Viernes 25 de agosto 2017
Sophie Bullock
—Jules, conduce con cuidado.
Ella acelera más.
—¡Me dijo que no lo haría más! ¡Y en público!
—Pero debes conducir con más cuidado… ¡Por favor! —grito cuando al doblar casi entramos en una de las aceras.
—¡Y le creí!
—¡Respiremos hondo! —grito porque acelera tanto que el auto deja de topar el suelo en un momento —¡Jules!
—¡Y lo peor es que con Jen! ¡Es con Jenna! ¡Con Jenna!
—Eso no… lo sabemos.
—¡Lo sospechaba! ¡La manera en que ella lo mira! ¡Jenna siempre ha querido todo lo que tengo desde pequeña! ¡Maldita!
—Jules, ¡Cuidado!
Esquiva al auto que viene —¡Y tiene las agallas de hacerlo en público!
Se pasa un semáforo en rojo.
—Por favor —le imploro. Y es lo curioso, es en público, es como si quisiera delatarse, y eso lo hace casi suicida, es Jules Avery, ¿Por qué Jenna se suicidiaría socialmente así como así?
Con su auto a máxima potencia Jules comienza a adentrarse en la ansiedad, está despeinada y suceptible, y todavía en el pijama desarregleado que tenía, que no es más que un vestido de satén débil.
—Nadie puede humillarme de esta manera.
¿Por qué ahora es diferente a todas las veces?
—¡¿A mí qué me importa saber por qué es diferente?! ¡Yo solo quiero bajarme de este auto! ¡¿Para qué mierdas me estás imaginando aquí?! ¡Imagíname en Cancún con una bella mexicana, no casi muriendo con esta psicótica!
—¡Mierda, Jules, pisa el freno! —y lo hace, pero casi encima de una anciana, el ruido del auto me hace gritar. Suspiro cuando veo que ella está a salvo, me reviso y también veo la razón por la que habíamos frenado. La señora en cuestión nos saca el dedo y sin exaltarse sigue su camino —¡Jules!
Baja su cabeza en busca de calmarse.
—¿Está en la casa de Nicole? —pregunta por lo bajo.
—Por la foto supongo que están en su fiesta… ¿Quieres que yo conduzca?
—Sí, por favor —dice asustado.
—No, gracias —levanta la cabeza y se limpia una lágrima. Vuelve a acelerar hasta el fondo.
—Jules, debes calmarte, no es bueno conducir cuando…
—¿Qué me calme?
—Yo solo digo que puedes hacerte daño.
—¡Matarnos a los inocentes! ¡Qué hacerse daño ni hacerse daño! ¡Qué se haga lo que quiera pero que no nos meta a nosotros dos!
¡No es buen momento para tener esta estúpida alucinación hablando!
Miro por la ventana buscando que de alguna manera mi cerebro se relajase. Las luces de la ciudad pasan a mi lado con rapidez. Conozco este camino, varias veces había ido a fiestas con ellas en casa de Nicole, pero jamás había estado en situaciones iguales.
—Es el auto de Milo… —me notifica ella con enojo y a la vez cierta pizca de tristeza cuando se estaciona.
—Todos los de la escuela están aquí.
—¡Mierda! —golpea el volante —¡Todos los de la escuela están aquí! —se mira —¡Y yo ando en pijama!
—Para ser justos te ves preciosa así…
—No puedo entrar con esto —deja su cabeza en el volante —¡Pareceré loca! ¡Me humillaré a mi misma!
—Él ya lo está haciendo allá adentro…
—Bueno… —busco en el asiento trasero, tomo nuestras mochilas y específicamente en la de ella hay maquillaje —Seamos honestas, ese pijama bien pasaría por un outfit, ponte los tacones que siempre tienes en el baúl, súbete el pelo y ponte un buen labial. No necesitas más.
—¿Entro allá en este conjunto?
—El negro te queda bien… —le sonrío y le ayudo con el maquillaje.
—Anker debería usar eso de publicidad —bromea —, pijamas que también puedes usar para salir.
—Beneficios de usar las pijamas de Anker.
Sonríe un poco, aunque sigue tensa.
Al salir del auto, Jules choca con algunos carros por estar un poco desorientada. Yo la ayudo a estabilizarse, pero los compañeros casi botan el contenido de su vaso al verla.
Yo estoy tan despeinada, que por más que intento, la coleta no pierde el frizz, pero al menos… Ella se ve bien.
—La bella y la bestia, ¡Les queda Fa-bu!
—El Anker real jamás diría eso —susurro.
—¿Debería devolverme? —me pregunta Jules —¿Volver a casa?
—Puede ser lo mejor…
—¿Y si…? ¿Y si veo algo que no quiero ver? —sus ojos se llenan de lágrimas.
Mira a su alrededor, con detenimiento analiza ela mbiente y luego me hizo sentir tan débil por la manera en la que ella adquiere fuerza…
—No. Mi ego es demasiado grande como para permitir que Jenna me haga dar la vuelta.
—Lo que sea que decidas estoy aquí —aunque parezca mugre frente a ti ahora mismo —¿Qué harás cuando entremos? —pregunto un poco asustada.
—Depende de qué vea.
—Jules…
—Confieso algo… —empieza mientras esquivamos a todo el mundo —No sé qué haré.
—Bueno… ¿Piensa qué has hecho…? —me callo.
Miro hacía atrás y me sonríe.
—¿Antes?
Carajo.
—¿Sabes por qué esta vez es diferente? —Niego —Esta vez… este hijo pagó por nuestro futuro, dolió más que antes, y aún así él… —sonrío con ternura y apreciación por la dificultad para hablar —. Y porque yo… porque somos lo que somos, no lo que hicimos.
—¡Hiciste algo bueno en tu vida, Sophie!
La verdad es que me da algo de felicidad, sentir que yo la ayudé.
Joder.
Jenna se desliza por la barra hasta el palo que se cierne al techo. La castaña está vestida con un pantalón pequeño y un top, baila sensualmente con mirada altiva siempre en Milo. Todos toman fotos, vitorean o gritan, pero la escena, sin que lo advirtieran, es observada por mí
.—Jules, deberíamos irnos —susurro cuando enfoco con la vista lo que acaba de suceder.
—¿Qué? ¿Por qué? Oh mierda…
El grupo de caras que la observan con lascivia es conocido, pero obviamente sé quién es la razón por la cual las cosas se vuelven densas.
—Esa maldita.
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Editado: 21.07.2024