Apartado del campamento, hasta cruzando por el enorme despejo de árboles que rodeaban el pequeño lugar de entrenamiento, miré la tienda escondida entre unos cuántos árboles. Admiré la forma en la cual los arbustos la escondían, la forma en la que estaba metida en la tierra como si estuviera en un pozo y las tablas rotas de madera que adornaban la pequeña entrada. Bastante moderno para haber sido por personas que no estudiaron nada de arquitectura, o eso parecía.
Sue Lee se giró hacia nosotros al detenerse frente a la tienda y nos sonrió brevemente.
—El Doc está para ayudarnos, para tratar de conocernos energéticamente y nos enseña a controlarnos —explicó, sus manos a cada lado de su cadera—. Pueden contar con él para lo que necesiten, es un hombre ocupado pero servicial. Lo único que pido a cambio es que sean respetuosos y pacientes, ¿queda claro?
No hizo falta ni que dudara, con el tono de voz serio me dejó en claro que podría hasta ver consecuencias por no cumplir con el mínimo requisito. Thomas y yo asentimos, Sue Lee terminando por señalar la entrada y hacerse un lado para que podamos pasar.
—Van a tardar lo que tengan que tardar, como dije, paciencia —recordó—. Voy a estar entrenando a mis muchachos por aquí cerca y cuando terminen, pueden buscarme en los alrededores del campo o posiblemente aquí mismo y así discutir sus deberes. Mucha suerte.
Sin agregar más, se giró en sus talones y volvió por donde habíamos caminado. No tardamos mucho en ver cómo se iba que las palabras salieron de mi boca.
— ¿Es un poco seca o soy yo? —Lo miré a Thomas, que se encogió de hombros—. No es mala mujer pero es...concisa.
—Por lo que me dijo Noah, solía ser secretaria del director de la correccional —contestó, las cejas un poco fruncidas—. Debió aprender a ser así desde que empezó a trabajar en ese lugar...
Le sonreí de costado.
—Ya sé a quién recurrir para el chismerío.
Lo escuché reírse a mis espaldas cuando me giré en dirección de la entrada y me agaché para poder pasar por la pequeña apertura tapada con una tela, y pudiendo ver el interior, sentí que se me abría la boca por la sorpresa. Hasta Thomas atrás mío soltó un silbido al ver el interior.
Cajas enormes metálicas que parecían tener instrumental delicado, un montón de tubos conectados entre sí, y lo que parecía ser un generador lejos de la entrada. Pero no fue lo que estaba ahí dentro lo que me sorprendió en sí, sino que fueron los miles de tubos que flotaban en el aire y hasta tuvimos que agacharnos cuando algunos volaron por sobre nuestras cabezas en fila y directo hacia el hombre que divisé entre todo lo que había ahí. Nos estaba dando la espalda para cuando nos acercamos más.
Lo miré a Thomas antes de carraspear la garganta.
— ¿Doctor López?
Le reconocí los anteojos redondos en su tabique y la forma de la pelada sobre su cabeza, y me sorprendió como todo lo que estaba flotando a su alrededor terminó por apoyarse en la mesa que estaba frente a él. Dejó lo que tenía en sus manos y se giró a nosotros, una sonrisa amable entre sus mejillas.
—Deben ser los nuevos, Sue me avisó que pasarían —comentó, tendiendo su mano hacia nosotros—. Julio López, pero pueden decirme Doc.
—Taylin —fui la primera en tenderle la mano y Thomas después hizo lo mismo diciendo su nombre. El Doc rodó los ojos.
—Apenas entró supe quién era, tiene un rostro bastante familiar en este campamento, ¿eh? —bromeó, claramente refiriéndose al gemelo malhumorado.
Le sonreí levemente, Thomas ya acostumbrándose con ese tipo de comentarios.
—Sue Lee nos dijo que podríamos recurrir a ti para lo que sea...
—Totalmente —concordó y señaló todo su alrededor—. Soy quien estudia las anomalías en este lugar, trato de informarme y experimentar todo lo posible para poder conseguir alguna respuesta sobre todo lo que pasó.
—Supongo que la ciencia fue superada —mi ironía lo hizo reír, asintiendo con la cabeza.
—Totalmente, pequeña —suspiró y terminó frotando sus manos, mirándonos a ambos—. Así que, ¿Qué anomalía tienen? ¿Ya las probaron?
Thomas levantó una de sus manos como si estuviéramos en clase.
—Yo controlo hielo, y tuve mis prácticas —contó, encogiéndose de hombros—. No lo sé manejar del todo, pero voy paso a paso.
El Doc se giró sobre sus talones para tomar un banquito muy pequeño que estaba atrás suyo y lo arrastró hasta dejarlo frente nuestro. Le señaló a Thomas que se sentara, el cual me tuve que morder el interior de la mejilla al ver un tipo de casi un metro ochenta y cinco sentado en un banquito de primaria. Noté como el Doc volvía con algo en su mano, y estirando otra para otro costado, algo voló a su mano en menos de dos segundos.
Se acercó a Thomas, señalándolo para que mire hacia arriba.
—Y cuéntame, ¿Dónde estabas cuando sucedió la supernova? —le preguntó, prendiendo la linternita en sus manos y pasándola por sus ojos. Curiosa, me acerqué a ellos para ver que le estaba evaluando—. ¿Sufriste síntomas?
—Estaba en la heladería de mis abuelos, donde solía trabajar, y la nube me encerró ahí dentro —habló Thomas y no me perdí la forma en la que tragaba seco. A todos nos costaba todavía—. Sufrí de mucho frío, baja presión y muchos desmayos por las siguientes cuarenta y ocho horas después de la catástrofe.
Vi como el Doc asentía, todavía evaluando los ojos de Thomas, y a mi sorpresa y la de Thomas también, con otro instrumento en mano le pincho el brazo. Lo vi dar un respingo en el banquito y me confundió ver al Doc sonreír levemente, hasta que me hizo un ademán para que me acercara y mirara.
—Esto es imperdible.
Había prendido esa linternita rara que tenía en sus manos, y fue cuando estuve cerca que me di cuenta que no era una luz normal. Algo en ella parecía tener una tonalidad más azul, como si fuese luz ultra violeta, pero lo que destacaba no era ningún tipo de sustancia o líquido. Me dejó ver el iris celeste que pocas veces había visto en los ojos de Thomas cuando usaba su anomalía.