Martes 29 de agosto de 2016
Sophie Bullock
De niña amaba caminar por aquí con papá, recuerdo que cerca de este sanatorio había un refugio de personas sin hogar, dónde dormimos un par de noches, creo que una semana, hasta que papá consiguió empleo como lavaplatos en un restaurante y así él rentó una pequeña pieza que no era más que unos pocos metros cuadrados cuya cocina y baño compartían la mitad. Recuerdo como él tenía las manos llenas de callos, o algunas veces venía con quemaduras por moverse muy rápido cerca de las cosas calientes. También recuerdo el olor a gasolina que tenía, porque de noche trabajaba en una estación.
En este hospital había muerto.
Una desolación anormal entra en mi cuerpo y no me queda de otra más que aferrarme a mí misma. Estoy parada en plena calle, las personas pasan en el bullicio y atareo natural de ser urbano, mientras yo me quedo de espaldas al hospital… intentando calmar mi mente, la cual no coopera.
Salir desparramada de ahí podrá no ser la acción más cuerda jamás hecha por mí, pero ¿Desde cuando soy conocida por mis acciones cuerdas?
No he comido nada desde ayer, aunque mi cuerpo me pide algo, no tengo ganas de engullir; porque ya ni siquiera quiero comer.
¿Es normal querer escapar a cosas que supuestamente no tienen nada de fuerte? ¿Jane es la hermana de Thomas? Suficientemente difícil es conocer a Demien, él por lo menos sabe la historia y evita hablar de ello. ¿Por qué hay tantos problemas?
No quiero estar entre todas esas personas, comienzo a caminar hasta un pequeño lugar al lado de la salida del hospital, rodeado de árboles y pequeñas banquetas… hay niños jugando a unos metros de mí, noto a una anciana caminar con ayuda de la enfermera… ¿Es un parque dentro del hospital? No me importa, solo me quedo contra una de las paredes más alejadas de las personas y empiezo a tranquilizar mi sistema nervioso.
Inhala.
Todo estará bien.
Exhala.
Thomas no te vió.
Inhala.
Pasado pisado.
Exhala.
No había por qué temer.
Inhala.
Todo estaría bien.
Exhala.
—¿Quieres compañía, Soph? —escucho la voz de él.
¡Inhala!
—¿Por qué de repente te pusiste más pálida? —me pregunta preocupado.
Exhala.
—Estoy bien…
—¿Por qué respiras como si te fueses a quedar sin oxígeno? —pregunta con rareza.
—Solo intento calmarme —le respondo sin verle.
—¿Y te sientes más calmada luego de llevarte el oxígeno a los que están a tu alrededor?
No puedo contener una carcajada.
—Claramente.
—Ajá, sí —dice con desconfianza —¿Qué opina la funda de tu celular?
La saco de mi boca y la miro, está toda mordisqueada y babeada.
—¿Ansiedad?
—¿No deberías estar con Jane arriba?
—Pues sí, debería estar arriba.
—¿Y por qué no estás con ella? —pregunto cuando veo que no va a seguir hablando.
—Porque estoy ahora contigo.
Cierro los ojos rindiéndome.
—¿Por qué siempre quedo mal cuando intento hablarte?
—Porque no haces las preguntas correctas.
—¿Y cuál sería la pregunta correcta?
—”¿Por qué estás aquí, cuando pudieses estar en cualquier otro lugar?” Es una de ellas —repito esa pregunta —No cuenta si ya te la dije, Soph.
Niego entre risas —¿Sucede algo, Anker?
—Eso quiero preguntarte —agarra sus manos tras de sí y se acerca—. Saliste corriendo, parece que viste un fantasma.
—No ha sucedido nada.
—En serio, porque Jane mencionó a Thomas y casi le dices hola a San Benito, te pusiste toda pálida.
—Tú bien sabes… —inicio.
—¿Qué? Eso ya pasó hace mucho, ¿Fue por él? Thomas no tiene nada en tu contra, Thomas no tiene nada en contra de nadie, de hecho, su programación no le permite eso. ¿Acaso es un fantasma o un demonio para ti?
—No lo es… solo es un recordatorio.
—¿Un recordatorio?
Uno que me lleva al pasado, que me hizo perder a mi mejor amiga, que me hizo romperle el corazón… Y la vergüenza me carcome demasiado.
—Estoy bien.
—Claro que sí.
—De verdad estoy bien.
—¿Acaso lo negué?
—¿Qué haces aquí?
—Es una buena pregunta —responde, empieza a sonreír.
—¿Cuál es la respuesta? —le cuestiono por lo bajo.
—Vine por ti, ¿No es obvio?
—¿Por mí?
—¿Tienes retraso, Sophie, acaso?
Arrugo mis entrecejo —No…
Estamos frente al hospital, un montón de personas pasaban por frente a nosotros y ni siquiera nos habíamos quitado de la entrada. Yo sigo moviendo mi pie con desesperación y ansiedad, Anker me mira divertido con las manos dentro de sus bolsillos.
—¿Qué te divierte tanto? No soy una payasa.
—Que eres suficiente tímida como para no poder decir eso en voz alta, pero no puedes quedarte callada —dice—, ¿Quién te entiende, Soph?
—Ya me han dicho que Freud no —me encojo de hombros—, así que no se me ocurre otro genio de la psicología.
—¿Freud? —me pregunta entre risas.
—Ya sabes, el padre del psicoanálisis.
—¿Quién sabe? Quizás tú no naciste para ser analizada, Soph, solo…aceptada.
—Entonces no quiero esa vida de parecer loca.
—La locura es más sana de lo que crees.
—Estoy al borde de ella desde hace mucho, así que no me importa mucho si lo es o no.
—¿Por eso escapaste?
—El asunto de Thomas me lleva aún más al borde…
—¿Planeas seguir escapando de Thomas toda tu vida?
—No… porque no toda mi vida estará presente —Anker me cuestiona con la mirada —, me refiero a que solo sucedió eso por estar cerca de Jane.
—Estarás cerca de Jane en el futuro —me dice—, ella es parte de la familia.
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Editado: 21.07.2024