Super Purple 2: Rival Born

Capítulo 9: En el Corso de la Amistad

¡Oh sí! Definitivamente el espectáculo de anoche ha sido una experiencia que no olvidaré jamás. ¡Me gustó muchísimo! Y lo mejor de todo es que cumplí con mi misión: logré llegar a tiempo y gracias a ello Jet se llevó el premio individual a mejor banderola. Lamentablemente a nivel de agrupación, Jet y sus amigos tuvieron que conformarse con el tercer lugar. Aunque aun así la noche estuvo genial, me divertí de lo lindo. ¡Cuántos recuerdos me vienen a la mente! Hace muchos años que no iba a un show de tunas. Más bien, a lo que si he ido todos los años y por nada del mundo me lo pienso perder este año es al Corso de la Amistad, el tradicional desfile por el aniversario de la ciudad. Antes iba con toda mi familia, pero desde hace ya unos años mis padres dicen que el corso ya no es tan bueno como antes y por eso ya no van. ¡Bah! A mí me da igual, este año volveré a ir con mis amigas. Ya hemos quedado. ¡Yo seguiré fiel a la tradición!

***

Las aceras de la avenida Independencia se encontraban copadas por graderías, sillas y toldos. Asimismo, estaban tan atestadas de gente que en ellas ya no cabía ni un alfiler. Y es que nadie quería perderse el tradicional corso.

Cuando Mandy llegó al lugar, se topó de lleno con el enorme gentío. Ella llevaba puesta en la cabeza su gorra blanca con el escudo de la ciudad bordado en hilo rosa, aunque de poco o nada este le servía para protegerse de los implacables rayos del sol. Caminó hasta una esquina y subió las gradas que daban a una elevación en donde normalmente funcionaban puestos de fotocopiadoras, aunque aquel día estaban todos cerrados. Desde allí contempló el panorama, a la cuantiosa multitud cubriendo las aceras, tanto la de su lado como la del otro lado de la pista. Sin embargo, del desfile no pudo ver mucho, pues una alta gradería había sido armada a pocos metros de donde ella se encontraba. Por más que saltó no logró observar gran cosa.

–Me pregunto dónde estarán las chicas –Mandy se dijo. Ella cogió su celular y marcó el número de Roberta. Se llevó el aparato a la oreja, pero le costó escuchar bien dado el bullicio de la música que en ese momento acompañaba a la agrupación que desfilaba al frente–. Mejor les escribiré –Mandy se dio por vencida y colgó la llamada.  

“¡¿Dónde están?!!”, escribió en el chat grupal que tenía con sus amigas. “Yo me encuentro en…”.

Al poco rato Roberta le respondió. Le informó a Mandy que ya se había reunido junto con Estela y Bianca, y que las tres se encontraban cerca de un parque enrejado que daba a la avenida. Mandy maldijo su suerte, pues resulta que aquella ubicación era al otro lado de la pista. –¿Ahora cómo miércoles se supone que voy a cruzar para el otro lado con todo este gentío de por medio? –ella se lamentó.

Mandy estaba de mal humor. Y es que le resultaba sumamente molesto que por donde sea que pasase la gente que la veía la señale y se pregunte sobre a qué agrupación del corso pertenecería tan llamativa muchachita. –No es como si estuviese disfrazada, estúpidos –Mandy refunfuñaba. 

Se paseó durante varios minutos en busca de alguna abertura por la que poder pasar hacia el otro lado de la pista. No encontró nada. –¡Rayos! –se quejó. Regresó sobre sus pasos para probar suerte avenida abajo. Unos pocos metros más allá de la elevación a donde se había subido inicialmente, en el cruce con una calle paralela, ella se topó con una larga fila de personas.

–¿Por qué harán cola toda esta gente? ¿Será para ir al baño? –la joven púrpura se preguntó. En eso la gente comenzó a avanzar. Una reja había sido movida por un policía, y toda la multitud atravesó el espacio dejado por esta y cruzó la pista hacia el otro lado–. ¡Aleluya! ¡Hasta que por fin encontré una vía para pasar al otro lado! –ella exclamó contenta, y corrió hacia el final de la cola.

–Espérese, señorita –el policía volvió a bloquear el paso con la reja cuando Mandy ya estaba a punto de cruzar.

–¿Qué? ¡¿Pero por qué?! –ella preguntó con cierta exasperación.

–La agrupación tiene que pasar primero para después recién poder hacer cruzar a la gente –le explicó el policía.  

–¡Tsch! –Mandy expresó su disgusto apenas vio a la agrupación que estaba desfilando en ese momento en la pista. Era un interminable batallón de danzantes de caporal.  Los hombres iban vestidos con chaquetas blancas adornadas con ricos bordados de hilo color oro, rojo y verde, pantalones de corte militar también blancos y botas negras con cascabeles colgándoles de los lados exteriores en hileras. Cada vez que avanzaban, saltaban o daban volteretas, los cascabeles resonaban imprimiendo una sensación de fortaleza a sus movimientos. Las mujeres por su parte vestían blusas blancas bordadas, minipolleras, calzado y sombreros conocidos como tipo borsalino. Ellas danzaban con movimientos gráciles y continuos giros de cadera. De cuando en cuando los varones lanzaban gritos corajudos para imprimirle mayor euforia a la danza.

Pasó algún rato más que a Mandy le pareció una eternidad, y la compañía de caporales aún no se terminaba. La chica púrpura consultó la hora en su celular. “Increíble, ya han pasado más de cinco minutos y estos caporales no se acaban, ¡son interminables!”.

Transcurrieron otros dos minutos más, y por fin la agrupación de caporales terminó de pasar.

–Ya pasaron, oficial… la reja, si pudiera… –Mandy le solicitó.

–Aun no. Todavía falta el carro alegórico de la agrupación –señaló el policía.



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En el texto hay: comedia, artes marciales, rivales en el amor

Editado: 26.03.2023

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