Oh mío corazón, regresa,
Al letargo donde has quedado dormido,
Donde una vez te dejé rendido,
A sangrar las heridas de un tiempo,
¿Por qué quieres sufrir de nuevo?
Oh mío corazón, aprende,
Tu latir te agita y te mata,
Te ruego, por favor, entiende,
Tu canto y tu entrega no encantan,
En este mundo donde nadie comprende,
Tu modo de amar, ardiente y decente,
La diana perfecta, solo te harán daño.
Oh mío corazón, recuerda,
No dejes que la ilusión te embargue,
Busca en el pasado, juntos lo hemos visto,
Juntos lo hemos dolido, llorando por calles vacías,
Dejando a cada paso un pedazo,
De los sueños rotos que cada noche insomne,
Despiertos y apasionados convertimos en cristales,
Y contra la realidad se hicieron añicos.
Oh mío corazón, olvida,
Aunque tú esencia sea muy fuerte,
Quitemos esta felicidad latente,
Inspirada de hermosas ficciones,
Evitemos conseguir de estas fricciones,
Lastimarnos como lo hemos hecho,
Porque no son dos quien se mira al espejo,
Y nada más se encuentra el reflejo,
De lo que entonces se ha convertido,
Por querer amar y conseguir solo despecho.
Oh mío corazón, abandona,
Estas ganas de otra vez palpitar,
Por un amor sabido imposible,
Una esperanza cubierta de espinas.
Vuelve a cerrar las cortinas,
Encierra el defecto principal de tu vida,
De enamorarte sin ningún motivo,
De engañarte con futuros incapaces,
No me traiciones músculo vivo.
Oh mío corazón, ya calla,
Que ya hemos pasado por mucho,
Y me asusta cada vez te escucho,
Hilar poesías con meloso encanto,
¿No entiendes que tu sentir puro y santo,
En verdad a nadie importa,
Y a pesar de tu fina impronta,
No tiene lugar entre tanto espanto?
Oh mío corazón, ya deja,
De parir versos sin sentido,
Ya tenemos por bien sabido,
Que el mundo es un lugar egoísta,
Que la pasión la posee el artista,
Plasmando bellezas ilusas y erradas,
Pero cuando la pluma concluye cansada,
Las hermosas notas que hizo la idea,
Se encuentra con la verdad más cruda,
Convertido en un fantasma aquí desolado,
Y quedar de este lado atrapado,
A padecer lo que es inalcanzable.
Oh mío corazón, no llores,
Por este destino cruel que nos ha tocado,
Pues sabes que estás abandonado,
En este páramo que de amor no sabe,
Yo entiendo tu gran lamento,
Conocemos la verdad y lo siento,
Por lo mucho que deseas darte,
Pero son las piedras vulgares más fuertes,
Y son el arma que todos escogen.
Oh mío corazón, despierta,
No te pierdas en inocentes fantasías,
Que aquellos que andan por la vida hiriendo,
Que tienen la crueldad por mejor principio,
De almas viles, veneno por sangre,
Con duras palabras y fe de enjambre,
Poseen el amor que tanto anhelamos,
Ellos destruyen cuanto aman,
Y nosotros amamos hasta destruirnos,
Pero en esta roca sin sentido,
Es a ellos a quienes prefieren.
Oh mío corazón, no dejes,
Que las lágrimas vuelvan a ahogarnos,
Vuelve a su cárcel de hielo,
No me atormentes con tus pasiones,
Solo dejemos en lindas canciones,
El amor poético que a nadie conmueve,
Pues no quiero tropezar con la misma piedra,
Y el dolor es el día que llueve,
Sin dar con ningún consuelo.