Súplica a la Luna

Luna mía, devuélvemela

Miro por la ventana.

Y ahí está. Tan hermosa como siempre.

Blanca como la nieve más pura.

Con su brillo tímido, dispuesta a guiar en la noche a todo quién se lo pida.

Está tan alta que parece imposible que alguien haya podido visitarla.

Pero hoy no vengo a admirarla… Vengo a suplicarle… Bueno, ya hace mucho que no salgo a verla. O sea, la he visto y tal, pero ya no salía a la ventana a hablarle. Y algunos me dirán que la terapia hace efecto al no hablarle a una puta roca flotante, pero ellos no saben que amo hacerlo… Amaba hacerlo…

No sé, creo que dejé de hacerlo porque me intenté olvidar de Ella.

Han habido otras “Ellas” imposibles todas ellas; como la Luna eran hermosas e inalcanzables pa’ un patán como yo.

De hecho, me declaré a una. Y esto se lo digo a la Luna, discutí conmigo mismo ante la Luna sobre si hacerlo o no… Y cuando estaba con la chica, no encontraba a la Luna por mucho que buscara. Lo hice sin la compañera. Es como si con su indiferencia me condenara al rechazo. La chica me rechazó y la Luna desapareció entre las nubes el resto de la noche.

¿La Luna me habrá reñido porque me olvidé de Ella? Desvarío, esto de la Luna sólo era una excusa para divagar y acordarme de Ella, no para atribuirle propiedades mágicas.

Pero ahí estaba la Luna, en todo episodio, en toda noche. Pobrecita la Luna, me ha visto hacer cada barbaridad cada noche que salgo. Creo que sí me castiga, veo como la Luna cambia todos los días y yo sigo siendo igual de imbécil.

Pobre Luna, ya se debe de sentirse como debe de hacerlo Dios cuando un ateo reza.

Pero…

Miro por la ventana.

Y ahí está. Tan hermosa como siempre.

Blanca como la nieve más pura.

Con su brillo tímido, dispuesta a guiar en la noche a todo quién se lo pida.

Está tan alta que parece imposible que alguien haya podido visitarla.

La Luna me ve.

Y ahí estoy. Tan imbécil como siempre.

Perdido como el pecador más impío.

Con palabras tímidas, queriendo una guía que ilumine en la búsqueda de Ella.

Tan perdido que le cuesta pensar sin repetirse, como si anduviera en círculos.

Y le hablo a la Luna, le suplico directamente.

Luna mía,

¿Cuántas veces me habrás visto en condiciones humanas pésimas?

Pobrecita, fui el primero que dijo que el humano era el primero que manchaba el nombre de la noche y soy el primero en hacerlo.

Genuinamente, la Luna ya no es un “método” para recordar a Ella, ¿cuántas veces le pregunté por consejo a ese satélite mudo?

Luna mía, dime.

Dime el porqué me la has devuelto. Dime el porqué me ha escrito, no te hagas la tonta, sabes que me ha escrito, sabes que he vuelto a recaer en las palabras de Ella.

Luna mía,

Ciertamente, te veo como la podría ver a Ella; bella, deseable e inalcanzable.

Luna mía,

Podría reclamar y reclamar, pero tu mudez me ahoga.

Luna mía,

Tú que lo ves todo, la tienes que ver más que yo, tienes el privilegio de ver a Ella más que yo; dado que tienes ese privilegio, dime, por qué la vuelvo a desear.

Luna mía, a veces deseo no haberte visto con los ojos con los que una vez te vi.

Desvarío, no puedo estar hablándole a una puta roca flotante. Mas, lo estoy haciendo. Es lo que me queda. No puedo preguntarle a Ella si me miraba del mismo modo en el que yo lo hacía.

Desearía haberlo, desearía poder hacerlo, poder preguntarle y ser libre, librarme de esta comedura de cabeza. Desearía tener a Ella en mis brazos…

La Luna sabe muy bien quién es Ella, quiero que la Luna me explique por qué la sigo recordando. Cuando Ella, como la Luna, es una belleza fugaz, limitada a un instante de todo mi tiempo.

Luna mía, ¿si no es Ella, quién será?

Luna mía, explícame por qué después de tanto tiempo, me vuelve a escribir, vuelvo a sentir lo mismo y vuelvo a desear que me bese bajo tu luz.

Tu luz, tan tímida que da miedo, efímera, como la presencia de Ella. Pero su presencia fue suficiente como para después de dos años, siga pidiéndote su regreso.

Luna mía, lo siento.

Desearía que no me vieras borracho, haciendo cosas de las que me arrepiento cuando ese avaricioso sol sale… Te juro que deseo que no me veas por las noches, porque desearía estar con Ella bajo un techo. Un techo que opacaría tu luz, pero que sería reemplazada por la de Ella.

Luna mía,

te juro que te quiero, pero genuinamente eres un reflejo de Ella. Lo siento, Luna mía.

Lo siento, Luna mía.

Me acompañas y, así te lo pago. Mirándote sin admirarte como antes.

Luna mía,

Deseo, en verdad, que me acompañes en el camino donde sea Ella el destino y que ambos podamos admirarte.

Luna mía,

Eres perfecta y hermosa, pero tu error fue recordarme noche tras noche al ser que hizo que me enamorara de ti.

Luna mía,

Un sol y sombra. Como deseo verla en aquella cafetería que me encanta como yo te veo en mi ventana.

La vida no me otorga la oportunidad de ver a Ella, en la cantidad y el modo que quiero… Pero siempre podré ver a la Luna desde mi ventana.

No podré caminar con Ella riendo a carcajadas, pero la Luna siempre me observa silenciosa.

No puedo declararme a Ella, y la Luna me tiene que aguantar en mis delirios de poeta.

¿La Luna se pensará que soy imbécil?

Probablemente, ninguno se queda ahí plantado frente a la piedra más grande discutiendo consigo mismo porque le da miedo hablar con Ella.

Luna mía,

Te pido que me ayudes, sabes que tú también le gustas… Dame fuerzas y medios, porque solo parezco no poder. Solo no me atrevo. El rechazo da miedo, que la pausa se convierta en fin da miedo. Luna mía,

Al igual que me iluminaste en aquel descampado, en esa vereda o en este momento, enséñame cómo he de acercarme a Ella.

Luna mía,

Prometo que dejaré de creerme un poeta frustrado, un romántico sin ambición, pero te suplico que al igual que siempre vuelves tras una luna nueva, yo pueda volverla a ver a Ella.



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En el texto hay: luna, ella, súplica

Editado: 15.02.2025

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