Super Purple 2: Rival Born

Capítulo 11.2: Marianito, el pequeño judoka. ¿Mandy vuelve a la normalidad? (2da parte)

Todos en la escuela Chìbǎng están hablando de los ataques del enigmático judoka. Han pasado tres días desde que me enteré de su existencia, y siete estudiantes más han sido atacados desde entonces. Por lo visto, las clases de defensa contra las técnicas de judo no han sido tan efectivas como se esperaba, o también puede ser que los estudiantes atacados no las hayan aprendido del todo bien. Yo por mi parte no sé qué pensar. Por un lado, tengo miedo de cruzarme con ese lunático, pero por otro lado mi yo aventurero no puede esperar más para encontrarse con ese abusivo y darle su merecido, además de que venciéndolo por fin podré saldar la deuda que tengo con el padre de Xian. Mmm, pensándolo bien, podría ir a su dojo de judo y retarlo allí mismo. Aunque, siendo franca, viendo a todos a los que ese tipo ha vencido, no sé si todavía esté preparada para ganarle. Por ello creo que lo mejor será seguir entrenando con los demás, a la espera de poder mejorar lo suficiente como para estar a su altura y así poder retarlo formalmente en su propia escuela. Sí, eso haré.

***

Montada sobre su skate, Mandy avanzaba por una acera de irregular superficie rumbo al gimnasio Chìbǎng. Los continuos levantamientos y rajaduras de la acera hacían que constantemente ella esté dando saltos en medio de su recorrido. Sin embargo, a nuestra chica púrpura dicha incomodidad no parecía importarle mucho. En su cabeza ella solo tenía espacio para una cosa: ¿Cómo lucirá ese abusivo judoka? En las clases le resultó muy extraña la reticencia mostrada por los estudiantes atacados respecto a aquel punto. ¿Cuál era el problema de describir el aspecto físico de su agresor? Mandy no lo entendía.  

–¡Alto allí! –la sorpresiva aparición de una aguda voz infantil casi le hace perder el equilibrio. Mandy se tambaleó sobre su patineta hasta que finalmente logró detenerse. De un pisotón levantó su skate y lo cogió con la mano derecha. Ella volteó para conocer el aspecto de aquel que le acababa de hablar.

Apoyada la espalda contra la pared de una casa, un niño observaba a Mandy con mirada confiada y los brazos cruzados. Por su aspecto Mandy le calculó al pequeño unos siete años de edad como máximo. Aquel niño iba vestido con judogi, y su cabello negro había sido cortado al ras. Los ojos del pequeño eran grandes y negros. Su aspecto en general era el de un tierno e inofensivo muchachito.  

Él separó su espalda de la pared de un salto. Se paró delante de Mandy y la midió con la vista.

–Disculpa, niño. ¿Me has hablado a mí? –Mandy se señaló con el índice–. ¿Deseas que te ayude en algo? ¿Te has perdido, tal vez?

–¡He venido a retarte, extraña chica púrpura! –el niño separó las piernas y adoptó su postura de guardia.

–Espera, ¡¿qué?! –Mandy creyó que no había oído bien. Ella enarcó ligeramente su ceja derecha.

–Estudias en la escuela de artes marciales Chìbǎng, ¿verdad? No puedes negarlo, te he visto entrar y salir de allí en numerosas ocasiones.

–¿Me has estado… espiando?

–He estado vigilando la escuela Chìbǎng. Mi deber es asegurarme de que los estudiantes de las distintas escuelas de artes marciales de este barrio abran los ojos y se den cuenta de su debilidad. Mi deber es mostrarles el camino para que lleguen a ser verdaderamente fuertes –el pequeño contestó, y del bolsillo de su chaqueta sacó un volante, el cual a continuación lo lanzó hacia Mandy.  

Ella lo cogió en el aire. “Dojo Jigoro Kano: ven y aprende con nosotros el mejor arte marcial; fortalécete en cuerpo y mente. Conviértete en un experto combatiente con nosotros”, Mandy leyó lo que decía el volante. Una vez concluyó, ella guardó el volante en el bolsillo de su pantalón. –¿Quién eres tú, exactamente? –Mandy le preguntó al niño.

–Mariano es mi nombre –el niño realizó una leve inclinación de torso, en tanto se mantenía en posición de firmes. Fue un saludo Tachi Rei perfectamente ejecutado.

–¿Quién te ha enviado? ¿Acaso fue ese judoka que se la pasa atacando a los estudiantes de la escuela Chìbǎng?

–Es una descortesía no decir tu nombre luego de que la otra persona te ha dicho el suyo.

–Pues me llamó Mandy Carpio –la chica púrpura juntó el puño derecho con su palma izquierda y realizó una leve inclinación de torso–. Y bueno, ahora sí responde a mi pregunta, niño. 

–Nadie me envía. Yo por propia voluntad he decidido mostrarle al mundo el verdadero camino para volverse fuertes. Prepárate, porque ha llegado tu turno de enfrentarte con la verdad –nuevamente el niño adoptó su postura de pelea, la conocida en el mundo del judo como sizhentai: piernas separadas, brazos caídos, puños apretados.

–Deja de decir tantas tonterías, niño –Mandy refunfuñó–. Mira, no tengo tiempo para esto, así que mejor me marcho. No quiero llegar tarde a mis clases.

–¡Aquí voy! –Mariano se lanzó al ataque.

–¡Pero que terco que es este mocoso! –Mandy no tuvo más remedio que adoptar su postura de guardia y esperar a que el pequeño llegue hasta ella. Mandy confiaba en que si le daba una pequeña lección (obviamente midiendo sus fuerzas para no herirlo) el niño dejaría de molestarla y se marcharía.

De pronto Mandy perdió de vista al pequeño cuando este ya se encontraba a unos pocos pasos de distancia. No pasó ni un segundo, y todo el mundo se le puso de cabeza. Antes de poder darse cuenta de los que estaba pasando, Mandy fue jalada del brazo y al mismo tiempo cogida de su polo en la zona del abdomen, para a continuación terminar siendo derribada sobre la acera. Ella terminó tumbada de espaldas y con el pequeño Marianito apuntándola directo al rostro con su pequeño puño derecho.  



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En el texto hay: comedia, artes marciales, rivales en el amor

Editado: 26.03.2023

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