Siempre había dicho que protegería a mi hermana, a la pequeña diabla de la casa que era la alegría de la familia. La belleza que mis papás habían traído a nuestro hogar pero que había bautizado diabla por su locura. A la inocencia de la casa en la cual se sintió su ausencia apenas había vuelto.
Mamá nos había hecho el desayuno, unas cuantas tostadas y un café caliente que tanto había extrañado. No obstante, lo sentí frío e innecesario, mi cabeza en otro lado y solo pensando en dónde estaría Morgan. A mamá le temblaban las manos mientras que ella se servía un té, mi papá estirando la suya para entrelazar sus dedos con los de ella. Mientras tanto, Thomas y Claire se mantuvieron callados y con tres tostadas prácticamente atoradas en su boca. Yo tenía el estómago cerrado, no podía ni respirar sin sentir náuseas.
Papá deslizó el plato con tostadas hacia mí.
—Tienes que comer, pequeña —me dijo—. Estás muy delgada.
—Ustedes también —respondí al instante, mamá escondiéndose en su saco y papá bufando—. Yo estoy bien, enserio, solo...necesito saber qué pasó. Cómo y cuándo y qué saben de todo esto.
Para cuando mi mamá se sentó frente a nosotros, lo primero que hizo fue empezar a masajearse las sienes, los dedos de mis papás sin haberla soltado. Me destruía verlos así, tan en pedazos y tratando de mantenerse a flote. No dije nada al no verle el uniforme de médica a mi mamá, podría ser domingo y yo no estaba enterada, pero tampoco parecía ser algo que pudiera preguntar.
Papá se giró hacia mí después de carraspear.
—Apenas se fueron, todo se volvió un desastre —nos señaló a Thomas y a mí, una mirada rápida entre nosotros antes de volver a mi papá—. Soldados revisando la casa, apuntando sus armas hacia nosotros y reclamando que les dijéramos donde estabas. Más allá de que no íbamos a delatarte, verdaderamente no sabíamos a donde te habías ido. Lo único que teníamos en claro era que ibas a estar con él y que mutuamente se iban a cuidar.
Con el gemelo sentado a mi lado, fruncí la boca en una pequeña sonrisa al sentir su mano en mi rodilla al darme un apretón suave.
—No nos hicieron nada esa vez... —me mordí la parte interior de la mejilla que fue cuestión de segundos antes de saborear la sangre de la herida. Esa vez—. Nos tuvieron en la mira por muchas semanas, visitas prácticamente diarias para ver que no habías vuelto. En la casa de los Parker también.
Fue mi turno mover mi mano hacia Thomas, aferrando el dorso de su mano con mis dedos temblorosos al sentirlo tensarse.
—No se si habrán visto la heladería, pero lamento tanto lo que le pasó —decidió continuar primero mi papá, un asentimiento leve de cabeza de parte de Thomas y él soltó un largo suspiro al pasar su mano por su rostro—. Que desperdicio de sociedad nos volvieron, por favor...
Inconscientemente terminé asintiendo con él, no estaba lejos de la verdad.
—La cuestión es que, comenzó a pasar más el tiempo y los números de anómalos habían comenzado a bajar acá, al menos los que capturaban y orgullosamente... —rodó los ojos—... contaban y mostraban en la televisión. Fue y es repugnante todo lo que hicieron y hacen. Supongo que fue esa necesidad de querer controlar lo que ellos no conocían lo que hizo que la segunda ola fuera más dura, porque la esperaron con todo tipo de arma y detector. No hubo forma de escapar de ella.
Fruncí el ceño.
—¿Estás diciendo que ellos esperaban a que pasara?
—De cierta manera, creo que sí, ¿Cómo podrían haber desarrollado tanto aparato en cuestión de semanas para que justamente días después comenzara a surgir la segunda ola de anómalos? —mi papá estaba lejos de ser un científico, con suerte se acordaba de como dividir con dos cifras, pero tenía un buen punto lógico—. Si cuando ustedes se fueron la casa fue dada vuelta, no te puedo explicar lo que fue la segunda vez. Hasta nos sacaron muestras de sangres a los tres.
—¿Sangre? —la voz pequeña de Claire escondida atrás de su taza se llegó a escuchar—. ¿Nuestra sangre es diferente ahora?
—No —decidió hablar mi mamá, sus facciones más duras de lo normal al mirarla a Claire. Fruncí levemente el ceño ante eso—. Simplemente pensaron, al principio, que podían hallarlos mediante la sangre. Les tardó dos semanas darse cuenta que la energía no corre por la sangre, sino por algo más.
Thomas a mi lado también frunció el ceño por la voz cortante de mi mamá, ladeando su cabeza y, por un instinto que compartimos, se inclinó sobre la mesa más cerca de Claire quien tragó en seco. Con la pregunta en la punta de la lengua, mi papá carraspeó la garganta.
—Tu hermana no mostró ningún síntoma o rasgo de anomalía hasta hace poco. Nunca pensamos que ella también podría haber absorbido algo como te pasó a ti —juntó sus manos contra sus labios, sus ojos fijos en mí—. Lo quiso esconder de nosotros, no quería que nos enteráramos, estoy seguro. No llegué ni a preguntarle que era que me la arrebataron de los brazos.
Que sus ojos se cristalizaran me partió el corazón, en el mismo instante estirando una de mis manos para rodear las suyas. La apretó con fuerza, dejándome un beso en el dorso de ella y sorbiendo la nariz. Le habían arrebatado a su hija más chica cuando la mayor se había tenido que huir, ¿Qué tipo de padre no sufriría ese dolor y abandono?
Encontré mi voz en el fondo de mi garganta, muy cerca del nudo tenso que se estaba formando.
—¿Y cómo fue que se enteraron de ella?
Mamá decidió responder esa vez.
—Confió en una de sus amigas, le dijo que podía hacer algo que ella no y...la espantó —mamá meneó la cabeza, todavía no creyéndolo—. Apenas llegó a casa ese día y nos contó lo que sucedió, su amiga ya le había dicho a su familia y ellos enviaron los soldados a casa.
—Solo pudimos verle el destello en sus ojos, porque tenía miedo, porque estaba aterrorizada cuando tiraron la puerta abajo —masculló mi papá, limpiando con la punta de su camisa las lágrimas rebeldes que habían logrado escapar—. Me quise poner en el medio para que no la lastimaran, y penosamente, mi pierna se llevó todo tipo de impacto para que no me pudiera volver a poner en su camino.