Me deslicé contra un árbol, mi espalda pegada al tronco, apenas la luz se giró en mi dirección. Con la respiración agitada, me pegué todavía más contra lo que estaba a mis espaldas al escuchar el ruido de la maquinaria, y cerrando los ojos con fuerza, desaparecí de cualquier ojo ajeno apenas la luz llegó a alumbrar mi contorno. Me quedé quieta hasta que el reflector volvió a girar hacia el otro lado.
A diferencia de escabullirnos en el día, en la noche enormes reflectores alumbraban los bosques, la luz metiéndose por cada pequeño orificio que podía por la intensidad que tenía. Siquiera estando cerca de la escuela me habría pensado cuánta seguridad habrían impuesto, no podía creer la obsesión que tenían por hallarnos. ¿Cómo hubiera hecho aquello si no podría volverme invisible? ¿Hubiera podido, se hubiese dado el caso, atravesar todo aquello con Claire y Thomas pegados a mis manos?
La respuesta era obvia cuando tuve que saltar otro sensor que por poco me dejaba en evidencia.
Con cuidado de los sensores, raíces de los árboles que me podían hacer tropezar, y de igual forma esconderme de las luces por las dudas de que también fueran sensores; ya me sentía agotada. Iba menos de la mitad de camino y tenía todas las desventajas a mi favor que me hacían tardar mucho más de lo que había pensado.
Aprovechando los pocos segundos tenía en la oscuridad, corrí con cuidado lo más rápido que puede entre los árboles, contando mentalmente hasta llegar a 10 y tener que detenerme detrás de un arbusto cuando el reflector volvió a iluminar en mi dirección. Eran diez segundos de movimiento y otros cinco de reflector. Venía haciendo lo mismo desde hacía media hora cuando probablemente ya podría haber llegado mínimamente a un camino más corto.
Terminé de pasar el camino del reflector cuando llegué a un punto donde la luz no llegaba a tocarme, y soltando un suspiro de alivio, sentí que todo pelo en mi nuca se erizó al escuchar pasos. Y voces. Me quedé sin aire al darme cuenta de lo cerca que estaban. Lo único a mi favor es que seguía estando invisible para los demás, no obstante, mi corazón no parecía entender aquello.
Me quedé quieta en mi lugar sin saber por dónde escabullirme sin hacer ruido.
—…injusto. Estoy muy cansado como para tener que hacer más guardias esta semana —logré escuchar que decía uno de los soldados, una voz bastante grave y que me dio escalofríos escucharla tan cerca—. ¿Es que piensan que algo grande va a pasar? ¿Lo mismo que ocurrió hace semanas?
—Tyler, ¿es que no entiendes que pasó? —habló una mujer, justamente cruzando delante de mí. Oscuro y todo, no pude verles el rostro—. Desintegraron a nuestros compañeros…
Si supieran que la razón esta estática al lado de ustedes.
—Sé que sí, y espero que atrapen a ese anómalo asqueroso —estuve tentada a dejar mi silencio con un puñetazo directo, pero sabía que no era lo mejor—. Pero no entiendo por qué necesitamos tener cuidado acá, donde no tienen chance de escapar.
—Quien sabe, supongo que el Coronel espera la rebelión de ellos o algo así —respondió la mujer, cada vez más lejos y removiéndose en la oscuridad. El sonido de su uniforme moviéndose me permitió notarlo—. Tenemos que seguir buscando y usando este aparat-
Fue la alarma constante lo que me hizo tensarme el doble de lo que ya estaba. Las pisadas se detuvieron, en la oscuridad reconociendo las luces del supuesto aparato que titilaba y hacia más ruido. La mujer, siendo más rápida que yo, dirigió su mano con el aparato en mi dirección, la alarma sonando más fuerte. Claro, yo estaba ahí parada, y eso parecía ser el detector que mi papá había hablado.
—¿Qué-?
No le di más tiempo para hablar, me largué a correr en la dirección contraria, el sonido de mis pasos rompiendo ramitas y hojas despertándolos de su trance confuso y tratando de seguir el sonido. Los escuché hablar por la radio que cargaban, no supe reconocer que decían, mi enfoque estaba en salir de ahí viva. Más rápido se escuchaban las pisadas y más fuertes eran las mías contra la tierra, prácticamente intentando equivaler la velocidad de mi corazón.
Por la linterna que habían encendido, tratando de encontrarme y no logrando hacerlo, por obvias razones, la luz me ayudó a reconocer la cerca metálica que se acercaba. Me sentí en una película de acción al amagar hacia un costado, mis pies marcándose entre las hojas de los árboles en el piso, y en dos segundos me hallé escalando la cerca en dos pasos largos y cayéndome de bruces en el otro lado. Me mordí la lengua para no soltar ningún sonido y seguir alejándome al levantarme de un salto.
Del otro lado de la cerca, los dos soldados se quedaron caminando por los costados de la cerca, apuntando el aparato en distintas direcciones y que poco a poco iba perdiendo el volumen de la alarma al paso que me iba alejando. Tenía la respiración tan agitada, el corazón como loco, que al tropezarme con algo duro solté un pequeño quejido. Se me apretó el alma al reconocer lo que era y di un salto hacia atrás.
Era una lápida.
No fue difícil darme cuenta donde estaba parada cuando muchas más de ella me estaban rodeando, mis pasos torpes hacia atrás con cuidado de no llevarme puesta otra. Me había olvidado de donde estaba el cementerio del pueblo, escondido respetuosamente dentro del bosque para que los fallecidos literalmente estuvieran en paz. Y ahí estaba la ridícula pisando sus nombres por el susto que se había pegado con los soldados.
Tratando de buscar la salida, entremedio de las enormes cruces de cemento o las flores que decoraban los alrededores, no quise pensar en la cantidad que se había sumado desde la supernova. Recordaba haber tenido trece años y despedirme de mi tía abuela y estaba segura que no estaba así de lleno. Hasta había algunos que parecían tener poco tiempo ahí mismo.
Entre medio de ellos y fue de reojo que encontré las primeras letras, lo cual me hizo quedarme estática sin todavía girarme hacia la lápida. Solo quise asegurarme de no estar viendo mal, de que estaba equivocada, que era en realidad lo que más quería que pasara, que no sea lo que yo había visto. Renegué tanto lo que había visto que por más que estaba frente a mí, el nombre tallado bien claro y prolijamente marcado, me caí de rodillas frente a él y terminé apoyando mis manos sobre el cemento.