Sus diseños

Capítulo 30

Anker Avery

Viernes 08 de septiembre 2017

—Esta noche iba a ser de victoria.

Estrello el vaso de cristal contra la pared. No importa lo que intente, no puedo sentirme menos culpable de haberla dejado sola. 

¿Qué habré estado pensando? Debí haberme quedado con ella.

El lugar huele a desesperación, sí, ya encontré un olor para ese sentimiento, y es la manera en la que se puede interpretar el ambiente. Es algo sensorial, y quizás la próxima vez que vuelva a oler algo parecido me recuerde a este momento, pero ahora solo me desorienta.

—Íbamos a estar celebrando la victoria —vuelvo a decir. Y me enoja ver hasta como los cristales están esparcidos o la pared blanca ahora se ve manchada por el color ámbar del ron.

Mi casa está en un silencio digno de película de terror, jamás me había molestado hasta ahora.

—Lo siento tanto, Anker —susurra Salomé.

La miro mal. No necesito sentir lástima por ella ahora. 

—No es tu culpa, Sal —la quiere consolar Shawn. 

—Se supone que por fin íbamos a estar en paz y con seguridad, todos. ¿Cómo demonios pasó esto?

—¿Venganza del hermano de Shawn?  —pregunta Bastian, algo sacado de tono.

—Podría ser.

—¿Podría ser? ¿¡Podría ser?! ¡¿Esa es tu respuesta, Shawn?! —no puedo controlarme. Porque me parece muy cínica su forma de hablar. No todo es un chiste, no todo es un juego… Esto es sobre ella, es sobre mi rubia… Es sobre Sophie.

—Lamento mucho que esto haya sucedido por intentar… —inicia Salomé, y sus lágrimas no la dejan terminar. 

Verla llorar me hace recordar a Sophie. Pienso en tres cosas, en lo mucho que se parecen, en lo mucho que Sophie se veía preocupada aquella vez que fuimos a su casa… pero finalmente, en que Sophie se enojaría si supiera que hice llorar a su hermana.

—No estamos seguros de que fue él, y no es tu culpa, amor. ¿Sí?  —la consuela su pareja, y me mira con ojos de advertencia; la ferocidad de “Estás lastimando a mi mujer” me hace sentir un poco orgulloso. Y entiendo que esto, culpa de Salomé, no es, que también sufre la pérdida y el miedo.

Odio que todo a mi alrededor me recuerda aquella noche en que Sophie se quedó aquí, recuerdo como nos besamos en la cocina, como la cargué hasta mi cama, cómo se aferró a mi espalda, como la sentí así de cerca y cómo anhelé despertarme a su lado a la mañana siguiente. Todo eso me deshilacha, porque ella está… espero que siga estando viva, sin mí.

¿Y si la pierdo? ¿Y si… termino pasando lo mismo que cuando Eva? No quiero volver ahí, no siento que pueda lidiar con eso, ni que pueda verla descendiendo en la tierra… 

Suena estúpido, pero el proyecto de los labiales es suyo, es ella… Es Sophie, así de importante es; no sé cómo seguiría sin ella.

—La encontraremos, te lo juro, An —susurra Shawn, mientras sigue tecleando en su computadora —He hablado con varios amigos, están pendientes de cualquier persona que se parezca a ella.

Rubia, 1’65, delgada, ojos azules… Igualmente no sería efectivo, porque muchas personas podrían parecerse. 

Eso venimos pensando desde ayer, y no ha dado resultados. Suelo ser alguien que busca siempre la organización, pero ahora mismo el quedarme sentado me está matando. Quisiera estar ahí fuera buscando.

—¿Qué demonios pasó? —digo, porque necesito entenderlo, necesito respuestas —Recapitulemos. Solo nos alejamos unos treinta minutos, ¿Cómo pasó todo esto?

—Mientras nosotros estábamos en el auto, este enfermero se acercó —Shawn muestra en la pantalla central la cara de un hombre, que jamás he visto, pero que lo identificamos por las cámaras del hospital —. Busqué su nombre en la base de datos del lugar, no hay nadie que coincida con esa descripción; no trabajaba para el hospital.

O sea, que básicamente esto fue muy planeado. ¿Y si la secuestraron por mí? ¿Por mí apellido, mi familia o mi empresa? Querían dinero y vieron que ella era indefensa… ¿Y si es mi culpa?

Debo encontrarla, es todo.

Bastian, Salomé, Shawn y yo no hemos tratado un solo tema que sea fuera de ella, ni siquiera sobre cómo Jules debería estar aquí… Mi hermana debería estar aquí; Adam y Thomas están de camino, tomaron el primer avión desde que les dijimos. 

—Así que ya sabemos que ese es el raptor —interviene Bastian, mientras aprieta las manos de Salomé e intenta consolarla a ella y a la triste mirada que da al vacío —Lo encontraremos.

—Ya la policía allanó la casa de él, no está.

—¿El celular de Sophie? —pregunto.

—No está encendido.

—Ese cacharro se dañó hace tiempo, quería que compráramos uno nuevo… —susurra Salomé —, y yo nunca le compré…

—Ese no es el tema Salomé, no te tortures —le digo —. El auto, su matrícula. ¿La policía la investigó?

—No existe.

—Matrícula falsa.

—¿Dónde las cámaras vieron que fue el auto aquel? —pregunto.

—Al salir del parqueo lo perdimos. No hay cámaras o él las supo evitar.

Por mucho que quiera calmarme, mi mente solo piensa en lo asustada que debía estar  y me enojo. De una manera un poco egoísta, me quiero enojar con su hermana, porque no debió dejarla sola, indefensa. Pero sé que esto no es su culpa.

Quiero gritar, no llorar, gritar hasta que mi garganta se destroce y se deshaga. Es la manera en la que quisiera soltar la ira, pero sé que así no es como saldría… Camino nervioso por el departamento, maldiciendo cada una de las cosas que me hizo dejarla sola, pero no termino de pensarlo porque apenas miro a Shawn, sé que sus ojos me dicen que encontró algo que no quiere decir en voz alta. Lo aparto y ahí entonces, revienta aquella burbuja de silencio que envuelve la sala.

—¿Recuerdas aquello que te enseñé? —me pregunta Shawn.

—Que Sophie se quedó viendo a su agresor, como si lo conociera.

—Creo que ya sé quién es —dice… —Y creo que sé a quién llamar para pedir ayuda.




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