Fueron días por los cuales caminamos, deteniéndonos por solo unas pocas horas que no bastaban para el cansancio que todos cargábamos. Tanto físico, mental como emocional. Los más pequeños fueron los que más parecieron padecerlo, arrastrando sus pies y tratando de seguirnos el paso que la verdad tampoco era apurado. No sabía ni para dónde estábamos yendo, lo único que teníamos en claro era que confiábamos en Sue y que no había nada más por hacer. Ya no teníamos nada seguro y si lo mínimo e indispensable estaba en nuestras opciones, no habría otra más que tomar la oportunidad.
Lo que más me partió el corazón en todo el camino, más allá del constante peso en mis hombros, fue ver como los brazos de Thomas temblaban por el mismo cansancio de cargar el cuerpo de Claire y, sin embargo, nunca dejó que alguien más la cargara. Decidí no decir nada, tampoco nadie intentó, solo que sabía lo que estaba cruzando por su mente en ese momento. Habiendo intercambiado los roles de aquella mañana cuando Jamie murió; él ahora cargaba la culpa de seguir vivo por quien se había sacrificado y colgaba en sus brazos. No sabía cómo explicarle que no era su culpa, solo había una persona a señalar y era yo, y solo me dediqué a estar al lado suyo y cargar con su mochila y la de Claire.
Se sintió tanto más frío en las noches, entre el silencio y que cada vez más nos acercábamos a las costas qué, con sus brisas del océano y mar empezando a bajar la temperatura, fue cuestión de metros que tuvimos que empezar a abrigarnos. Los únicos que no tuvieron esa necesidad fueron los gemelos. Noah terminó tendiéndome su buzo de vuelta y Morgan arrastraba la campera de Thomas, el tamaño tan grande en ella que me logró sacar una sonrisa.
Le tomé la mano apenas le terminé de subir el cierre de la campera y ella la apretó con fuerza antes de tirar de ella para que me agachara.
—¿Falta mucho para llegar?
Me encogí de hombros.
—No sé ni dónde estamos paradas, no te voy a mentir —le acomodé el pelo de la cara al verla bostezar, de rojo notando el sol de la madrugada comenzando a aparecer. Con un largo suspiro me paré en mis rodillas y le señalé mi espalda—. Vamos, te llevo.
Yo estaba más que agotada, no podía pensar en algo que no fuera poder sentarme y cerrar los ojos dos segundos. Penosamente no sólo no teníamos el tiempo, tampoco podíamos estar al aire libre indefensos, lo último que necesitábamos era una segunda ronda con los militares. Morgan me abrazó el cuello y se impulsó sobre mi espalda, mis manos atrapando sus rodillas y cargándola para seguir caminando.
Había decidido no tocar el tema de su anomalía por el momento. No había forma que no tuviera las millones de preguntas en la punta de la lengua, más que nada el cómo pudo ocultarlo y porqué compartíamos la misma anomalía. Me tensaba pensar que ella cargaba la misma arma que yo, una niña de doce años tenía el poder de desintegrar a personas, temía por lo que podría pasar en sus berrinches adolescentes. Se venía todo un camino que yo desconocía, tanto una crianza como una anomalía que teníamos en común. No sabía si estaba lista para semejante responsabilidad, pero estaba segura de que iba a cumplir en todo lo que pudiese.
Reconocí a Luna a mi costado, ella rápidamente tomando las mochilas que todavía cargaba y las subió a su espalda. Señaló a mi hermana con una pequeña sonrisa.
—Ya se desmayó, pobre —notó, fue cuestión de segundos que los bajos ronquidos de mi hermana me llegaran a los oídos—. Esperemos que a donde vayamos al menos tengamos un techo que nos cubra y poder descansar bien, ¿eh?
Me reí con ella—. ¿Qué tal una buena cama?
—Ni me lo digas —cerró los ojos con exageración y rio por lo bajo. Parecía que hablar se veía más como un pecado, todas nuestras palabras siendo susurradas—. Tengo sueños mojados con poder volver a meterme entre mantas cálidas y no salir de ahí.
—Supongo que todos tenemos cosas que extrañamos que solíamos hacer diariamente —fruncí los labios en una fina línea y ella asintió conmigo—. Yo extrañaba darme una ducha, tuve la suerte de poder darme una cuando me fui...
Me miró de reojo. No con odio, como muchos seguían haciendo, sino que en broma. Luna era de las otras pocas que no querían arrancarme los pelos.
—Te envidio, los baños cortos en el lago no eran lo mismo —se acomodó el pelo en una coleta alta, todo tan revoltoso como de seguro debía estar el mío, y soltó un suspiro. Sus hombros se mantenían tan tensos como los de los demás—. Son cosas tan tontas y que nunca pensé que iba a extrañar por no poder hacerlas.
Relamí mis labios, acomodando el cuerpo de Morgan que se me deslizaba por la espalda, y asentí con ella una vez más. La vida ordinaria que no volvería. Los pequeños placeres de la vida tan pacíficos que eran un gusto en el pasado y un recuerdo melancólico. La miré de costado mientras seguíamos el largo camino que nos quedaba, ojeando su perfil imaginándome el uniforme de enfermera que algún día habría lucido de haber seguido con sus estudios. De sus manos salvando vidas y cargando el orgullo de haber hecho que una familia no perdiera a su integrante.
Que desilusión debía ser en sus ojos que la sangre seca que seguía teniendo en sus nudillos había sido por lo contrario y porque no había tenido opción.
—Luna... —hizo un sonido con su garganta para hacerme saber que me había escuchado y le sonreí de costado—. Gracias, por todo. No solo fuiste a buscarme y salvarme el pellejo, sino que cuidaste de mi hermana cuando no pude. Y…también lo lamento. Por todo. Por tu prima incluso
Reconocí la espalda de Anna a unos cuantos metros, alejada de todos y abrazándose sola. Había perdido a su único compañero, ¿Qué podría decirle? ¿Qué lo lamentaba? No sólo no éramos amigas, Logan tampoco era alguien que yo le tuviera un cariño inmenso. No obstante, seguía siendo un nombre más en la lista que pesaba en mi cabeza.