Recibí al silencio con los brazos abiertos, con la sensación de calma presente en el pecho y el continuo golpeteo de mi corazón avivando el calor en mis venas. Nunca me había permitido sentir la cercanía de alguien más de esa manera, o en sí nunca me había puesto a pensarla, pero apagar los pensamientos que iban de lado a lado en mi mente fue lo que me hizo respirar hondo y relajarme. Solo por unos minutos.
Sentí los ojos de Noah moverse de mí a sus piernas estiradas y después volver hacía mí, mientras que yo cortaba en pedazos la manzana y la iba comiendo. Se podría decir que nos quedamos escondidos del resto, yo habiendo nombrado la incomodidad de las sonrisas y toques cuando había ido hacia el comedor, y él había parecido sufrir lo contrario. En lugar de sonrisas, se encontraba con muecas decepcionadas o miraban para otro lado.
Se encogió de hombros cuando lo mencionó.
—Tienen toda la razón en hacerlo —concordó, un suspiro pesado en su pecho que largó y tiró su cabeza hacia atrás—. No cumplimos con nuestra palabra y muchos sufrieron.
—No pensaron que iba a ser así —me relamí los labios, queriendo buscar la forma de suavizar la situación, pero sin dejar de estar de acuerdo con los demás integrantes—. ¿Quién diría que los atraparían así de fácil?
Me miró de costado.
—Tú lo hiciste —recordó—. O bueno, se lo dijiste a Tom, nos metimos en la boca del león esperando domarlo. Nos olvidamos de los instintos primitivos que suelen tener.
No era algo muy usual verlo reconocer sus errores, los hombros un poco caídos y la constante seriedad en sus facciones, por más que usuales, que dejaban en claro qué tan avergonzado estaba del fracaso. Peleé contra la necesidad de apoyar una de mis manos en su rodilla, buscando conformarlo en cierto lado, y en lugar de eso me encontré cortando un pedazo de mi manzana y tendiéndoselo a él.
No dijo nada al agarrarlo y mandárselo a la boca. Yo me quedé mirándolo, arqueando una ceja curiosa al ver unas mangas largas en él -que nunca había visto, siempre andaba sin mangas- y me mordí el labio inferior.
—De ser así, dije muchas cosas —apoyé mi espalda contra el tronco detrás nuestro y corté de vuelta la manzana—. No quiero ponerle limón a la herida, pero no tendrían que haberme dejado atrás tampoco.
No me animé a encontrarme con sus ojos almendra a pesar que los sentía encima.
—Solo quise cuidarte-
—Sé que sí —lo interrumpí, el calor en mis mejillas sofocándome un poco y escondiéndome detrás de la maraña que se suponía que era mi pelo—. Pero no puedes tomar decisiones ajenas, así como no lo hiciste con Tom, no tendrías que haberlo hecho conmigo.
No hizo nada más que asentir, sus dedos jugando entre sí a prenderse fuego y deshacerse en el mismo momento. Lo vi tensar su mandíbula unos pocos segundos y después me dio una mirada de soslayo, relajando su rostro al verme sonreírle de costado y tenderle uno de los últimos pedazos de manzana que me quedaban.
—Se supone que tendrías que estar comiéndola toda… —me reprochó, de igual forma tomando el pedazo—. Necesitas recuperar tu energía.
—Comí mejor de lo que no comía hace meses —me reí, masticando el último pedazo y enterrando el tronco de la manzana, como Claire me había enseñado una vez, para fermentar la tierra—. Unos pedazos no van a hacer la diferencia…
—Después de lo que pasó, podría ser —decidió sacar el tema, mis ojos en seguida él con toda la paz en mi pecho esfumándose en el aire al mismo tiempo.
Él sabía.
—¿Qué pasó, Noah? —relamí mis labios, rogando que él no fuera como los demás y me dijera—. Nadie me lo quiso mencionar y lo único que me dejaron en claro fue que hice algo muy serio. Tanto así, como para que solo el Doc pueda explicármelo.
Reconocí los gestos que estaba haciendo apenas terminé de hablar.
—Taylin-
—Por favor no seas como los demás —le hablé encima, mi preocupación tiñendo mis palabras—. Necesito saber que pasó y saber que no herí a nadie importante. Necesito que me lo digas de ser lo contrario.
Más allá de tener que rogarle con palabras, también lo hice con los ojos. No se los saqué de encima, encarando los suyos almendrados que, a diferencia mía, se encontraban fruncidos en duda. Me estaba mordiendo el interior del labio para tratar de calmar la incertidumbre en mi pecho, la duda comenzando a ser demasiada, hasta que una de sus manos se estiró hacia mí y me tomó de la barbilla con cuidado.
Hasta se había inclinado hacia mí, dejando espacio entre nosotros y sólo para mirarme lo más fijo posible.
—No heriste a ninguno de nosotros —fue lo primero que soltó, mi corazón y mente relajándose al oírlo—. Hiciste lo que tenías que hacer.
—¿Y qué fue? —presioné—. ¿Qué fue lo que hice?
Lo vi respirar hondo, su dedo pulgar debajo de mi labio inferior y dando una pequeña caricia que se sintió hasta en las cosquillas en mi estómago.
—La verdad es que no lo sé. Solo te vi a ti, una luz enorme emanando de tu cuerpo y lo único que sé es que, cuando te desmayaste, no me encontré con ningún soldado más y parte del campamento tampoco —soltó, sus palabras confundiéndome todavía más—. Por eso es que debes ir a hablar con el Doc, es el único que puede darte respuestas más concretas.
Me quedé sentada frente a él, tratando de asimilar sus palabras y solo pude fruncir las cejas, sin entender. ¿Había hecho desaparecer a los soldados? ¿Aparte de su campamento? Imposible, esa no era mi anomalía. Yo no podía hacer desaparecer gente. Recordaba la luz que él había nombrado, la memoria trayéndome otras como el sentimiento que me había dado y la sensación de libertad que me había agobiado. Y el grito. Me acordaba de haber gritado.
No lo pensé mucho al levantarme de donde estaba, la mano de Noah cayéndose de mi rostro, y empezar a caminar fuera del comedor. Lo escuché al otro levantarse a mis espaldas, sus pasos rápidos en mi dirección hasta que, antes de preguntarme que estaba haciendo, lo tomé de la muñeca y lo arrastré conmigo por todo el campamento hasta cruzar el campo de entrenamiento y encarar la carpa del Doc.