Sus diseños

Capítulo 26

Capítulo 25

Sophie Bullock.

Martes 05 de septiembre 2017

Mis pesadillas volvieron.

No quiero volver a dormir. 

Ahí están siempre que cierro los ojos.

Me quedo recostada en la camilla, mirando al techo. Limpio el sudor de mi frente y posteriormente de mis manos, porque en serio me asustó lo que soñé. 

—¿Sophie? —llama An en un susurro cuando nota que no estoy durmiendo. 

Su voz me sobresalta un poco. Es como lo que me trae a la realidad.

Cuando uno quiere a alguien con el nivel de anhelo y desespero con el que yo lo quiero a él, las fibras sensibles sobresalen solo por tenerlo cerca; es como si fuera un detonante.

—An… —susurro…

—¿Estás bien? ¿Por qué lloras? —me pregunta y se acerca en la oscuridad. An me hace más sensible y llorona de lo que ya soy. Hace que se sientan muy lejanos aquellos días donde divagabamos Salomé, Damon y yo, de manos de papá, por las calles bulliciosas, frías y solitarias de New York —¿Qué pasa, pequeña?

—Tengo pesadillas —le respondo y termino llorando más.

No sé ni siquiera qué soñé, ya lo he olvidado. Ya he perdido la noción del sueño, pero… fue una liga de muchas cosas: sé que vi a mi padre desaprobarme con la mirada, vi a mamá sonreír complacida al verme. Eso es lo extraño, no recuerdo completamente pero sí tengo la certeza de que eso pasó, es como una sensación.

Papá fue un hombre tierno, cariñoso y amable, recto y pulcro: odiaría saber lo que hice.

Mamá… Dania es Dania, la tormenta Dania, la insasiable Dania, la dañina Dania, la rota, destructora, comprable, manipuladora y horrible Dania: quizás ella disfrutaría ver el bajo precio que costaba mi boca.

Pero, ¿Y Anker? ¿Qué pensaría Anker? ¿Qué piensa…?

Eso no lo sé, y me aterra saberlo. ¿Y si en el fondo le doy asco, si en el fondo, algo que él oculta…? No quiero ni pensarlo… 

Me concentro en que Anker acaricia mi frente con cuidado, luego mis mejillas e intenta calmarme, pero no puedo parar de llorar. Finalmente, él con cuidado se recuesta en el espacio que queda libre en mi camilla. Y me abraza.

—¿Qué te sueñas, pequeña? ¿Qué ha sucedido?

Es algo muy feo y asqueroso, sé que debe ser algo así, para que papá me mirase de esa forma al final.

—No quiero que me veas así… —murmuro —No tú también. 

—¿Yo también? 

—Es…

Otra sensación se alberga dentro de mí: miedo por Jules. Y esa sensación me enciende una luz, aquello que sucedió, que hizo que papá me mirase de esa manera fue que me he soñado con Milo.

—Cuéntame, pequeña.

—Es que, me he soñado con Milo… —Anker se tensa y sé que es porque ha pensado en Jules, en la fiesta y en aquello que hacía —He soñado con que me obliga a…

—Eso no va a pasar, ¿Sí? Yo no lo permitiré —me dice al oído y deja besos en mi coronilla —Voy a cuidar de ti, mi pequeña.

—¿Y quién cuida de Jules? Milo va a lastimarla.

—Milo le hará lo que ella le permita hacerle —puedo sentir el cambio en su voz. Sé que está muy enojado con ese tema.

—Sé que te preocupa, An…. 

—Ahora tenemos que cuidarte a ti, ¿Sí? —cambia el tema —Vamos a dormir, contigo aquí, en mis brazos. Lo demás se resolverá cuando se pueda, tú y yo vamos a estar en paz nosotros.

—¿Nosotros? —pregunto y él asiente —Me gusta como suena…

Aprieta el abrazo.

—¿Hay algo que no me estás contando, mi niña?

—He visto, al final del sueño, a mi padre… Lo vi mirarme con decepción. Y a mi madre, ella me miraba orgullosa.

—¿Has tenido pesadillas últimamente?

—Ya no tan frecuentes —respondo —. An, si alguna vez conoces a mi madre… por favor, jamás me veas en ella. 

—No necesito conocerla, solo ver estas lágrimas… es suficiente para saber que no se parecen en nada. 

—No la conoces… tú no sabes cómo es ella.

—Ya te lo dije, Sophie, no lo necesito.

+

—Te digo que New York University es una gran opción. 

—¿En serio?

—¿De qué hablamos? —pregunto al despertar, restriego mis ojos —Buenos días…

—De tu universidad —me dice Salomé. Está contenta, eso me hace feliz. Sonrío. Y Anker me deja sin aliento, porque entonces, me guiña un ojo… Mi corazón quiere estallar como una supernova.

—Podría ir a la luna ahora mismo —susurro de felicidad.

—¿Qué dijiste? —cuestiona An, con su entrecejo arrugado por el interés.

—Nada… que podría ir a la luna por la felicidad… ¿Por qué?

—¿A la luna por felicidad? —murmura para sí mismo, no para mí. Comienza luego a asentir con una sonrisa. Conozco esa cara, es la que tenía cuando hablaba de los labiales.

Anker se inspiró.

Comienza a escribir en su laptop, a dibujar en una libreta y hablar en su celular a una grabadora.

Eso me hace más feliz aún.

—¿Tú lo inspiraste, Soph? —cuestiona Salomé.

—Parece ser —susurro.

—¿Ves? Te dije que debías ir a ese desfile, mi Sophie, la vida te diseñó ese momento.

—¿No… dirás nada porque Anker es mayor que yo… o que es amigo de Bastian o…?

—Me agradan estos chicos. Además, si te prohibo verlo, simplemente lo harás con menos cuidado.

Me río con nerviosismo.

—¡Hola, mi querida! —grita Shawn emocionandome  mucho. Trae un ramo de flores y hace pequeñas danzas al entrar.

Es como un niño pequeño, que interrumpe e ilustra con su sonrisa.

—¿Son para mí? —pregunto emocionada.

—¿Ves a alguien más semi muerta? Claro que son para ti, Soph.

—Rubia, yo te daré mejores flores. No las aceptes —masculla Anker muy divertido.

Tanta felicidad me da miedo. De verdad. Es como si hubiera visto cada pequeña parte de mí rota, pero ahora se están uniendo. ¿Qué se supone que es esto? 

No me quiero ir del hospital. 

No sé si las cosas seguirán así cuando salgamos. No sé si Salomé seguirá en su trabajo, no sé si me sentiré igual de cuidada… al salir. Sé que es muy, pero muy egoísta, egocéntrico y necesitado, pero quiero quedarme aquí.




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