¡Uaaaa! Qué sueño tengo. No hay duda de que la fiesta de ayer estuvo muy buena… Rayos, si tan solo me hubiera acordado de llamar a mamá a la hora que me dijo que lo haga. Ahora está hecha una furia y, por lo que veo, planea desquitar toda su rabia haciéndome cumplir desde ya con la tonta promesa que le hice ¡Ya voy mamá, déjame tan solo dormir un instante más! ¿O quieres que te haga caer todos los platos del servicio por lavarlos medio dormida? ¡Diablos! Y lo peor es que si no le hago caso no me dejará en paz ni un segundo… ¡Que fastidio!
***
–¡Mandy, no me hagas volver a repetírtelo! –la señora Susan vociferó desde afuera del cuarto de su hija–. ¡Corre a lavar el servicio de una buena vez!
–Un ratito más, mamá… –con media frazada en el suelo y medio cuerpo fuera de la cama, Mandy descansaba a pierna suelta–. Por favor…
–¡Ni un segundo más! Tu padre tiene que hacer el desayuno y no tiene donde porque todo está sucio. ¡Baja de una vez a lavar el servicio o me vas a conocer!
–¡Por dios, mamá! que nadie se ha muerto por desayunar un poquito tarde…
No hubo respuesta.
–Parece que se rindió… en fin, a seguir durmiendo… ¡aaaa fiuuuu! –Mandy soltó suaves ronquidos.
¡CLICK! En eso la puerta se abrió. La señora Susan entró a paso decidido a la habitación de su hija. –¡Mandy, ¿vas a bajar a lavar los platos, tal y como lo prometiste, sí o no?!
–Rayos, mamá… por lo que más quieras ya deja de torturarme… –Mandy abrió uno de sus ojos de forma apenas perceptible.
¡SPLASH! Sin previo aviso, la señora Susan le arrojó a su hija un baldazo de agua helada. Por poco Mandy logró esquivarlo. Ella terminó agazapada en la esquina de su cama y con los ojos desorbitados. –¡Santos cielos! ¡¿Qué es lo que te pasa, mamá?! –Mandy le reclamó.
–Corre a lavar los trastos de una buena vez –la señora Susan señaló hacia la puerta.
–Está bien, está bien… si me lo pides tan amablemente –Mandy murmuró mientras bordeaba el área mojada de su cama y luego se ponía las pantuflas.
–¡¿Qué estás murmurando?! ¡No respondas a tu madre, o te irá peor!
–Sí mamá –con voz cansada Mandy asintió–. Vieja loca –ella murmuró cuando ya salía de su habitación.
¡SPLASH! Desde detrás ella recibió un baldazo de agua helada, ahora sí de lleno. Resulta que la señora Susan había llevado uno extra que mantuvo escondido del otro lado de la puerta.
–¡AAAY! –Mandy exclamó mientras se abrazaba a sí misma y tiritaba de frío–. ¡Mamá, estás loca!!
–Baja de una vez a lavar los platos o te irá peor –su madre ya estaba llenando uno de los baldes vacíos en el lavabo del baño de la habitación.
–¡Iré, iré! –Mandy corrió gradas abajo hacia la cocina. A los pocos segundos su madre oyó el caño del lavadero abriéndose y los trastos comenzando a ser lavados.
–¡A mí con tonterías, abrase visto! –la señora Susan cogió el balde y lo vacío en el wáter del baño de la habitación de su hija. Pero cuando salió del baño se encontró con que su hija estaba en su habitación nuevamente.
–¡Espera, espera! ¡Solo he venido a cambiarme! No querrás que tu hija se pegue un resfriado, ¿verdad? –asustada, Mandy se defendió cuando su madre hizo el ademán de regresar al baño para llenar el balde.
–Que sea rápido –fue la parca respuesta de su madre.
–Vieja abusiva –Mandy refunfuñó entre dientes, ya en la cocina lavando los trastos. En eso ella oyó unos pasos acercarse a la cocina–. ¡No he dicho nada, no he dicho nada! ¡Lavar, lavar, los platos brillando quedarán, la la laaa! –Mandy comenzó a silbar fingiendo despreocupación y a la vez concentración en su labor.
–¡Iiiiiaa! –Mandy soltó un aterrado chillido cuando sintió que algo tocó su hombro. Todo el cuerpo se le escarapeló a la pobre.
–¡Hola, hermana! –la saludó Robin. Cuando Mandy volteó lo vio con un matamoscas levantado hacia lo alto. Precisamente con este instrumento le había tocado el hombro.
–¡Fiu! Solo eras tú, je je… –Mandy sintió que el alma le volvía al cuerpo.
–¡Mandy, ¿ya están esos platos limpios?! –de improviso, desde el segundo piso se oyó la voz de la señora Susan.
–¡Diablos! –Mandy se apresuró en terminar de lavar los platos.
–Wow, la hermana parece una máquina de lavar platos –a la cocina también llegó Tabata. Ella se estaba frotando los ojos. Bostezó.
–Uaaa, tengo sueño –Robin se estiró.
–¡Mandy mala, tu escándalo nos ha despertado!
–Vamos a seguir durmiendo, Tabata.
–Sí, vamos a dormir… Uaaa… hoy creo que me levantaré muy tarde.
–Yo igual, uaaaa… ¡chau, hermana! Nos vemos al mediodía para desayunar…
Mandy permaneció en su lugar con los dientes rechinándole. Apretó un vaso con tanta fuerza que lo rajó. –Engendros del demonio… ¡ya lárguense de aquí!! –ella viró de forma violenta y hecha una furia les vociferó a sus hermanitos.
“¡AHHHH!”, sus dos hermanitos huyeron despavoridos.