Sus diseños

Capítulo 14 MI CAPÍTULO FAVORITO

Lunes 28 de agosto de 2017  

Sophie Bullock

Los 18 son una edad rara.

No eres pequeño, pero no eres adulto. Estás en un limbo… Es como que tienes todo el tiempo del mundo para hacer lo que te plazca, pero al mismo ritmo sientes que ya has vivido demasiado y que ese tiempo se está acabando. Pasas de ser un adolescente a tener que ser adulto, y debes aguantar. La verdad, era que nadie te decía que tienes que luchar con el luto de saber que ya no sería como antes, que ese tú está muerto; que no serías esa persona jamás. Debías enterrar a ese tú, pero… al mismo tiempo encontrar uno nuevo.

Aquí estoy, en pleno luto.

Ya está bueno de ser grande, “¡Devuelvanme un par de años!”

Esto de ser ‘adulto’ es como comprar un auto de segunda mano, «ve a ver como te las arreglas después, porque no hay garantía», la única diferencia es que puedes mandar a la mierda ese auto y ya. Pero no puedes ir al cielo y decir «Diosito, esto no funcionó, dame otro». ¿Otro qué? ¿Otra vida? 

“Qué poco práctico, Diosito, esto de vivir. -5 estrellas”

He seguido viniendo a clases. Es solitario cuando Hailey y Gael no me buscan e incómodo cuando veo a alguno de los del grupo de Jenna. Es un infierno cuando están cerca. Vivo constantemente con el miedo de encontrarmelos.

Realmente… Tengo miedo de que me jueguen bromas. Mucho. 

—Sophie Bullock, por favor, pasar a dirección. Se solicita su presencia.

Las bocinas del pasillo se llenan con mi nombre y por ende, provoca que algunos me miren y cuchicheen al pensar que tendría algo que ver con Jules. 

Me da miedo. ¿Será uno de esos rumores que Hailey y Gael intentaron combatir aquella vez? ¿O será una de las fuerzas del mal con labial que se llaman Jenna, Nicole y Sofía?

Camino con las miradas de quienes dejo atrás y el frío en mis pies de saber que… soy becada. Mi estancia aquí pende de un hilo y no puedo permitirme que Salomé pierda más esperanza en mí.

—Directora —saludo.

—Sophie, pasa —dice Julia. Su padre pidió el traslado después de que Adam se fuera, pero ese traslado se volvió renuncia rápidamente. ¿Por qué? No sabemos. En fin, Julia quedó como directora interina, mientras la junta decide quién será el siguiente director.

—¿Ha sucedido algo…? Nunca había sido llamada a la dirección.

—No es eso, relájate. Simplemente, han venido a buscarte.

Me alegro mucho. No porque me iré temprano, que me hace feliz, sino porque tengo mucho sin verla.

—¿Salomé vino? —pregunto alegro.

—No, hija —responde alguien que entra recién —, tu madre ha venido por ti.

Maldita mierda.

—¿Mamá? —pregunto horrorizada. Su voz rompe mis tímpanos, pero verla… verla me desintegra la sonrisa —¿Qué haces aquí?

—Emergencia familiar, querida —sonríe y viene hasta donde Julia. Y sí, Julia ve todo como si fuera una escena de película, la más hermosa de todas —. Disculpe, directora, que sea tan de imprevisto, pero tendré que llevarme a nuestra Sophie.

—No se preocupe. Sin embargo, es un placer verla al fin, todo el consejo de maestros estarán felices de verla, nos preocupó que en estos años jamás la hubieramos visto.

—Es todo mi culpa, no de mi hija, señorita Julia. Ya sabe como es la vida de las actrices…  —dice con complacencia —no nos pertenecemos. Me rompe el corazón tener que dejar a mis hijas por mi sueño, es la maldición de la vida actoral.

—Oh, entiendo. 

—Sí. Pero ya eso no será así, ¿Cierto, Sophie? Mamá quiere estar más presente. 

Mierda.

—No, mamá —intervengo rápido —, Salomé y yo siempre te apoyaremos. Siempre. Puedes seguir con tu carrera —sonrío lo más amable posible, mientras mi madre acaricia mis espalda.

—Bueno, las mujeres Bullock debemos retirarnos. Quisiera presentarme mejor, pero la tía Cynthia ha tenido un accidente, debemos ir a verla.

Nos despedimos de la directora y nos retiramos. Interesante. 

—La tía Cynthia murió cuando yo tenía cinco años. ¿Qué quieres, Dania? —pregunto rápido. 

—He llamado a Salomé y no me ha respondido.

—¿Entonces has venido por mí?

—Quería verte… —intenta acariciar mi pelo, pero aparto su mano.

—¿Qué necesitas, Dania?

—Por Dios, Sophie, no soy un monstruo. Solo quiero conocer a mi hija. No hemos hablado más de diez oraciones desde que tenías como cinco años.

—¿Por qué no mantenerlo así? —comienzo a caminar rápido. Dania tiene un par de amigos, supongo que uno de esos le dió este auto que se cae a pedazos.

Mantiene el mismo silencio. Cuando salimos del plantel educativo, apenas unos metros fuera, Dania al volante saca su cigarrillo. 

—No pierdes el hábito.

—Ni tú ese ingenio —responde con aquello entre los dientes —, siempre tuve razón. Eres mi imagen.

—No soy tú.

—No importa cuanto trató tu padre. Eres mi…

—No soy tú. Estoy estudiando. No seré tú —inicio —Dime rápido qué es lo que quieres. Si es dinero, te quiero aclarar que eso es todo lo que Sal y yo no tenemos. No. No vengas a eso, Dania. Puedes bajarme donde puedas e irte. Salomé y yo apenas llegamos a fin de mes. Deja de pedirle a ella también.

Se queda callada. 

—No estudiarás —dice —No veo para qué. Eso no sirve para nada.

—No hablaré de esto contigo, Dania. Dime qué es lo que quieres.

—Nada… Lo juro.

Se le aguan los ojos, y entonces, veo a mi madre. A esa que salía una vez por quincena y nos compraba regalos… quizás para comprarnos y que no la odiemos por todo lo que hacía borracha, más de los que debió. 

—¿Estás limpia? —asiente —¿Y qué es eso?

—Solo es un cigarro normal. Tabaco. No más.

Aprieto mis dientes un poco.

—No viniste al funeral.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.