¡Uf! Menos mal que Rina se sintió tan avergonzada por lo sucedido en el laboratorio que pagó por todos los destrozos causados. Y pensar que mi mamá tuvo que hacerse un préstamo para pagar el microscopio que rompí la anterior vez, ¿se imaginan lo que hubiera pasado si yo tenía que compartir los gastos de los recientes destrozos? Brrr, de solo pensarlo se me hiela la sangre. Pero bueno, supongo que tuve suerte esta vez, aunque creo que ni tanta, porque la profesora Inés se puso tan furiosa cuando recuperó el conocimiento que de inmediato se fue a quejar con la directora. Y así fue como a Rina, a Roberta, a Bianca, a Estela y a mí nos suspendieron por tres días. Y cómo era de esperarse, para variar la directora citó a nuestros padres. Adivinen quién nuevamente está castigada… ¡bah! De que me preocupo, ¿qué es una raya más para el tigre? Lástima que solo pueda hablar por mí, pues a las pobres de Rina y de mis amigas vaya que sí les ha afectado. Supongo que tendré que animarlas, aprovechando que soy la más curtida en la materia, ¿no les parece? ¡Jajaja!
***
Sábado por la mañana en la escuela de artes marciales Chìbǎng. Un puñado de diez estudiantes formaba una fila delante del padre de Xian. Él maestro se paseaba frente a sus alumnos a paso lento y con los brazos tras la espalda.
–Como decirles la clase pasada, día de hoy practicaremos con una de las principales armas que el sistema de combate Jet Kune Do domina: referirme al arma hecha leyenda gracias a maestro Bruce Lee, los…
–¡Buenos días con todos! –Mandy saludó agitada. Ella acababa de llegar en su patineta. Con la mano derecha se apoyó en el umbral de la entrada para recuperar el aliento. En tanto, con el pie derecho ella dio un pisotón a uno de los extremos de la patineta. Esta saltó directo a su mano izquierda.
–Chica morada llegar tarde, ¡yo no soportar a gente que llegar tarde! –el maestro Chìbǎng dirigió una mirada severa a la joven.
–¡Ah! ¿Cuándo aprenderá a ser responsable? –Xian exhaló resignado cuando vio llegar a su amiga.
–Lo siento maestro, de verás. Lo que ocurre es que se me olvidó por completo que Xian me había dicho para venir más temprano el día de hoy y así poder entrenar con el resto de la clase. No sé ni cómo me acordé. Pero juro que apenas lo hice me vine volando…
–Xian, tú ser responsable por esta chica. Como estudiante con más experiencia y jerarquía y además por ser mi sucesor, tu obligación ser guiar por el buen camino a las ovejas descarriadas, ya habértelo repetido muchas veces.
–Lo siento, pap… maestro –Xian se disculpó.
–Después discutir esto. Ahora ya no perder más tiempo que clase de hoy muy importante. ¡Y tú, chica púrpura!, pasar de una vez. ¡Apurarte!
–¡Nǐ hǎo! ¡Nǐ hǎo! –chocando el puño derecho contra la palma izquierda en tanto hacía leves reverencias, Mandy fue saludando a todos los presentes hasta llegar a su lugar en la fila al lado de Xian, quien tuvo que apartarse a un lado para hacerle campo.
Una serie de murmuraciones por lo bajo inundaron el lugar. El desconcierto que Mandy produjo en los estudiantes era evidente. Y es que para todos ellos era la primera vez que veían a una jovencita tan llamativa.
–¡Silencio! ¡Todos cerrar bocas! –el maestro levantó la voz. En el acto los alumnos pegaron los brazos al cuerpo y se enderezaron en posición de firmes. Solo Mandy siguió conversando, pues acababa de recordar que Xian le comentó que en aquella sesión aprenderían el uso de un arma increíble que el legendario Bruce Lee utilizó con maestría en sus años mozos. Precisamente en aquel momento ella le estaba preguntando sobre de qué arma se trataría.
–¡Chica púrpura, cerrar la boca ahora mismo, o por Buda jurar que te saco de la clase! –el maestro estalló.
–¡Ay, diosito! –a Mandy se le escarapeló todo el cuerpo. En el acto ella adoptó la posición de firmes, y con la mano derecha hizo el ademán de cerrarse la boca como si esta tuviese un cierre.
–Insensata… por eso yo haberla puesto en turno aislado. Aparte de que con su solo aspecto ya distraer a cualquiera, encima no saber cuándo guardar la compostura –el señor Chìbǎng refunfuñó, y dirigió una mirada de reproche a su hijo.
“Ay Mandy… cuando no contigo, ¡cuando no! Siempre me tienes que estar metiendo en problemas”, Xian se lamentó para sus adentros.
–Bien, ahora sí creer puedo continuar –el maestro Chìbǎng indicó una vez el silencio se apoderó de la estancia–. Como estaba diciendo –él reanudó su paseo ante la fila formada por los estudiantes–, el día de hoy ser una clase muy importante porque yo enseñarles uso de una de las armas más letales y versátiles de las artes marciales. Estar hablando de los nunchakus. ¿Alguien haber oído algo de estas armas? ¿Alguien saber? –preguntó–. Que no sea mi hijo –agregó cuando Xian hizo el ademán de levantar la mano.
–Nadie, por lo visto. Mejor no perder más tiempo y mostrárselas –el señor Chìbǎng metió su mano a uno de los lados de su chaqueta de satén y sacó la mencionada arma, dos palos unidos entre sí por una cadena. –¡UIIAAA! –él realizó a continuación una demostración de acrobáticos movimientos con el arma, pasándosela por alrededor de los brazos, de la cintura y de la espalda. Al final el arma se detuvo cuando uno de los palos fue frenado por el brazo izquierdo del maestro, que él cerró de golpe contra su abdomen.