¡Ah! Ya me encuentro mucho mejor (de hecho, ya me he curado del todo), aunque la sola idea de volver a clases después de haber estado tan a gusto por dos días en mi camita, viendo mis series y comiendo cuanto quería… ¡les juro que me pone fatal! No sé cómo mamá le hace para siempre descubrirme, pero nunca he podido engañarla cuando finjo estar indispuesta. ¡Rayos! Supongo que tendré que hacerme a la idea de regresar al colegio. Es un dolor de cabeza, pero que se le va a hacer… ¡Hora de volver a clases!
***
Desde que Mandy piso su salón de clases tuvo la impresión de que algo extraño estaba sucediendo. No supo precisar si se trataba de algo real o de simples imaginaciones suyas, pero la cuestión es que le pareció que todos hablaban a sus espaldas. Cada vez que oía murmullos de sus compañeros y dirigía la mirada hacia ellos, de pronto los chicos callaban sin más, y fingían estar escribiendo en sus cuadernos o explicándose algún ejercicio de la tarea del día anterior.
–Mmm… que raro –Mandy se dijo, ya sentada en su carpeta. Ella apoyó las mejillas sobre las manos y miró hacia el techo. Soltó una exhalación de cansancio.
Al poco rato llegó la profesora de la primera hora, de modo que Mandy ya no tuvo tiempo para seguir dándole vueltas al asunto.
–¡Saquen sus cuadernos, que voy a revisar la tarea! ¡Rápido, que estamos atrasados y los exámenes de fin de bimestre ya están a la vuelta de la esquina! –ordenó la profesora apenas hizo su ingreso.
–¡Oh no, la tarea! –Mandy carraspeó–. Durante los días que me falté estaba tan a gusto que se me olvidó ponerme al día de las clases. ¡Mierda, creo que ya fui!
Apenas finalizaron las clases de las primeras horas, en medio de un caos ensordecedor de sillas arrastrándose, conversaciones y risas, los alumnos salieron al recreo.
–No puedo creer que hayan avanzado tanto en tan solo dos días –Mandy se quejó con sus amigas mientras bajaban las gradas rumbo a la cafetería–. Les juro que en toda la clase me sentí más perdida que adán en el día de la madre. ¡Que desgracia!
–¡Pero si tienes los apuntes de todas las clases! ¿Ya no te acuerdas que te los dejamos ayer cuando te fuimos a visitar a tu casa? –le recordó Roberta.
–¡Claro que me acuerdo! Solo que… me dio flojerita revisar los apuntes, ¡je je! –Mandy chocó las yemas de los índices de sus manos.
–Ósea, es por completo tu culpa –la acusó Estela.
–¿Será posible que seas tan vaga? –le increpó Bianca.
–¡Es el colmo! –exclamó Roberta.
–No saben lo mucho que me alegra el tenerlas como amigas. Siempre saben cómo animarme –Mandy les dijo en tono sarcástico.
En estas conversaciones estaban las chicas, cuando a la distancia divisaron a Xian.
–Mira quien viene por allí –Roberta codeó a Estela.
–Ese desvergonzado… –bufó Estela.
–¡Es Xian! –Mandy señaló–. Iré a agradecerle por haberme llevado las hierbas medicinales cuando me fue a visitar a mi casa –la joven púrpura agregó, y levantó la mano derecha–. ¡Hola Xian!! ¡Hey!! –exclamó ella, pero para su sorpresa, en vez de contestar a su saludo, Xian bajó la mirada, hundió las manos en los bolsillos y se desvió hacia la derecha a paso veloz–. ¿Qué le pasa? ¿Será que no me vio? Juraría que nos había visto –Mandy miró confundida a sus amigas. Ellas se limitaron a encogerse de hombros.
Las cuatro amigas llegaron a la cafetería. Tras comprarse algo de comer en el quiosco se sentaron alrededor de una de las mesas.
–Mandy, nos consideras tus amigas, ¿cierto? –Roberta le preguntó de buenas a primeras.
–Claro que sí. Aunque sean una banda de chismosas, entrometidas y fastidiosas, sí, las considero mis amigas. ¿Por qué lo preguntas? –Mandy contestó con la boca llena, pues en ese momento se encontraba dándole trámite al pan con palta que se había comprado.
–Mandy, no sé si lo sepas, pero cuando alguien considera como su amiga a otra persona, normalmente le tiene la confianza suficiente como para contarle sus cosas –señaló Estela.
–Es cierto, dices la pura verdad –añadió Bianca.
–No las entiendo… ¡Ay no, se me cayó un papita al hilo! –Mandy se apresuró a recoger la papita de la mesa y a metérsela en la boca. Continuó comiendo.
–¿Qué no entiendes? –le preguntó Estela.
–Pues que no entiendo a donde quieren llegar con sus indirectas… ¡Ñam, ñam!
–Diug, que asco: ¡aprende a comer con la boca cerrada! –le reclamó Roberta.
–¡Vamos, hablen!
–¿Por qué no nos dijiste que Xian y tú eran novios? –Estela decidió ir de una buena vez al grano.
¡PUFFF!! Mandy botó lo que estaba comiendo debido a la impresión que le provocó aquella pregunta. Ser tan directa le costó a Estela terminar con la cara cubierta de pedazos de pan, papitas al hilo y palta.
–Toma, límpiate con esto –haciendo el ademán de tener arcadas, Roberta le pasó a su amiga un pedazo de papel higiénico. Estela se limpió poniendo cara de asco.
–¡¿Se puede saber de dónde diablos han sacado una tontería así?! –Mandy chancó la mesa con los puños. Su rostro evidenciaba que se había puesto furiosa. Aunque también es verdad que se había ruborizado (purpurizado).