Sus diseños

Capítulo 34

—Ya llegamos —le susurro a ella, que se ha recargado contra mi pecho mientras subíamos a mi apartamento. En cuanto las puertas de metal del ascensor se abre siento como ella abre sus ojos y se despereza —¿Dormías?

Sonríe de lado con ternura y sostiene mi mano. Yo la observo como si quisiera evitar que el suelo toque siquiera su suela, porque quisiera ponerla en un pequeño cuadro de cristal, donde nadie toque ni un pelo de su cabeza.

Sophie se adentra a mi casa con pulcritud.

—¿Quieres algo de comer?

—No, estoy bien… —responde suavemente.

—No es tu culpa, Sophie. ¿Sí? Nada es tu culpa.

—En serio creí que estaba embarazada… —masculla mientras mira sus manos con verguenza. No puedo evitar sonreír por la escena, pero la abrazo y ella se aferra a mí con cierto miedo.

—Usamos protección —le respondo —, no te iba a exponer a eso.

—¿Entonces sería tan malo si quedara embarazada? —me pregunta mirandome a los ojos.

—No entiendes, Soph. No es un futuro que me desagrade. Para nada. Pero aún hay tanto que debes hacer, antes de ese paso. Mira, yo viajé por el mundo, he hecho y he conocido un montón, pero sería egoísta negarte esas vivencias, ¿Sí?

—Puedo hacer todo eso siendo madre —menciona ella con el entrecejo arrugado.

—Sophie Bullock, te haré madre en su momento —digo ya, entre risas y ella al darse cuenta de lo que ha estado diciendo se sonroja muchísimo —, pero primero te pediré que seas mi novia, ¿Sí? Una cosa a la vez.

La idea de tener una familia con Sophie no me cae mal, la verdad.

—Debes estar aliviado —susurra cuando nos acostamos en el sofá.

—¿De que estás a salvo? Sí, aliviado es poco, pero si te refieres a lo del embarazo —le digo —Me imaginé con una niña rubia —confieso —, pero no niego que me preocupé de que fuera real. Quiero eso para el futuro, pero… aún tengo cosas que quiero que vivas.

—Me gustó sentir que tenía algo por lo que vivir…

—Pero sí tienes algo por qué vivir, Soph. Tú misma y todas las cosas maravillosas que sé que te pasarán, que me aseguraré que te pasen —, lanzamos un suspiro combinado los dos —, serás una gran madre.

Nos tiramos en el sofá que mira hacia el balcón. Ambos ahí, inmoviles y acurrucados, presenciamos una de las escenas que recordaré toda mi vida: como ella se aferra a mí y yo me niego a dejarla ir.

—¿Qué hubiese pensado Jules? —pregunta un poco divertida.

—Amaría la idea de ser tía.

—Cuando tengamos una bebé, ¿La llamamos Eve, en honor a Eva? ¿Cierto?

—Lo haremos.

Deposito un casto beso en los labios de la chica en mis brazos.

—Yo nunca me había sentido amada…

—Nunca había amado como te amo a ti.

—Y… me da tanto miedo que sea temporal —susurra —, que no quiero ni pensarlo. Usualmente no diría nada de esto, pero a la vez, siento que aunque seamos algo temporal, solo por tenerte cerca un par de segundos me sería suficiente. Yo… sería feliz hasta siendo un recuerdo para ti.

—Sophie —le digo —, no esperes que me aleje de ti. No insinues siquiera que algo pasará. Porque no lo permitiré. Solo la muerte me sacará de esta ensoñación.

—Jamás pensé que Anker Avery me diría eso…

—Ya sabes lo que dicen. Ella se enamoró primero, pero él se emperró —escucho como se ríe —. Soph, tú y Salomé son parte de nosotros ya.

—Quisiera… poder vivir todas las cosas que quiero vivir contigo, pero me da pena hacerlo y saber que Sal… Quisiera que ella esté libre de ese tormento.

—Soph —la llamo, para que me mire a los ojos —, pues prepárate para vivir todas esas cosas y, además, ser mi musa, porque tenemos que confeccionarte un vestido.

—¿Un vestido? —pregunta extrañada.

—Sí, para la boda de tu hermana.

Abre sus ojos con la sorpresa de una niña pequeña.

—Salomé es oficialmente libre —le digo.

Sus ojos se llenan de alegría y felicidad, vuelven a florecer. Finalmente, veo como ella vuelve a apagarse.

—Espero que Dania no encuentre una forma de sacarle provecho a eso.

—Me aseguraré de que jamás vuelva a acercarse a ti o a Salomé. Lo prometo. Jamás podrá tocar un pelo de ti, nunca.

—Yo… no sabía que ella era tan malvada. Es la tormenta Dania, pero…

—Soph, quisiera que recibas ayudar profesional —ella se levanta rápido —, no tiene nada que ver con que piense que algo anda mal contigo, ¿Sí? Pero has vivido demasiadas cosas que nadie jamás debería ni siquier imaginar.

—Pero, An…

—Te contaré mi propia experiencia, ¿Te parece? —veo como asiente de inmediato. Mi niña… que ternura —Tras a muerte de Eva tuve pesadillas, dolores emocionales y algunas veces físicas. No era algo que yo pudiera controlar. Yo no podía con eso… y recuerdo que cuando comencé a recibir ayuda psicológica todo se palmó mejor para mí, poco a poco pude, no significa que haya solucionado todo, pero ayudó mucho.

—Quizás luego…

—Soph, ¿Quieres que tengamos esa niña? ¿Quieres que tengamos a Eve? —ella asiente suavemente, con solemnidad —, entonces debemos mejorar para ella. ¿No merece Eve unos padres sanos?

Veo como ella entonces lo piense en calma. Y finalmente, con cuidado y cautela, asiente.

—Mira, tras la muerte de Eva, e incluso aún algunas veces pasa que, la veo.

—¿La ves? —ella me cuestiona sorprendida y debo calmar la pena.

—La veo.

—¿Y qué hace?

—Me regaña, me comenta cosas… Y he tenido que trabajar eso. Ahora lo hace menos, porque me estoy forzando a dejar de pensarla tanto, pero es porque… si me aferro tanto, entonces no podré superar de todo aquello.

—Lamento tanto que hayas tenido que presenciar eso —me susurra. Y me sorprende. Ni por un segundo me juzga.

—¿No crees que estoy loco? —le pregunto.

—La extrañas, ¿Por eso la recuerdas? Entonces no lo estás —asiento… —Yo, bueno… me pasa algo parecido. Yo siempre me he sentido algo solitaria, muy sola. Y… pues… me solía imaginar a una persona ahí conmigo.




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