Sus diseños

Capítulo 21

Anker Avery

Miércoles 30 de agosto 2022

—¿Qué hacemos aquí, Anker? —me pregunta él.

Exacto, me hago la misma pregunta, deberías estar buscando a Sophie, por Dios.

—Estamos aquí porque pedí una cita, Warren—respondo ignorando a Eva..

—Te has tardado más que nunca antes —dice mientras se ríe —, ¿Algún motivo que te detonara venir?

Un motivo con ojos azules, labios finos, sonrisa encantadora y personalidad debilitadora. Ah, y rubia.

—No quiero hablar de eso —gruño. 

—¿Y de qué más quieres hablar? —me pregunta pacientemente.

Hubiese sido mi tipo si estuviera viva —la veo pasear por todo el lugar, incluso tras la silla de él. Nunca he hablado de mis visiones de Eva con él, que supongo es la persona más adecuada —. Lo peor de estar muerta es no poder coquetear con chicos guapos. Bah, que mal que está vivo. 

El psicólogo en cuestión me mira con las piernas cruzadas. En su sala normal, con un sofá que ya conozco, y la verdad es que aunque pago una fortuna a este charlatán, no quiero hablar. ¿Warren que tipo de vida debía tener fuera de este lugar?

Me acuesto y cierro los ojos.

—Anker, si no hablas no se considera terapia conversacional.

—No te pago para terapias conversacionales.

—¿Ah no? —cuestiona cínico —En mi nómina se acaba de registrar algo totalmente contrario.

—Digamos que te pago más por este sofá.

—Estoy seguro que tienes buenos sofás en tu piso.

—Es retórico, querido, ¿No posees imaginación?

—¿Entonces crees que la función de la psicología va a surtir efecto por el mero hecho de acostarte en un sofá?

—Pues el sofá ha hecho más que tú hablando en todas las sesiones pasadas.

¿Solo a mí me está irritando este Anker esquivo?

—Eso ofende mis dos especialidades, maestría en curso —se burla—, y ofende mi profesionalidad.

—Pero engorda tu nómina.

—¿Me estás diciendo que me pagas un sueldo de cinco cifras por mi sofá?

—Y por el silencio que sigues sin respetar.

Se me concede un poco de él, Warren no sigue hablando, pero lo escucho chasquear la lengua y volver a hablar.

—Es mi deber profesional decirte que entonces debes irte.

Ruedo los ojos y lo miro sin levantarme —Warren, solo debes callarte y no sé, usa ese tiempo en algo útil. ¿No tienes una enfermera o algo?

—Estoy casado, An, es psicóloga aquí también… 

—¡Casado y vivo!

—Ella sí debe tener un enfermero —lo tiento.

—Anker —me mira con toda paz—, estás tomando el tiempo que podría necesitar otro paciente, estás ocupando el lugar de personas que de verdad quieren ayuda. Si vienes a esto, buscas un hotel o un spa, no una clínica médica y un psicólogo sobrecalificado para ver tu preciosa cara de dormir, ¿Entendiste?

Me siento entre gruñidos —¿Estás sobrecalificado? 

—Mira a tu izquierda.

No lo haré, he estado aquí cientos de veces, veces en las que hablábamos veinte minutos y luego podía recostar mi preciosa cara y dormir; ahí hay un montón de diplomas y reconocimientos; y fotos él recibiendo los diplomas y reconocimientos. Vanidoso.

—Entonces, empecemos de nuevo —ofrece—, ¿Qué te trae por aquí?

—Mi carro.

—¿Cómo te ha ido estos días?

—Igual que cómo me va en las noches.

—Anker… ¿Qué ha detonado que pidieras una cita urgente?

—Warren, ¿Te has puesto a pensar por qué siempre tienes que ayudar a los demás? 

Respira hondo, cruza sus piernas y entonces arregla sus lentes —Soy psicólogo, An.

Y yo una muerta que debería estar descansando, pero hasta muerta me hace trabajar… te comprendo, Warren.

—Presiento una necesidad de ser el héroe.

—Presiento que tú evades tus emociones.

—¿Ha empezado a atacarme para desviar el tema? —le pregunta —, quizás aún sigues en negación.

—¿Sientes que eso es atacarte? ¿Evades eso, An?

—¿Ha pensado ir a ver un psicólogo?

—¿Y tú? —me pregunta ya irritado.

—Estoy en un psicólogo.

—¡Compórtate como si estuvieras en uno entonces!

Me río de su reacción. Él vuelve a su compostura —Entonces, Warren, ¿has pensado en buscar para tus problemas de ira? No es saludable.

—Vete, Anker.

—¿Por qué? —me hace el inocente.

—Porque me gusta mi profesión, y no creerán en un psicologo que tiene un antecedente de asesinato.

—Me agradarías más en ese caso —dije. Warren me mira con aburrimiento —. Bien. 

—Por fin —dice cansado—, ¿Qué te trae aquí?

—Mejor yo hablo y tú haces silencio… me estresa que me hables así.

—¿Así?

—Como si fuera algún tipo de persona al borde de un acantilado.

—¿Te sientes al borde de un acantilado?

—Me siento al borde de volverme a acostar —responde.

Warren vuelve a suspirar, pero esta vez solo cambia su postura a una más agresiva.

—Sé que tú y yo tenemos tres años en esto, pero creo que ya es suficiente, la próxima que me hagas perder la paciencia llamaré a seguridad y no tendremos otra cita. No soy tu amigo, Anker, soy tu psicólogo. 

—Como sea. 

—Prosigue.

—En fin, ¿Recuerdas la vez que te dije que no creía que una chica podría hacerme sentir algo de verdad?

—¿El día que descubrimos que estabas negado a sentir algo por una persona, porque te daba miedo perderlos?

—Ignoraré eso.

—Me acuerdo, Anker, sigue.

—Pues lo prometí, prometí que jamás lo haría —Warren me asiente —, pues… 

En ese punto siento que mi garganta duele, se cierra y no puedo hablar, Warren me mira con fascinación.

—Te enamoraste.

¡Lotería! —grita Eva.

—No estoy enamorado, solo…

Anker, por lo menos acéptalo.




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