Nada resultó tan fácil como Adelaide nos aseguró.
Cada estudiante tenía tres carpetas, éstas formaban el expediente, y en Portchest hay al menos mil alumnos, tendríamos que ordenar más de tres mil carpetas.
“¿Qué se supone que obtendremos de aquí?” preguntó Henry.
“Son muchos documentos, no podemos leerlos todos” admití.
“Podemos tomar fotografías y leerlas otro día” explicó.
“Tu tomarás las fotografías” accedí.
Adelaide hizo una mueca mientras sacaba el móvil de su mochila.
Uno a uno iba capturando cada documento.
Los segundos se convirtieron en minutos y luego en horas.
Observé mi teléfono, ya eran las 7 p.m., tres horas de completo aburrimiento.
Continuamos con nuestra labor, separando cada carpeta de la otra que era distinta.
De pronto comenzamos a escuchar un golpeteo constante, los tres nos miramos durante algunos segundos sin decir nada hasta que el lugar se llenó de... ¿gemidos?.
Adelaide no lo soportó y soltó una carcajada, le siguió Henry y al último yo.
No teníamos idea de quién se quejaba sin parar, hasta hace un momento creíamos que éramos los únicos es Portchest, evidentemente no.
Ya no había luz solar, lo único que iluminaba el lugar eran las lámparas del techo.
La puerta de la oficina del rector fue abierta para dar paso a una señorita Myers muy despistada que intentaba bajar su falda dando jalones de cada lado, tras ella salió el rector acomodándose el saco muy tranquilamente.
Su rostro mostraba malicia en una sonrisa alargada.
Los chicos y yo tratamos de engañar a nuestras cabezas.
Era algo que no esperábamos en absoluto, no podíamos juzgarlos, pues realmente no sabíamos si estos dos se aman o es lujuria pura, sin importar el motivo no somos los indicados para opinar.
Cada quién seguía en lo suyo. Tanto el rector como la secretaria fingían que no estábamos allí.
Nos observaron un segundo y después comenzaron a reír como si les hubieran contado el chiste más gracioso de sus vidas.
Por un momento casi fui contagiada por las carcajadas, pero después todo me pareció bastante raro.
Sobre los documentos moví mis manos tratando de captar la atención de la rubia y el castaño.
Cuando lo logré y ambos me observaban empecé a hablar en voz baja.
“Chicos, esto es extraño”
Ambos se miraron entre sí para después pasar su mirada hacia el fondo donde se encontraba el rector y su secretaria.
“Creí que vendrían aquí, o al menos notarían nuestra presencia” continué.
A pesar de la distancia podíamos escuchar las risitas de los enamorados.
Creo que están ebrios.
La puerta de la administración estaba siendo golpeada desde afuera, un golpeteo continuo y sutil.
“¡Llegaron!” gritó el rector levantándose de su asiento en un brinco.
“¿Quién llegó?” preguntó Adelaide con un toque de miedo, ocultando el temor y mostrando valentía siempre.
Nadie respondió a su pregunta.
El rector abrió la puerta. Del otro lado estaba Alessandra y dos hombres más.
Los tres sonreían de oreja a oreja.
“Es él” musité. Mis amigos lograron escucharme.
“¿Quién?” preguntó Henry en voz baja.
“El hombre que entró a mi habitación”.
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Nos leemos pronto... :3
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Editado: 05.08.2020