POV: Isaac.
Siento que estoy viviendo un hermoso sueño.
No puedo pedir algo más que seguir aquí con mi increíble familia. Salud, amor, compresión y prosperidad han sido los pilares fundamentales para una buena convivencia.
Han pasado tantos años que a veces cuando veo el mural de fotos en la sala parece que fuera ayer cuando nacieron nuestros bebés.
Flashback
Allison estaba camino a la sala de parto. Las contracciones eran más fuertes cada minuto que pasaba en el carro.
— ¡¿Ya llegamos?! — exclamó un poco alterada. Seguía respirando como había leído en el libro.
— Damos la vuelta y ya estamos en el hospital — respondió Lindsay. Ella nos había hecho el favor de manejar y mi suegra estaba dando indicaciones mientras yo trataba de calmar a mi esposa.
— Sigue respirando cariño — atiné a decir. Mi esposa apretó con tanta fuerza mi mano que creí que estaba rota. Aguanté todo lo que pude, después de todo ella estaba pasándola peor. No podía hacer más por ella y con mucho pesar en mi pecho solo podía dar ánimos a mi Allie para que ella aguante.
— Me duele mucho — murmuró una vez que acomodó su cabeza en mi hombro. Sobaba su gran estómago.
— ¡YA ESTAMOS AQUÍ! — Lindsay exclamó. Realmente esta mujer condujo como loca por la ciudad por sus sobrinos.
Sí, eran dos. Al parecer, en los últimos meses nos dimos cuenta de que Allie estaba comiendo mucho más y el eco reveló que eran mellizos los que venían en camino.
Nunca olvidaré las lágrimas que derramamos al ver y escuchar a nuestros hijos por la pantalla. Lindsay y Sandy fueron las primeras que gritaron a todo pulmón cuando la noticia fue revelada, pero decidimos no hacer babyshower. Allie se sentía muy cansada para tener una fiesta, así que prefirió gastar su tiempo en decorar la habitación de los niños. También nos encargamos de construir el resto de cosas, pues con la llegada de dos todo lo que habíamos preparado no era suficiente. Allí nos tenían con mi papá y mi suegro, todos tres luchando con las instrucciones de las cunas.
Lindsay y yo ayudamos a Allie a bajar del auto mientras Myrtle daba la información para que ingresemos.
Estábamos a punto de conocer a nuestros hijos, por lo que tuve que separarme para poder cambiarme y que preparen a mi esposa. Besé su mano antes de irme, prometiendo regresar rápido.
Aunque Allie nunca me lo dijo con palabras, su mirada la delataba. Tenía miedo de estar sola. Pero yo jamás iba a dejarla.
Cuando me permitieron ingresar, mi esposa ya estaba lo suficientemente dilatada para empezar a empujar. Sostuve su mano en todo momento. Aunque sí creí que también iba a tener que pasar por enfermería porque Allie no dejaba de apretar mi mano, pero no me importó mucho. El primer bebé que salió era un niño. No tuvimos mucho tiempo para disfrutarlo cuando Allie tuvo que pujar y gritar nuevamente hasta que nació nuestra niña. Esta vez estuve tan impactado y asustado que rezaba y luego repetía en mi mente que me operaría para que mi dulce esposa no tuviera que volver a pasar esto.
Tuve que retirarme a pedido de las enfermeras para el cambio de habitación. Allie es fuerte y saludables y los bebés también estaban bien. Mi suegra suspiró aliviada cuando escuchó la noticia, pero Lindsay junto con Sandy -quien había llegado con el resto de los familiares- insistieron en que diga el género de nuestros mellizos.
— Un niño y una niña — respondí agotado por la insistencia. Tomé rápidamente el café que me ofreció mi mamá.
— Un dos por uno, que suertudo — exclamó Lindsay, haciendo sus típicas muecas.
— Más bien, yo diría que buena puntería — agregó Zach. Torcí los ojos mientras los demás reían.
— Ya que estoy aquí, solicitaré la vasectomía — anuncié — No quiero que Allie vuelva a pasar por esto, puesto que ya tenemos una niña y un niño — terminé pasándome la mano por el cabello. Sentía que estaba sudado hasta por el alma.
— Al fin, alguien que piensa en esto — murmuró Lindsay. No pude hablar porque la enfermera nos interrumpió, diciendo que puedo pasar a ver a mi esposa y a los bebés.
Ingresando a la habitación, la enfermera pasó al niño a los brazos de mi esposa porque estaba empezando a quejarse.
Verlo allí derritió mi corazón y el agua salada corrió por mis mejillas.
— Es precioso y perfecto — habló mi esposa después de toda la hazaña que tuvo que pasar. El bebé se aferró a su pecho. La enfermera pasó a mis brazos a mi niña. Se veía arrugada y aun así me pareció tan hermosa. Acaricié suavemente su cabeza, mientras ella bostezaba.
— Muchas gracias amor — fue lo que alcancé a decir antes de que mi voz se quebrara. Intenté respirar hondo mientras estiraba mi brazo. Mi esposa tomó mi mano e hizo que me acercara hacia la silla a su lado.
— Gracias a ti también, papá — dijo antes de apretar mi mano. — Ahora, cariño, deberíamos decirle a la enfermera los nombres de nuestros mellizos — hizo que me enfocara. Suspiré y tuve que alcanzar la lista que llevaba en mi bolsillo.
— Él es George Luca y ella Harriet Danaé Burrell — mencioné hacia el personal. Allie sonrió. Los nombres habían sido elegidos con cuidado hace mucho tiempo. George terminó dormido después de comer y era el turno de Harriet antes de que vuelvan a la sala de neonatos.
Toqué las manos de mi hijo. La pequeña mata de cabello era rubio, mientras que la Harriet era café. Era el más pesado y grande de los dos. Lucía tan encantador descansando en mis brazos mientras observaba sus manitos. Todavía no pude controlar mis sentimientos cuando la enfermera se los llevó.
Allie estiró la mano para secar las lágrimas de mis mejillas.
— Les estás ganando a nuestros niños respecto al llanto — bromeó, como acostumbraba a hacerlo. Me acerqué más a mi esposa, acariciando sus manos.