolate, que él realmente necesitaba probar.
No había esperado que el resto de sus compañeros lo apuñalara por la espalda, votando por ir de campamento, como si aquello siquiera pudiera ser considerado como una buena idea.
Lo que no era. Porque el sol estaba pegando fuerte y a pesar de todas las capas de protector solar que cubrían a Taehyung y el sombrero que le había robado a su madre aquella mañana, sabía que d todos modos acabaría por quemarse.
Sin mencionar lo incómodo que sería dormir en el piso, en medio de miles de árboles y arbustos que potencialmente le generarían alergia. Dios, ni siquiera quería ponerse a pensar en los cientos, miles de insectos que estarían esperando por atacarlo en aquel lugar. Su piel estaría roja, quemada, hinchada y con picadura cuando acabara la excursión, y no podría ver a nadie a la cara por al menos una semana hasta que se recuperara en base a cremas y mucha, mucha Aloe Vera.
No debió haber venido. A él no le importaba que usaran su parte del dinero si querían, con tal de que no tuviera que sufrir estas atrocidades. En realidad, el dinero era el menor de sus problemas. Su madre no lo habría culpado por perderlo o malgastarlo. Taehyung había tenido la oportunidad justo en sus manos para faltar a la excursión y quedarse en casa, leyendo la nueva saga de Yoshida y comiendo sus deliciosos alfajores dietéticos.
Pero maldito sea, Taehyung era débil, y no había dudado ni por un segundo en aceptar, cuando Jungkook le ofreció compartir una tienda en el campamento.
Él quería pensar que era mejor que eso, pero la verdad sea dicha, no lo era. Taehyung era tan simple y fácil, que Jungkook podría plantearle asesinar a un hombre y Taehyung pensaría que es una buena idea.
Exhaló profundo, admitiendo que estaba mayormente condenado. Su cuerpo se tensó casi de manera instantánea cuando una mano acarició la suya y luego se posó sobre su brazo.
—Hey.
Taehyung volteó, y a pesar de que reconoció la voz en aquel mismo instante, no puede evitar que sus vellos se ericen cuando su mirada cae en Jungkook.
ÉL se veía… peligrosamente etéreo. Piel besada por el sol, con tanta melanina, que parecía brillar bajos los rayos. Es casi como si Jungkook hubiera nacido para ello, para camuflarse con el la naturaleza, el cielo y la suave, casi imperceptible brisa que sacudía los bordes del sombrero de Taehyung. A veces se cuestionaba si no estaba realmente alucinando, si Jungkook no era más que una imagen de perfección generada en su cerebro, por la falta de hidratación.
Qué fastidio…
—¿Estás cansado? ¿Te ayudo con la congeladora?— le preguntó suavemente, extendiendo su brazo para quitarle la congeladora de las manos. Taehyung sacudió la cabeza, afianzando su agarre en el mango.
—No te preocupes, estoy bien… Además, ya estás cargando demasiado— respondió, señalando su bolso en la espalda y la caña de pescar que se había ofrecido llevarle a una de sus compañeras. Jungkook encogió los hombros.
—Puedo tomarlo, hice pesas como parte de los cursos deportivos del semestre— dijo con una sonrisa orgullosa. Taehyung volcó los ojos, intentando aparentar molestia. Molestia, cuando se había pasado todo el semestre afuera del gimnasio, esforzándose por mantener la baba dentro de su boca, cada vez que Jungkook levantaba una pesa y los músculos se marcaban bajo su camisa.
—¿Estás presumiendo?
—Tal vez… Jamás tendré el talento para acertar con un arco y flecha, pero al menos puedo ayudarte con la congeladora— respondió nuevamente abriendo su mano para aceptarla. Taehyung vio la palma expuesta, los dedos esculpidos por los dioses acompañándola, y nuevamente el aterrador sentimiento de querer entrelazarlos con los suyos.
Jungkook y Taehyung se conocieron pocos meses luego de iniciar la universidad. Jungkook era refrescante a primera vista, con una sonrisa contagiosa y amable, por la que la gente no tardaba en caer enamorada. Siempre dispuesto a ayudar y tan sociable, que Taehyung jamás podría sentirse levemente identificado. Para Taehyung, Jungkook era como el agua. Agua cuyo patrón le resultaba imposible de entender, pero que fluía de una manera natural, como si… él simplemente perteneciera al mundo.