Super Purple: One Cursed Girl

Capítulo 21: ¿Nos vamos de viaje? ¡De vacaciones en la Ciudad de los Reyes!

Amigos, les cuento: el loro desplumado y yo aprobamos el curso de la profesora Inés sin ningún problema, ¿pueden creerlo? ¡Y encima fuimos felicitados por haber presentado un proyecto tan bueno! Ah, por fin todo ya está finiquitado en el colegio. ¡Hell yeah! ¡Ahora sí a disfrutar con todo de las vacaciones! Dos semanas en las que no sabré nada de tareas, exámenes ni de levantarme temprano… un momento, ¿Cómo? ¿Qué con mi familia nos vamos de vacaciones a la capital? Vaya, esto sí que no me lo esperaba, aunque siendo franca no me quejo. Mamá nos acaba de comunicar a la familia que en su trabajo la han mandado a capacitarse por una semana a Lima, y además le han ofrecido la ganga de poder llevar a su familia con todos los gastos pagados durante el tiempo que dure la capacitación. Y bueno, como a caballo regalado no se le mira el diente, pues ya está decidido: ¡Allá vamos, Lima!

***

En un taxi la familia Carpio salió del aeropuerto y se dirigió rumbo al hotel. Como ya es costumbre en la capital por esa época del año, el cielo se mostraba totalmente nublado, a pesar de que recién eran las nueve de la mañana. La ciudad lucía deprimente y gris. Además, hacía mucho frío.

–Increíble, cariño. Así que nos vamos a un hotel en Miraflores de cuatro estrellas –el señor Harold dijo tras consultar en su celular la página web del hotel al que se dirigían–. Aquí dice que cada habitación cuenta con baño privado y jacuzzi. Y, por si fuera poco, el hotel además tiene su área de piscinas, su propio gimnasio y hasta una sala recreativa con taca taca, juegos de mesa, ruleta, y muchos otros juegos más…

–Que puedo decir: soy la engreída del notario, ¡ja! –la señora Susan se limpió las uñas en su sastre al mismo tiempo que esbozaba una orgullosa sonrisa.

–Niños, cuando crezcan deben ser como su madre, ¿entendido? – el señor Harold les aconsejó a sus pequeños. 

–¡Entendido, entendido! –Robin y Tabata respondieron al unísono, ambos muy animados.

“¡Uuaaa!”, Mandy bostezó. En ese momento el taxi se encontraba atascado en el infernal tráfico de una avenida del centro. Ella sacó su celular del bolsillo de su chaqueta y revisó sus mensajes. Alguien le escribió al chat. –Quien será, haber, haber –ella abrió la aplicación. Se trataba de un audio que le había mandado su amigo Max. Mandy se colocó los audífonos y reprodujo el audio.

–¡Mandy, mi gran amiga, ¿ya llegaste a la Ciudad de los Reyes?!

–¿A Lima la gris? Sí, ya llegué. Estoy en el taxi en medio de un tráfico asqueroso –Mandy respondió también mandando un audio. 

–¿Con quién estás hablando, hija? –preguntó la señora Susan.

–Es Max, mamá. Me pregunta si ya llegué a Lima.

–Oh, el buen Max. Mándale mis saludos.

–Y los míos – se unió el señor Harold.

–¡Nosotros también queremos que le mandes nuestros saludos a tu novio! –exclamaron Tabata y Robin.

–Mañana, ¿ya? –Mandy giró la cara hacia la ventana–. Oye, mis papás te mandan saludos –la joven púrpura le mandó otro audio a su amigo. 

–Cuidate, causita. No vaya a ser que termines enjaulada en el parque de las leyendas. ¡Jajaja! –Max le respondió.

–Ja ja, mira como me rio, tonto.

–¡Jajaja! Pero no te enojes, Mandy. Y, por cierto, no te vayas a olvidar de traerme lo que te pedí que me compres, ¿eh?

–Sí, no te preocupes por eso, bobo.

–Genial. Ahora me voy a patinar con los chicos. Les mandaré tus saludos. Nos hablamos al rato, entonces.

–Bye, bro. 

–¡No te olvides de mi encargo! –Max se despidió con este audio.

–Ya lárgate, sonso –Mandy le respondió. A su chat también le habían llegado mensajes de sus amigas del colegio y de otros amigos tanto del barrio como de la clase. Buscó si tenía algún mensaje de Xian, pero no encontró nada–. Que tontería, como si me importara que me hable ese tonto –ella se dijo entre dientes. Decidió leer los mensajes más tarde.

 –Y bien, niños: ¿A dónde quieren ir? –les preguntó a sus hijos el señor Harold. Los cuatro se encontraban almorzando en una de las mesas con sombrilla con las que contaba el hotel en su restaurante al aire libre. Por su parte, la señora Susan ya se había marchado para la primera clase de su curso.

–¡Al Parque de las Leyendas! ¡Al Parque de las Leyendas! –Tabata y Robin exclamaron al unísono.

–¿Tú qué opinas, Mandy? ¿Quieres que vayamos al Parque de las Leyendas?

–Me da igual –la joven se encogió de hombros. Ella estaba de mal humor, pues tal y como últimamente le venía sucediendo cada vez que se mostraba en lugares públicos, inevitablemente todas las miradas recaían sobre su persona, además de que siempre se hacían presentes los incómodos murmullos a sus espaldas. “Ya estoy harta de esto”, Mandy se dijo para sus adentros, y desvió la mirada hacia la piscina.

–¡Mira ese tigre, papá! –señaló Robin.

–¡Mira el hipopótamo, papá! –señaló Tabata.

Los dos pequeños estaban muy emocionados con los animales. Cada quien jalaba por su lado a su padre para que viese los animales que ellos veían.



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Editado: 30.12.2022

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