— ¿Dónde estoy? —murmuré al observar los alrededores.
El cielo era totalmente gris, como si un volcán hubiera hecho erupción y las cenizas cayeran a partir del humo que ahora llenaba el firmamento. Mis alrededores estaban casi vacíos; me encontraba en el centro de lo que parecía un cráter. Los cuerpos calcinados que adornaban las proximidades me pusieron bastante nervioso, y el aire era lo suficientemente denso como para que me costara muchísimo trabajo poder mantener la respiración; tenía que salir de ahí antes de que me ahogara por completo. Intenté trepar por las pendientes del lugar, pero me era imposible hacerlo. Mis brazos no tenían fuerzas y mis piernas empezaban a tambalearse por la pérdida de aire que estaba sufriendo en ese infierno. Al tratar de subir por la zona inclinada menos acentuada, pude escuchar unos pasos detrás de mí.
— Mateo… —decía una silueta a pocos metros de mi posición.
— ¡NO! ¡ESTO NO! —exclamé al reconocer la bata negra de un hombre calcinado.
— Mateo… no te rindas… protégelos… —decía Enzo con la cara chamuscada y una voz del inframundo. Sus ojos estaban inyectados en sangre y su sonrisa solamente me paralizó del miedo.
— ¡ALÉJATE DE MÍ, TÚ NO ERES ENZO! —grité desesperado, sin poder moverme.
— Algún día… descubrirás la verdad… despierta… despierta… —repetía al acercarse a mí— despierta… despierta…
Cerré los ojos cuando su mano huesuda estaba a punto de tocarme.
— ¡QUE TE DESPIERTES, BOBO! —gritó Lucy al propinarme un golpe directo en la cara con una almohada.
— ¡AAHHHHHHHH! —grité por mero instinto al levantarme de golpe. La sorpresa se la llevó Lucía porque cayó de espaldas en el suelo, azotando como vil res.
— ¡Baboso, me asustaste! —exclamó con una sonrisa— ¿Estabas teniendo una pesadilla?
— Yo… —dije al jadear unos momentos y ver que me encontraba en mi recámara dentro del cuartel de los Supernova— creo que mi mente me jugó una mala pasada.
— Pues más te vale que ese sueño no sea una excusa para cancelarme —dijo de manera coqueta. Al observar mejor, vi que llevaba puesta una falda muy linda, una blusa demasiado femenina y su cabello anaranjado estaba arreglado de tal manera que resaltaban sus preciosos ojos azules.
— ¿De qué hablas? —pregunté, todavía aturdido.
— ¡Ay, eres un grosero! —exclamó con un puchero— ¡Te dije que hoy te iba a mostrar mi lugar favorito de la ciudad!
— ¡ES CIERTO! —grité al recordarlo. Me levanté rápidamente y tomé una toalla que me llevé al baño para ducharme. Encendí el agua y, aún fría, me metí como si fuera tarde a una entrevista de trabajo. Al regresar a mi habitación corriendo y empapado, siendo mi toalla lo único que cubría mi cuerpo, me encontré a Lucy sentada en mi cama— ¡AHHH! ¿QUÉ HACES? —cuestioné, cubriéndome con las manos. Casi se me cae la toalla.
— Espero para que termines de arreglarte —afirmó inocentemente.
— ¡PERO NO EN MI RECÁMARA! —grité al tomarla suavemente de la mano y sacarla de ahí— ¿Qué pasó con la privacidad entre los Supernova? ¡Tú te esperas ahí afuera! —exclamé y cerré la puerta. Me vestí con un par de pantalones de mezclilla y una camisa negra que compré hace algunos días en una pequeña tienda de la metrópolis subterránea.
Ya habían pasado exactamente siete días desde que Enzo se sacrificó por mí y mi hermana, además de ser justamente ese día en el que varios secretos fueron revelados a la población y el proyecto de Supernova continuó en pie con más apoyo de la gente que nunca antes. La población que aún apoyaba a Ismael y su gobierno solamente lo hacía por miedo o, algunos pocos, porque creían que el proyecto Supernova era una desviación de recursos y una pérdida total de tiempo. Lo que sí se podía asegurar era que la influencia de Nicolás como nuevo líder al mando de las investigaciones ahora se había nivelado con la de Ismael, además de que la gente confiaba mucho más en las decisiones del tío Nico que en las del tirano. A pesar de esto, Ismael todavía seguía teniendo el control sobre decisiones importantes en la sociedad y en el ejército, además de que sus prácticas de torturar a todos los rebeldes por considerarlos herejes seguían realizándose; la diferencia era, sin lugar a duda, que ya no se metía tanto en los asuntos de los Supernova. La fricción de ideales seguía presente, pero ahora se evitaban las confrontaciones directas. Podría afirmar que la humanidad estaba en su mejor momento hasta ahora después del inicio de este apocalipsis.
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Editado: 10.07.2019