Mi primo se levantó aquella mañana temprano, salió del apartamento y volvió al cabo del rato. Me llamó aparte, mientras desayunaba, y me enseñó una caja:
ufano.
una piedra va a caer a tus pies, te falta un tornillo.-
Vaya manera de empezar el primer día de vacaciones.
Me puse casi trágico para hacerle desistir. Veía a mi primo con la cabeza abierta por una pedrada con una piedra pintada y un ridículo espantoso de por vida. La piedra desapareció con su caja y nunca más supe de ella.
perdido. –Apostillé.
Nos pusimos los trajes de baño, cogimos las toallas y nos fuimos a la playa.
He de decir antes que no soy muy amigo del agua. No es que no me duche, es que en grandes cantidades me da bastante miedo, si no es pánico. Y cuando digo grandes cantidades hablo de piscinas, embalses, ríos y por supuesto, el mar. Nado muy mal, y me gusta en la playa tocar el fondo siempre. Al menos sé que saldré del agua andando. Por este motivo y por un bolsillo más bien corto de dinero, sólo tenía un bañador que además era bastante feo. No me gustaba nada y me quedaba fatal, pero tampoco lo usaba mucho. Por eso, no iba a comprarme un bañador nuevo para siete días, aparte de que al final del verano es difícil encontrar algo bonito y que esté bien de precio. Lo dejaría hasta el verano siguiente.
En la arena de una manera más bien informal estaban algunos chicos y chicas de la “panda”, los demás irían llegando poco a poco. La panda la formaban: Noelia, la belleza rubia, Sonia, su amiga morena que siempre estaba sonriendo. No supe si lo hacia por convencimiento, por caer bien o por algún defecto de nacimiento en los músculos faciales que le provocaban la sonrisa. “Maciste”, el armario ropero de tres cuerpos y medio que tenía unos brazos que daban miedo y que era la sombra de Noelia, todo el día. aunque estuviera nublado. “Dientes largos”, el primer mariachi. Les llamaba así porque son como los mariachis, siempre haciendo el coro, rodeando a la figura, con sus guitarrones y sus trompetas.
Aunque los mariachis de verdad, no creo que le rían las gracias al figura, estos sí lo hacían y a veces las gracias tenían poquita gracia. “Dientes largos” era la sombra de “Maciste”, que a su vez era la sombra de Noelia, y también su contrapunto: Era delgado hasta casi ser esmirriado, con unos incisivos superiores tremendos, tanto que parecía un castor. Una incipiente barba de chivo completaba el cuadro. Era mariachi de dos figuras, de Noelia como todos y de “Maciste” y cuando este se cansaba de traerle coca-colas a Noelia y otras cosas como patatas fritas, pipas, etc., pues se las traía “Dientes largos”. Luego estaba “Pitufín”, este era un tipo bajito y con un tono de piel algo raro. Estaba muy moreno de tomar el sol por arrobas pero no sé por qué yo lo veía azulado, de ahí el apodo. Después venía “Gorras”, este no tenía nada más que, que siempre iba con gorra, de día, lo que era lógico, y de noche, lo que no era tan lógico. Debía de tener muchas porque casi nunca repetía. La mayoría eran de equipos de baloncesto de la NBA, cuando aquí solo los conocían cuatro iniciados: los Boston Celtics, los Angeles Lakers…Por último estaba “Angel Nieto”. Por el apodo se deduce fácilmente que tenía moto, lo que en aquellos años era, mucho más que ahora, un punto a favor con las chicas. Siempre quería coger su moto, para fardar, hasta para cruzar la calle: ¡Que lejos está eso!¡Voy en moto! ¿Alguien se viene?, eran sus frases favoritas. Pero casi siempre se iba solo. Su conversación gravitaba alrededor de las dos ruedas, de los motores, de los carenados, de los tubulares… Era un amante del escape libre, con gran contento del vecindario, claro. Luego estaban las otras chicas: las “bajitas y tetonas”, eran dos amigas como Pili y Mili, pero sin ser hermanas gemelas. La mayoría de la gente lo creía al principio, y siempre tenían que desengañarla. Eran regordetas y voluminosas de pecho, y siempre estaban dispuestas a secundar los planes que tuviera Noelia. Yo creo que lo hacían para recoger las “migajas”, que en forma de corazones rotos les dejara esta. “Ana Belén” era una chica que se daba un cierto aire a la actriz en aquellos años, con un punto de languidez y ensimismamiento. Hablaba poco, lo que no deja de ser raro en las “titis”. “Guay” era una rubia pizpireta y alegre que repetía su apodo constantemente, para ella todo era: ¡guay! o ¡súper guay!. Y cuando algo le entusiasmaba, pues ¡súper, súper guay!. Había algún otro chico y chica, pero cuya presencia era intermitente y a los que no llegué a apodar ni a recordar casi.