Super Purple: One Cursed Girl

Capítulo 20: ¿Qué hay para almorzar? ¡Yo protegeré a los cuyes!

¡Wow, debo admitir que el loro desplumado me ha dejado más que sorprendida con su idea! Verán, la idea que se le ha ocurrido para el proyecto de ciencias es fabricar un biodigestor, que es un contenedor cerrado dentro del cual se mete toda clase de desechos orgánicos (¡fíjense que hasta excrementos de animales sirve!), y se combina con ciertos ingredientes más y con agua. Según Lorenzo, la combinación de todo esto se transforma, transmuta, degrada (¡lo que sea, ya olvidé la palabra exacta!) y así se obtiene gas metano, un combustible que puede generar energía eléctrica con solo introducirlo en un adaptador especial. ¡¿A que es genial?! Pero seguro ahora se preguntarán: oye Mandy, pero, ¿Cómo puede habérsele ocurrido una idea tan buena a alguien tan estúpido como Lorenzo? No se angustien, que para todo siempre hay una explicación lógica: resulta que su padre tiene la costumbre de usar este aparato para generar energía y abono, pues así puede darles un buen uso a todos los desechos que hay en su chacra. Lorenzo le comentó a su padre del proyecto, y él ni corto ni perezoso de inmediato le propuso la idea del biodigestor. Lamentablemente el día de hoy el señor ha salido a comprar comida para los animales, y no regresará hasta ya muy entrada la tarde, así que le ha encargado a Lorenzo que me enseñe a armar y usar el biodigestor. Lorenzo dice que solo tenemos que recoger cualquier desecho que encontremos en la chacra y echarlo al barril. Sencillo, ¿verdad? Bueno pues, aquí vamos entonces, amigos. ¡A hacer ciencia!

***

–Oye, loro desplumado, ¿de verdad que cualquier desecho servirá? –Mandy le preguntó mientras con una escoba metía cascaras y excrementos de conejo a un recogedor. Tanto ella como Lorenzo se encontraban en el patio trasero de la casa recolectando los materiales. El patio era enorme y numerosos corrales estaban situados alrededor del perímetro. Adentro de estos vivían conejos, cuyes, liebres y gallinas. Más al fondo se extendían las chacras, las que podían verse perfectamente tras la cerca de madera que separaba el patio de estas. Tanto Lorenzo como Mandy llevaban sombreros de paja de ala ancha para protegerse del sol.

–Sí, cualquier cosa servirá, solo asegúrate de que sea orgánica. ¡Aunque no, espera! Ahora que lo recuerdo, papá me dijo que los desechos de cítricos no servían, pues acidificaban la mezcla…

–¿Y cuál es el problema con eso?  

–No lo sé, supongo que ya no saldrá gas metano…

–Ya veo. Entonces lo mejor será no arriesgarnos –Mandy revisó su recogedor y con un palo sacó cascaras de naranja y mitades exprimidas de limón que había encontrado regadas por el piso.

–Una idea excelente, ¿no? Y de paso limpiamos el patio –señaló Lorenzo, y echó todo el contenido de su recogedor en el barril.

–Sí, tengo que admitirlo. Te hiciste una, lorito.

–Atractivo y además inteligente, ¿Qué más puedes pedir de mí, Mandy? –Lorenzo se acercó a ella y con delicadeza le tomó la cintura–. Estamos solos, mi amor, deja que todo el deseo que sientes por mí se exprese sin ningún reparo…

–Je je, no te aproveches de la situación, lorito –Mandy levantó su escoba con el ademán de golpear a Lorenzo en la cabeza.

–¡Mira cuantas cascaras hay por allá! –Lorenzo se alejó a la velocidad del rayo y se puso a barrer debajo de uno de los corrales.

¡CUAC CUAC! De forma repentina, un pato graznó a espaldas de Mandy, y sin más se puso a corretearla.

–¡Fuera, fuera! ¡Atrás, criatura del demonio! –Mandy se atrincheró en el espacio entre dos corrales, y desde allí, utilizando la escoba como si fuese un estoque, intentó alejar a la furibunda ave.

–¡Cus cus cus, ven aquí Betito, ven! –Lorenzo llamó con voz dulce al animal.

¡CUAC CUAC! El pato no le hizo caso.

–¡Por lo que más quieras, Lorenzo, déjate de perder el tiempo y llévate de una buena vez a esta cosa! –Mandy exclamó cuando de un picotazo el pato le hizo caer la escoba.

–Tranquila, mi amor, que en este instante voy en tu ayuda.

–¡Si no quieres que te agarre a escobazos, déjate de hablar tanta babosada y haz algo, idiota!

Lorenzo se acercó furtivamente al pato y se lanzó sobre este. Sin embargo, justo antes de ser alcanzado, el pato saltó hacia adelante.

–¡IIIAAA!!! –aterrada porque se le venía el animal encima, por acto reflejo Mandy le mandó una patada.

¡CUAAAC!! El ave salió volando hasta traspasar la cerca de madera, y se perdió de vista en el horizonte.

–¡Oh no! ¡Betito!! –muy preocupado, Lorenzo corrió hacia la chacra. Al rato regresó con el pato en brazos, arrullándolo como si se tratase de un bebé. Lo llevó hasta su corral y lo guardó adentro–. Y no salgas hasta que mi Mandy se vaya, ¿ok?

El pato asintió frenéticamente, y cuando vio a Mandy acercarse, se escondió en una esquina de su corral.

–Lo siento, patito, ¡perdóname! –ella junto las manos delante del corral. El pato volteó a mirarla por un instante.

¡CUAC! Arrebatado, el pato corrió hacia la puerta. Mandy, asustada por lo repentino del suceso, levantó la escoba. De inmediato el pato regresó a su esquina.

–Dejémoslo en paz, Mandy. Mejor sigamos recogiendo los desperdicios –sugirió Lorenzo.



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Editado: 30.12.2022

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