Martes 29 de agosto de 2016
Sophie Bullock
Jamás juzgar a quienes dicen la vida no es blanco o negro: anotado.
De niña uno cree que todas las decisiones se minimizan a sí o no. En este caso “Sí quiero” o “No quiero”. Pero, como no todo debe ser sencillo, yo tengo una tercera opción “Quiero ir porque cualquier excusa para mirar a lo lejos a Anker es válida. No quiero ir porque luego de la conversación tan… personal, sentía que llorar se volvería muy sencillo con él”.
Que la persona que había tomado posesión de cada uno de tus sentidos racionales por más de dos años te abrace mientras llorabas, acerca de la cosa que más te rompe, no es buen augurio.
No quiero que Anker vea esa parte de mí, esa parte necesitada que me hizo perder a Petra. De los tres hermanos, soy la más llorona y necesitada… y dependiente. No quiero que Anker me vea así… a él le gustan las mujeres como Ekaterina Demani, mujeres que nadie jamás podría insinuar que fueron vistas llorando, mujeres que el mundo se arrodilla ante su venida… no una niña que llora cada vez que puede.
Y luego de la larga tarde de sobrepensar, estoy lista para aceptar que Anker… podría ser más que solo mi inalcanzable crush… al menos para mí.
—¿Eso crees? —dice mi imaginación en la única intervención que ha hecho en mucho tiempo, ¿Lo estoy perdiendo?
Espera, ¿Me he encariñado con el ser no real pero que sí me atormenta dentro de mi cabeza, que me ofende y es desagradable, hace chistes y me acompaña cuando estoy sola?
No tiene sentido, mientras quiero que se vaya, aparece como un fantasma, cuando quiero que se quede… comienza a alejarse.
¿Por qué se está yendo? ¿Será porque me siento menos sola?
¡Ah! ¡Mierda!
Este martes en la noche tiene más estrés que un lunes en la mañana antes de un exámen.
—¿Debemos hacer esto? —entrelazo mi brazo por el de ella —Sal… Este no es nuestro lugar. No pertenecemos aquí —intento disuadir.
—Nuestro lugar es con quienes nos ayudan —responde dando pequeñas palmadas a mi hombro —, pertenecemos a quienes nos cuidan. Ellos nos han cuidado y ayudado.
—¿Y les pertenecemos por eso? —cuestiono con un poco de vergüenza por el atrevimiento.
—Sabes a qué me refiero, Soph.
—Yo no siento que encajemos aquí —miro las decoraciones del exterior—, por Dios, Salomé, podríamos comer por un mes con lo que cuesta esa maceta.
Las carcajadas delicadas de mi hermana llegan a mis oídos —Eso habla muy mal de mis decisiones financieras.
—Habla peor del privilegio de ellos.
Me siento mal al recordar a Anker.
—Te aseguro que esas personas lucharon por este lugar, Soph, mi vida, es su emprendimiento.
—Salomé, podría ser, pero también algún fideicomiso se ríe de ese comentario.
—Déjalo ser, preciosa.
—Estaríamos mejor en casa, haciendo algo que sí valga la pena.
—¿Cómo deprimirnos? —me pregunta cerca de mi oído entre risas. Quizás Salomé sí disfruta la idea de salir. No me había parado a pensar que quizás esto la haga sentir feliz.
Suspiro —¿Quieres quedarte?
—No sé, Soph, salir de la casa es bueno, tengo mucho sin comer fuera, es gratis, tengo el vestido más lindo, el único, que tengo y los tacones me aprietan porque me los prestó la vecina, pero… se siente lindo, porque esas cuatro paredes me recuerdan muchas cosas.
Me rindo.
No hay nada que me hiciera reconsiderar todo más rápido que ella. Los ojos de mi hermana me hacen querer quedarme, Bastian, Shawn y hasta el mismo Anker han sido parte del sistema de refuerzo de ella.
—Bien —concedo —, seamos parte de la despedida de alguien que ni conocemos, pero que se acuesta con Anker.
—No te agrada mucho la tal Ekaterina, ¿Verdad?
Volteo mi cara para verla, ¿No es obvio?
—Se acuesta con el hombre de mis sueños.
—Eso significa que debes odiar a medio población femenina de la ciudad —se burla.
Bufo.
—Como sea, ella escribió cosas buenas de nosotras en el desfile.
Me quedo pasmada y no puedo seguir caminando —¿Ella hubiese escrito algo positivo de nosotras si hubiese sabido las cosas que hacemos?
—¿Las cosas que hacemos? —me cuestiona Salomé confundida.
—Me refiero a…
—Los chicos jamás dejarían que eso pasara, y si pasara ellos nos cuidarían, como siempre lo han hecho.
Supongo que sí nos han cuidado. Quiero confiar y sentirme así de segura… Bastian ha hecho un gran trabajo.
—Confías mucho en ellos…
Asiente con una leve sonrisa.
—Confías mucho en él.
—Él me ha cuidado como nadie —me dice. Estamos contra la pared exterior del local, aún no entramos y ambas nos aferramos a nuestro cuerpo por el frío de la noche —. Aun cuando lo trato horrible algunas veces, aún cuando no puedo ser lo que quiere y lo alejo… Bastian siempre me ha cuidado.
—Te envidio —confieso mirando la oscura calle, las luces y los autos cruzar.
—¿Tener al hombre de tus sueños, que ha visto lo peor de ti y aún así sigue viéndote como si fueras la flor más bella del mundo, pero no poder estar con él? —levanta la mirada para no dejar que las lágrimas salgan y arruinen el simple delineado que le he hecho yo —No te lo recomiendo.
—Bueno, no es ni remotamente lo mismo, pero el hombre de mis sueños está con la mujer más despampanante ahí dentro, sentada en sus piernas.
—¿El hombre de tus sueños te contrata todas las noches para que no vayas con otros clientes, solo para jugar monopolio? —me pregunta con burla —Me ofende que me tenga por una noche completa y no sienta nada.
Nos reímos.
—¿El hombre de tus sueños te dijo que eras una debilidad andante, pero jamás serías la suya? —compito.
—Guao… —comenzamos a carcajearnos como unas locas en plena calle.
Nos decidimos a entrar cuando los pocos transeúntes que han empezado a mirarnos como si fuéramos locas.
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Editado: 21.07.2024