El hombre más alto se acercó con calma hacia nosotros.
Henry se puso delante de mí confrontando al rubio.
“Te dijo que nos veríamos muy pronto” sonrió. Solo evadió a mi amigo. Era para mí.
Estiró su mano con la intención de tocarme, pero Henry fue rápido y le lanzó un golpe a puño cerrado en la mejilla, cerca de la comisura de la boca.
El rubio rió con ganas. Con su dedo limpió la poca sangre que tenía sobre los labios y la llevó directo a su boca.
Tomó al castaño del cuello y sin esfuerzo alguno lo lanzó lejos. Su cuerpo cayó sobre la esquina de un escritorio, haciendo que pegara un grito de dolor.
“¡Henry!” intenté correr hacia él pero el rubio me tomó por atrás, su brazo izquierdo rodeaba mi pecho y pasaba por mis hombros, no podía moverme.
Sentí su respiración en mi cuello y luego lo escuché susurrar en mi oído.
“Serás mía antes de morir” dejó un beso húmedo en mi hombro.
Las lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos, era incontenible. El nerviosismo estaba presente, junto con la angustia.
Adelaide estaba en el suelo junto a Henry intentando ayudarlo.
El otro hombre se dirigió hacia ellos, tomó a la rubia y se la entregó al mismo hombre que me mantenía inmóvil.
Después de dejarla sujetó a Henry de los brazos y lo sacó de las oficinas. Ahora era nuestro turno para salir de allí.
En el patio del colegio se encontraba una suburban en color negro, cuando todos estuvimos dentro nos colocaron el cinturón de seguridad, y uno más que nos sujetaba por el pecho.
Henry y Adelaide iban en la tercera parte del vehículo, en el medio estaba el hombre más bajo.
Yo estaba en la segunda parte junto con el hombre que ya había visto antes.
Alessandra puso un pañuelo en la nariz de Henry e inmediatamente quedó inconsciente, después hizo lo mismo con la rubia.
Un momento después estaba frente a mí a punto de colocar el pañuelo en mis fosas nasales.
“¿Por qué?” chillé.
“Tú tienes algo que nos pertenece a mis hermanos y a mí”
Así que son hermanos.
“Dime qué es, si lo tengo te lo daré” propuse.
“Pero a ellos no los lastimes” supliqué.
“Ellos ahora saben todo, fue tu culpa por no dejarlos fuera de esto”
“Por favor” volví a pedir.
“Si me das lo que quiero dejaré que tú y tus amigos se vayan” terminó y puso el pañuelo sobre mi rostro.
En un par de segundos todo se volvió negro y silencioso.
Mis ojos se abrieron lentamente debido a la luz. La escena que estaba presenciando era bastante extraña.
Alessandra y el hombre que me sujetaba antes estaban en un beso bastante pasional.
Ella lo tomaba por el cabello y el tocaba su trasero.
No pude evitar que mi garganta hiciera ruido porque estaba ahogándome con mi propia saliva.
“Por fin despiertas”
Hacía mucho frío, estábamos en lo que parecía ser una cabaña de madera.
Estaba atada a una silla al igual que mis amigos. Los tres asientos estaban unidos por las esquinas del respaldo formando un triángulo.
Cuando observe hacia el piso todo fue aún más escalofriante. Estábamos dentro de un círculo elaborado con algún tipo de polvo rojizo.
“Lo haremos divertido” informó Alessandra muy emocionada.
“¿Sabes que es un niño de azotes?” cuestionó.
“No” me limité a decir.
“Ya sabía” sonrió.
Hizo una señal con su mano derecha e inmediatamente llegó corriendo un niño de piel blanca.
“Él será tu niño de azote, pero en vez de azotarlo James va acortar una extremidad, así que tiens solo cuatro oportunidades para darme una respuesta, después seguiré con tus amigos” terminó.
Aquel niño parecía tener cinco o seis años, tenía diversas marcas de tortura en sus brazos descubiertos y pequeños.
No dejaba de llorar, al parecer sabía que no bromeaban.
“¿En dónde está Finis est ad mortem?” preguntó.
“No sé lo que es” admití llorando.
Ella solo suspiró con cansancio y después observó a su hermano.
Él asintió y tomó al niño jalándolo y poniendo una de sus pequeñas manos en una mesa de madera, sujetó un cuchillo bastante grande.
Estaba asustado, no controlaba su respiración y la desesperación lo llenaba. Lo único que pudo hacer fue apretar sus ojos, para no ver la escena tan horrible.
“¡NO!” grité. “¡Por favor escúchame!, no sé lo que buscas, pero si me dices quizá pueda ayudarte a conseguirlo, pero no lo lastimen” supliqué. Las lágrimas eran cada vez más, al punto de nublar mi vista.
“Detente” ordenó a James. Éste pareció aliviado.
“Lo que busco es un libro, uno muy antiguo. Tu familia lo ha tenido durante miles de años y lo necesito” explicó con calma.
No sabía como decirle que nunca había oído de ese libro sin hacerla parecer una loca.
“No sé nada de ese libro” aseguré.
“Debe estar en tu casa”
“Déjanos ir y lo buscaremos para ti”
Una risa escandalosa salió de su boca.
“No soy estúpida” escupió.
“Solo quiero que todo esto termine” sollozé.
“Si realmente es lo que quieres debes hacer lo que yo te diga” asentí.
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Editado: 05.08.2020