Los días, semanas, meses pasaron de vez en cuando iba por la brigada con la esperanza de encontrarla y mirarla desde lejos. No quería parecer un acosador o un demente los militares lo conocía pues lo habían visto muchas veces con su papá que lo presento como su hijo, así que para disimular sus intenciones parecía como si fuera a trotar de vez en cuando y en las pocas oportunidades pudo verla.
Debía entender que ella era imposible para él apenas era un crio de 17 años y ella era toda una mujer con trabajo título profesional, pero no podía ignorar fácil este sentimiento de él por ella. Que podía hacer por más que se esfuerce ella jamás vería en él un hombre. Sino un adolescente, un niño confundido que no sabía cómo expresar sus sentimientos.
Recostado en su cama pensó, y los recuerdos de su infancia regresaron. En su cabeza se formó la idea, descabellada, pero justa para sus estándares. Y eso era.
Un beso. Un beso de su boca. No podía pedir más que eso. Un simple beso y si tenía la suerte y la bendición. Una hora de pasión entre ellos sería suficiente para guardar en lo profundo este amor. Si eso sería suficiente para él.
La puerta de su habitación se abrió ingresando su papá, lo notó algo nervioso, para decir verdad nunca lo había visto de esa forma. Se parecía a él cuando iba a confesar algo.
—Hijo quiero hablar contigo.
—¿De qué se trata papá?
Se acercó hasta él sentándose al filo de su cama —Diego tu sabes que eh estado solo, durante mucho tiempo. y… quiero rehacer mi vida al lado de una mujer que conocí. La eh tratado un tiempo…
—Por mí no hay problema papá —lo interrumpió —estoy de acuerdo con que quieras rehacer tu vida. Y bueno no sé tener otro hijo.
Su papá lo miro fijo —hijo no quiero que te sientas presionado. Ella es una buena mujer y está dispuesta a aceptarte como su hijo. Sé que…
—Papá —lo interrumpió de nuevo —si te hace feliz a ti. Por esta bien. prometo que no haré nada que pueda molestar o incomodar.
—Me alegro escuchar eso Diego. Por necesito que te vistas bien. tenemos una cena quiero presentártela y ella también llevara a su hija para conocernos. Por eso hijo alístate salimos en quince.
Respiro hondo frotando su cabello colocándose un pantalón negro y unos botines de combate con los cuales le sentía muy cómodo una camisa blanca de manga larga y una chaqueta llego junto a su papá se veía impecable con un terno. Se subieron al auto y fueron hasta el restaurante que había reservado.
Su papá tiene la costumbre de llegar antes de lo previsto y es algo de lo que Diego también heredo de él. Era jodidamente puntual, tanto que odiaba serlo. El mesero los llevó hasta la mesa donde esperaron por la futura esposa de su padre y su hija, que parece seria su hermanastra. La mesa estaba en silencio.
—Hijo mira ahí está ella. ¿Esa es su hija? —dijo su papá con asombro y emoción.
Volteo a mirar sorprendiéndose de verla a ella más a la chica que en ocasiones había visto por el hospital y el colegio. Sus ojos se centran más en la madre esta hermosa y su hija parece un reflejo de su juventud. Papá se levanta.
—Diana —dice con admiración —estas hermosa —ella traía un vestido rosa claro largo con corte cerrado con el escote redondeado. Que la hacía ver hermosa con su cabello suelo. Su hija tenía un vestido normal cubriendo arriba de sus rodillas blanco de tirantes gruesos con el cabello recogido a un lado. Lo que lo impresiona de ella, es que, es una versión joven de la señora Diana.
Sus miradas se conectan, no lo sabía parece que ella también está sorprendida y también lo ha notado, al igual que con su madre él también era una versión joven de su padre, solo con diferente personalidad.
—Diana déjame presentarte a mi hijo Diego —me presenta.
—Mucho gusto soy Diana Delgado. —extendió la mano.
—Mucho gusto señora Diana —sujeto su mano después de mucho tiempo tenía el primer contacto físico con ella. Pudo sentir como una descarga eléctrica recorrer todo mi cuerpo. La miro directo a los ojos. Brillantes como dos luciérnagas en la noche y una sonrisa perfecta —soy Diego Ross.
—El gusto es mío. Ella es mi hija. Lizbeth Palacios.
—Mucho gusto en conocerlos —habla la chica y su padre se presenta cortésmente.
Lo noto. Esa mirada, ese brillo. Esta chica era igual a él. Tal parece estaban en el mismo barco. Se comportó como su padre le enseñó a comportarse, como todo un caballero moviendo la silla a la hija de la mujer de la que estaba enamorado.
La cena pasa tranquilamente, él no era ciego y ella tampoco lo es. Se dieron cuenta de lo que sus padres siente, parece que esto es realmente serio. Tomó su copa con agua y del mismo modo lo hace ella y de nuevo sus miradas se cruzan en ella veo la mujer que está a su lado y ella también ve en él a su padre a su lado.
Música se escucha, mariachis llegan hasta su mesa sosteniendo un ramo de flores el cual su papá toma y le entrega a la mujer que se convertirá en su madrastra inclinándose a la vista de todos los clientes del restaurante le propone matrimonio y ella convencida lo acepta. Hay aplausos, también lo hace. Ellos se besan. Ah… desearon ser ellos en lugar de sus padres quien pruebe por única vez en mi vida los labios de aquellos a quienes amban. Fueron sus pensamientos.
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Editado: 29.03.2025