Sus diseños

Capítulo 31

Sophie Bullock

Viernes 08 de septiembre 2017

Mi nombre. 

Sophie… 

Cuando tenía trece años, en la computadora de mi padre buscamos el significado de los nombres que mis hermanos y yo tenemos; nos dimos cuenta que Salomé se llama así por una poeta latina, que significa “Paz” o “perfecto”, también que Damon se llama así porque mi madre amaba la mitología griega, y significa “Domesticar”... Mi nombre, por otro lado,  significa sabiduría. Pero a diferencia de mis hermanos, mi nombre no fue elegido por alguna razón parecida a su significado, solo por la actriz favorita de mi madre; así de superficial.

Yo jamás lo consideré lindo por su significado, ni me gustaba pensar en él. Me gustaba mi nombre por su ternura. Y es la razón por la que amo estar cerca de An, no es solo la manera en la que me apasiona todo lo que hace, es que ya es más que mi crush o mi amor platónico, es el recuerdo constante de la Sophie que quiero ser. O volver a ser.

—Ayuda… —sigo susurrando compulsivamente, aunque mi mente puede continuar funcionando como siempre, mi cuerpo apenas se puede seguir balanceando.

Se siente como si Dania hubiera firmado o juzgado con mi vida desde siempre. Pero yo no quiero seguir atada a eso. Y me lamento de cómo miré a Jules aquel día en su cumpleaños; siento que soy una Sophie totalmente diferente. 

Soy una Sophie diferente a la que fuí cuando niña, muy distante a como fui con Petra, totalmente lejana a quién era con Jules al inicio… Yo no quiero morir aquí. No puede haber sido todo en mi vida, no puede ser esto todo lo que conoceré. 

No quiero morir aquí, cuando apenas comienzo a sentirme amada.

Paseo mi vista por todo el lugar, estoy tumbada contra una pared fría y rugosa. El olor a vómito de hace horas, ya un poco seco y mucho más asentado que antes me retuerce las tripas.  Me levanto entre mis mareos y camino agarrándome de las paredes húmedas, apenas siento la manera en la que se me rompe la piel de la palma cuando me aferro si me voy a caer porque estoy casi desmayado. Voy hasta la puerta de hierro, que está oxidada. 

La comida que ya no existe en mi estómago sigue insistiendo en salir.

—Ayuda… ¡Ayúdenme…! Por favor —veo a los tres hombres sentados afuera, están hablando entre sí, puede que hasta bebiendo, creo. ¿Brindan? ¿Por qué? ¿Por secuestrar a una adolescente cuya familia siquiera podía llegar a fin de mes? —¡Por favor!

Ellos finalmente me ven. 

—¡Nadie te oye aquí! ¡Silencio! 

—¡¿No te has cansado de tanto gritar?!

—No es eso —digo y la impotencia me hace llorar. Entonces aquel hombre, el que me fue a recoger cuando estaba con mi hermana viene a ver qué sucede. No veo amabilidad, incluso me da miedo la forma en la que se acerca, es como si fuera a golpearme por siquiera haber respirado fuertemente. Por lo mismo, me asusta cuando entra, rechina la puerta un montón y se fija directamente en los vómitos que están ahí hace horas —Ayuda… El olor me está haciendo querer vomitar más.

Me avergüenza tanto.

—Hay que limpiar las vómitos —le dice a los otros. Este me saca, los demás lo miran mal —Mide 1,60 y pesa 54 kilos, ¿Creen que va a hacer algo? 

No tengo mucho control de mi cuerpo, pero sé que me llevan hasta afuera del cuarto donde me tenían encerrada. Se movilizan a limpiarlo y uno se queda a cuidarme.

—¿Por qué hacen esto? —le pregunto, sin poder mantener la vista.

No me responden. Mientras ese hombre se empeña en mantener su silencio yo aprovecho y miro a mi alrededor, aquí sí hay ventanas y puede saber con claridad que sí es el muelle. Estamos en el muelle. El sonido de las olas es fuerte y el olor salado también, las gaviotas resuenan entre todo como una sinfonía. 

—No sé quién creen que soy, pero no soy nadie, no soy… nada más que una adolescete. Soy Sophie Bullock… y ya.

—Por eso estás aquí —me dice con mucha tosquedad. 

No fue una equivocación, ¿Me querían a mí?

—¿Qué? —pregunto, y vuelvo a vomitar.  ¿Qué me está pasando?

—¡¿Qué demonios te pasa?! —me grita, y se me aguan los ojos. Tiemblo del miedo y me da tanta impotencia, ¿Por qué no retengo nada? Quisiera estar con Anker ahora… —¿Estás embarazada o qué mierda?

¿Qué mierda?

Oh no. 

Joder, no.

No. 

No.

No puede ser. No puede ser. Es que no.

Mientras sigo vomitando, el hombre me empuja para que no le caiga encima de sus viejas botas. Me duele la garganta, pero termino embarrada y tirada en el piso.

—¡¿Qué hiciste?! ¡¿La golpeaste?! —le grita una mujer, mientras se acerca donde mí —¡¿Eres estúpido?!

—¡Me vomitó encima, ¿Qué esperabas, Dania?! —se defiende. El hombre que vino me levanta y aunque no lo hace amablemente, dejo que me lleve a donde le dé la gana. No tengo la fortaleza de pensar en nada, así que simplemente cierro los ojos en rendición para que mi mente entre en pánico. 

No puedo estar embarazada… ¿Cierto?

 




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