¿Qué será? ¿Qué será?? ¡Ay, ya no puedo más con la incertidumbre!! Toda la noche me la he pasado en vela, tratando de imaginarme qué clase de maldición es la que ha recibido Rina. ¿Será un caparazón de tortuga oculto bajo su casaca? ¿Quizá una cola de cerdo? ¿Tal vez una alfombra de pelos en la espalda? ¿Mal aliento? ¡Rayos! ¿Qué podrá ser? ¡¿Qué?! … ¿Eh, porque me miran así? No, no, amigos, no se equivoquen, no es que sea una chismosa. Eso déjenselo a las faranduleras de mis amigas. Yo solo deseo saber la verdad porque me siento identificada con Rina. Lo único que quiero es entender su maldición para así poder animarla y apoyarla. Mi buen corazón es el que me obliga a indagar sobre su secreto. ¿No me creen? ¡Pero si les digo la verdad! Bah, por último, esto lo hago por mi propia salud mental. Así es, debo averiguar qué clase de maldición es la que ha recibido Rina, ¡o de lo contrario no podré dormir en paz por el resto de mi vida!
***
Martes por la mañana. En el colegio los alumnos comenzaban a salir de sus aulas luego de que el timbre anunció el comienzo del primer receso.
–A mí no me engañas, Mandy –Roberta observó a su amiga con recelo–. Desde que hemos entrado a clases has estado asechando a Rigo, pero cuando sonó el timbre del recreo y corriste a donde él dispuesta a decirle quien sabe qué, apenas viste que Rina entró a la clase para buscarlo, te diste media vuelta, pusiste primera y arrancaste a toda velocidad. ¡En serio que más obvia no pudiste ser!
–¿De veras se notó tanto? –Mandy preguntó.
–Obvio.
–¡Carajo!
–Ya, Mandy. Dinos que es lo que está pasando –Estela le exigió. En ese momento las amigas ya habían bajado las gradas del pabellón y se dirigían hacia la cafetería.
–No sé si contarles, chicas. Es que son tan chismosas…
–Mira quien habla –Estela miró a su amiga con ojos que decían: “serás conchuda”.
–Por dios, Mandy, ya deja de hacerte la interesante y suéltalo todo de una buena vez –le increpó Bianca.
–Ash, está bien, se los contaré. ¡Pero prométanme que no se lo dirán a nadie!
“¡Prometido!”, las tres chicas juraron con la mano derecha, aunque al mismo tiempo las tres cruzaron los dedos de la otra mano tras sus espaldas.
–Bien. Verán, todo sucedió ayer. Yo estaba con ustedes regresando al salón luego de que acabó el tercer recreo, cuando en eso…
Una vez Mandy terminó de hablar, sus amigas la miraron boquiabiertas.
–Así que era eso –dijo Bianca.
–Increíble, jamás me lo esperé –admitió Roberta.
–¿De que tratará su maldición? ¡Por Dios, Mandy! ¿No nos puedes contar el chisme completo como la gente decente? –le increpó Bianca.
–Precisamente eso es lo que estoy tratando de averiguar. ¡Pero no le puedo sacar nada a Rigo mientras Rina esté cerca!
–Ya veo. En la clase no pudiste acercártele porque no hubo la oportunidad, y cuando tocó el recreo y ya estabas por hacerlo: ¡sas!, que se aparece Rina para arruinarte el plan –recapituló Roberta.
–Sííí, ¡es tan molesto!
–¿Ya ves cómo eres, Mandy? ¿Y así te jactas de no ser chismosa? Acéptalo, amiga, el chisme también corre por tus venas –Estela le increpó.
–¡Claro que no, ya! Para que lo sepan, yo solo hago esto porque me preocupo por Rina, ya que ella es otra víctima más de la malvada de Daysy. Así es, mi espíritu solidario y mi compañerismo desinteresado son los que me obligan a actuar de esta forma…
–Chicas, este sábado Mat me ha dicho que puedo invitar a unas amigas al gimnasio para que vayan gratis, ¿qué les parece? ¿Se animan a venir? –de pronto dijo Roberta.
–¡Genial! –exclamó Estela–. Yo me apunto de todas maneras.
–Igual yo. Más bien me separas un instructor solito para mí, ¿ok? –dijo Bianca.
–¡Oigan, no me ignoren! ¡Les digo la verdad! –les reclamó Mandy.
–Me parece haber oído algo –Roberta se tomó la oreja.
–No es nada. Un mosquito, seguramente –opinó Estela.
–Mejor vamos a comprarnos algo de comer. Ya dejará de fastidiar ese mosquito –señaló Bianca.
–¡Atorrantes! Ya verán, no les contaré nada cuando averigüe la verdad, ¡jum! –Mandy les dio la espalda a sus amigas.
“¡JAJAJA!”, las chicas se rieron del arrebato de su púrpura amiga.
–¡Vamos, Mandy! ¿No puedes soportar una bromita? –Roberta la cogió del brazo y amablemente se la llevó al quiosco.
–¡No! –Mandy respondió tajante.
–¡Jajaja! Que ofendida que eres, ¡te pasas!
–Te perdono si me invitas algo de comer.
–Ya te he invitado para que vayas gratis al gimnasio este sábado, ¡no seas avariciosa!
–Tacaña… – Mandy se cruzó de brazos, y miró a su amiga de soslayo.
Apenas sonó el timbre de final del recreo, Mandy corrió de regreso a la clase. Una vez entró a su salón, en el acto se dirigió al lugar de Rigo. “Ahora sí no te me escaparás, Rigobertito”, se dijo ella para sus adentros, y esperó de brazos cruzados a su compañero de clases.