Sus diseños

Capítulo 29

Sophie Bullock

Viernes 08 de septiembre 2017

—Deben haberse equivocado de chica —susurro entre lágrimas, porque mi garganta ya no puede gritar… —. Mi familia no tiene dinero.

¿Qué pasó? No lo sé.

—Se equivocaron…

Sé que ya ha pasado un día. Sí, porque a través de la pequeña ventana que da al horizonte algunas veces entra la luz, y se ve un poco. He visto como la luz desapareció y volvió.

Y aún no me encuentran.

—¿Siquiera me están buscando? —pregunto con voz ceniza, agotada por intentar vociferar toda la noche pasada, hasta que me quedé dormida sobre mis propias lágrimas de desesperación.

Sabes que sí, Sophie. 

—¿Y por qué no has llegado por mí…?

Te busco por cada rincón. Y te encontraré, mi rubia.

Extraño a mis hermanos. Extraño a Jules y a Shawn. Extraño pensar en que Bastian cuidará a mi hermana. 

Extraño a Anker… más que a nadie.

Lo extraño.

Quiero pensar que me busca.

Y eso es lo que me da fuerzas, como si yo fuera un cohete y eso es mi gasolina. 

Estoy en un cuarto hecho de piedra, sí, piedra como tal. No hay más que una ventana y una puerta. A mi lado, en el suelo, está el plato de comida que me comí sin pensar. Luego calculé que podrían envenenarme, pero entonces… ¿Por qué tomarse la molestia de darme comida caliente, una manta y agua? 

Me recuesto sobre el piso frío, sola. Todo está oscuro. Tengo la misma ropa que tenía hace dos días, al salir del hospital. Hay algunas ratas, pero no se acercan a mí. Quizás porque… me muevo nerviosamente cada vez que una de ellas se aproxima aunque sea unos milímetros.

No pude ver mucho cuando me trajeron, sin embargo vi que eran cerca de tres hombres y una mujer, pero jamás sé quién es ella, solo la mencionan. Es un lugar abandonado, escucho algunas gaviotas, y eso me confunde, porque algunas veces se callan sin más. 

¿Será cerca del muelle?

¿Qué querrán?

¿Por qué nadie viene a hablarme? 

—¡¿Qué quieren de mí?! —grito, pero mi voz ya no da para más desde que tengo dos días gritando, y la humedad tampoco es mi mejor amiga.

Desde que estoy aquí solo entra uno de esos hombres, que ni me mira directamente a los ojos, me trae comida o se lleva el plato vacío y sale. ¿Qué querrán? ¿Serán de la zona muerta? Sé que están armados, podrían ser de la zona.

Aguanta, Soph.

Tenía días que no usaba el recurso desesperado de imaginarme a Anker a mi lado, o al menos lo intentaba. Pero no funciona si me siento tan nerviosa y lo único que me calma es el pelinegro, quién se encuentra muy lejos, o de quién me encuentro tan lejos. 

Solo un poco más, Soph.

—Te amo…

Me quedo recostada contra el piso, usando la manta que me dieron para que no muriera de hipotermia. Sonará muy, pero muy estúpido, pero entre el miedo y todo esto, solo pienso en un cosa… Sus diseños. 

Comienzo a recordar, en orden cronológico, aquellos diseños que más me han gustado. ¿Por qué? Porque quiero distraerme de la realidad.

¡Esa rata me pasó demasiado cerca!

—Ay no—susurro asqueada y con miedo.

¿En qué diseño me quedé? Ah sí, el de la navidad pasada. Lo admito, no fue uno de los más vendidos, pero a mí me gustó, porque era muy tierno y me recordó a la niña del Grinch. Aunque, ese que era inspirado en las rosas blancas me pareció muy hermoso como para no usarse en una boda, aunque claro, la novia quedaría totalmente opacada, sin importar que vestido llevara.

Me da mucho sueño. Demasiado. Pero es más un mareo que otra cosa. 

Muero de mi miedo, pero a su vez, una parte de mí entiende que si no me han hecho daño es porque algo quieren conseguir, pero… ¿Qué?

Cierro mis ojos, espero que las ratas no quieran venir a tomarme el pulso.

+

¿Cuántas horas han pasado?

No es otro día, pero se ve tarde. Ya no quiero seguir llevando la cuenta, no sé a dónde va esto. Me duele la espalda, es frustrante estar aquí.

—¡¿Por qué hacen esto?! —me levanto y golpeo la puerta. Me pone los nervios de punta no saber qué está pasando. Sigo golpeando, hasta el punto donde mis nudillos botan sangre, pero eso no me detiene. Mi vida, ha estado marcada por muchas cosas, mi madre, la enfermedad y posterior muerte de mi padre, mis malas decisiones sobre la amistad, la desaparición de mi hermano mayor y el trabajo de Salomé que luego me llevó a hacer lo mismo, y por fin, por fin, yo estaba siendo libre de esas cosas… —¡Soy Sophie Bullock! ¡Se equivocaron! Soy… Sophie.

Lloro, ¿Qué me pasará? ¿Me quedaré aquí para siempre? 

¿Qué pasará con Anker? ¿Jamás sabré si de verdad me dijo esas palabras? ¿Jamás podré decirle que yo le amo también? ¿Jamás podré vivir ese sueño, de estar a su lado? ¿No podré presenciar como saca sus labiales? ¿No podré estar con él?

Así no es como quiero que termine. 

No puedo morir. ¿Voy a morir?

—Anker —susurro —, ven por mí, por favor.

Aquí estoy, mi niña —ignoro que es una imaginación y me dejo “abrazar”. Me imagino que estoy en sus brazos, sonriendo de sentirme tan protegida y querida, disfrutando de una linda noche juntos. Lo irónico, es que este lugar, con humedad, ratas y sin siquiera un colchón, sería cómodo si su presencia fuera parte… —Aquí estoy.

—An…

¿Sí?

—Tengo miedo.

Ya voy por ti, Soph. Solo un poco más…

El miedo hace que se potencie la tristeza, así que no puedo más que seguir llorando, de manera desconsolada, y sin querer ser ruidosa, para no enfadar a mis captores. Sin embargo, llego a un punto donde el tanto llorar revuelve mi estómago y a eso le ayuda el olor a humedad, que me da nauseas, todo el contenido de mi estómago quiere volver a salir. Vomitaré toda la sala.




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