¡Grrrr, estoy que hiervo de la rabia!! En serio que jamás me había sentido tan humillada en toda mi vida. ¡Jamás! ¡Los odio a todos! Si fueran hormigas les juro que ya habría sacado mi lupa y los habría quemado a todititos. ¡Que cóleraaa!! … inhala y exhala, debo calmarme; respira hondo Mandy, ya de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Lo que pasó ya pasó, ya fue: mi vida se ha arruinado por completo y ya no hay vuelta que darle. Ahora debo pensar en lo que haré a partir de este momento… veamos, huiré lo más lejos que pueda, me cambiaré de identidad y me meteré a trabajar en un circo para pasar desapercibida… si de casualidad termino en la jaula de unos tigres hambrientos y me comen, pues será lo mejor… ¡NO, ¿pero que disparates estoy diciendo?!! No puedo rendirme tan fácilmente, tengo que hallar la forma de volver a la normalidad. ¡No le daré el gusto a la odiosa de Daysy! Y lo peor es que yo tuve la culpa por creerle a Xian sus tonterías, ese idiota me engañó. Pero juro que me las pagará por haberme tomado el pelo con sus consejos tan estúpidos. ¡Se arrepentirá de haberme visto la cara!!
***
Apenas terminó de almorzar, Mandy se cambió el uniforme del colegio por una sudadera azul con estampado de flores, un pantalón negro y zapatillas. Se colocó en la cabeza su querido gorro de lana con el puño estampado al medio, cogió su patineta, y salió de su casa como alma que lleva el diablo.
Se detuvo en el chifa de la familia de Xian, aunque solo para darse con la sorpresa de que el restaurante estaba cerrado. –Qué mala suerte –Mandy carraspeó, aunque ni por asomo pensó en darse por vencida. Se dirigió a la puerta y tocó el timbre. Esperó con los brazos cruzados y golpeando el suelo constantemente con el pie derecho. Pasó un minuto y cambió la pierna de apoyo, esta vez se puso a golpear el suelo con el pie izquierdo.
–¿Qué es lo que pasa? Ya llevo más de cinco minutos esperando y nadie me abre: ¿se habrá descompuesto el timbre? –Mandy se acercó al botón. Lo observó y analizó con detenimiento–. Mmm, mmm –meditó en tanto con la mano derecha se sobaba el mentón–. Bah, ¿a quién quiero engañar? No sé nada de timbres.
Mandy se puso a caminar de un lado para el otro frente a la puerta, con las manos en los bolsillos de su sudadera y la mirada clavada en el suelo. –No gano nada quedándome aquí. Tal vez haya otra puerta en la parte de la casa que da al otro lado de la esquina –Mandy cogió su patineta tras levantarla del suelo con una hábil pisada, y acto seguido caminó con paso veloz rumbo a la esquina. Giró hacia su izquierda.
–¡Fiu! Sí que es enorme la casa de Xian –Mandy se dijo cuando vio hasta donde iba la casa una vez volteó la esquina. Techo de tejas rojas que recordaba al de las edificaciones tradicionales chinas cubría la parte alta de la pared que cercaba la casa, la que por cierto estaba pintada de beige claro. Tras dar unos pocos pasos más hacia adelante, Mandy se topó con un letrero dispuesto de forma vertical a un lado de la puerta doble que permitía el ingreso a la casa por esta calle. Dicho letrero era de madera clara, y en su centro estaba escrito con pinceladas de tinta negra: “學校的翅膀”.
–¿Qué rayos significarán esas letras? –se preguntó Mandy. Entonces vio la traducción en la parte baja del letrero, escrita en letras pequeñas. “Escuela Chìbǎng”, decía–. ¿Escuela? ¿Qué será lo que se supone que enseñan acá? –ella se preguntó. Para variar la puerta de este lado también estaba cerrada. Mandy tocó varias veces la puerta doble, pero nadie le abrió.
–Definitivamente este no es mi día. Y lo peor es que ni tengo el número de Xian o de su casa como para llamar… ¡Ya sé! –Mandy se dijo de pronto, y sacó su celular–. Lo buscaré en las redes sociales y le hablaré por el chat. Je je, ¡que lista soy!
“¡Xiaaan, ¿se puede saber dónde miiiércoles andas?! Estoy afuera de tu casa: ¡ábreme la puerta, maldita sea!!”, Mandy tecleó con agilidad. Se puso a esperar una respuesta apoyada sobre la pared.
Un repentino viento helado sopló en la calle. Mandy se ajustó el cuello de la sudadera para protegerse del frío. –Se está haciendo tarde… ¡rayos! ¿Ahora qué se supone que haré?
Permaneció pensativa por un momento.
–¡Oh, no! ¿Y si Xian me está ignorando por lo que pasó esta mañana, por eso de que a los dos nos mandaron a la dirección? Ahora que lo recuerdo, él me dijo que jamás antes había sido castigado y mucho menos sido llevado a la dirección. Sí, seguro que es eso. Está resentido conmigo. Vaya con ese Jackie Chan de bajo presupuesto: ¡Soy yo la que debería estar resentida! Ah, no, pero esto no se quedará así. Te veré el día de hoy y arreglaremos cuentas, Xian, ¡te guste o no!
Mandy se alejó de la pared y observó hacia arriba. Ningún cerco eléctrico o de púas protegía la parte alta de la pared. Solo estaban las tejas.
–Mmm, si solo pudiera subirme hasta llegar a lo alto de la pared… pero lo malo es que no hay ninguna saliente como para poder trepar… ¿qué hacer? Vamos, Mandy, piensa –ella adoptó una actitud meditativa. Entonces se fijó en la puerta doble. Esta era alta y largas láminas remachadas la reforzaban horizontalmente. Se le ocurrió una idea.
La puerta al ser doble era muy ancha, de modo que había espacio de sobra para trepar. Mandy escogió el lado derecho. Ya iba a comenzar a trepar, cuando en eso cayó en la cuenta de que con su patineta a cuestas le sería imposible hacerlo. –Que problema, ¿y ahora qué? ¡Ah, ya lo tengo! –Mandy volvió a alejarse de la pared, y lanzó su patineta por encima de las tejas. Resulta que tras estas se veían árboles, por lo que ella dedujo que dentro debía de haber un jardín–. Listo, ahora sí estoy preparada –Mandy trepó la puerta con agilidad, usando las láminas remachadas como puntos de apoyo.