Sustitutos

Capítulo 7

Temprano se encontraron como todos los días antes de que el sol saliera. Ella para practicar yoga y él para practicar algo de boxeo con el saco. Como si nada hubiera pasado cada uno tomo su lugar dedicándose a su propio entrenamiento. La suavidad y calma del yoga contra los golpes intermitentes de los puños de Diego sobre el saco de box.

Los primeros rayos solares ingresaron a su jardín mostrando la ropa sudada de Diego y la postura al de Lizbeth en completa relajación. El fuerte golpe de Diego dio fin a la rutina, dándose la vuelta se encontraron y miraron por la ventana a su madre preparando el desayuno, y su padre ahí ayudando.

Sintiendo una desesperación se alejaron hasta la esquina de la casa donde Diego la acorralo contra la pared. Sus ojos brillantes, calor emanando. Sus labios impactaron. El segundo beso, que los libero de esa depresión que sentían. Era un beso algo torpe, aun así, no dejaba de ser excitante.

Lizbeth se separó de los labios de Diego y fue la primera en ingresar dentro de la casa. Tanto ella como él solo correspondía a esos labios porque en su mente, pensaban que eran ellos a quienes besaban, solo ellos los que podían sacudir sus cuerpos y mentes.

—Diana…

—Elías…

Dijeron dentro de sus mentes tocando sus labios.

—Hijo… sigues aquí —su papá llego.

—Ya me preparo…

—Date prisa o llegaras tarde —se acercó al auto encendiéndolo.

Se ducharon y bajaron a la cocina donde todo estaba servido, ellos observaron aquella felicidad que sus padres emanaban, todo lo que podían hacer era observar de su dicha mientras ellos morían por dentro.

—Diego ten esto —la señora Diana le entrego un bebe todo. lo miro confundido. —es un batido proteico para que desarrolles mejor tu cuerpo. También te compre un frasco de proteína y creatina.

—Gracias…

—También tengo un obsequio para ti Lizbeth —intervino su padre. Levantándose trayendo unos bloques de espuma, cinturones y un tapete de yoga. Espero que te sirva esto.

—Gracias…

—cierto en la alacena está también sobres de colágeno. Compartan entre los dos —dijo Diana.

—Hijos vamos tarde. Ustedes pueden ir al colegio cierto…

—¡Dios mío! Es tarde debo ir a recibir a las pasantes…

Ambos se levantaron dejando su desayuno sin terminar, cepillaron sus dientes saliendo en el auto para sus lugares de trabajo. Los dejaron a ellos ahí en silencio. ¿Cómo olvidarlos? Si hacen cosas como estas. Tomando todo lo necesario salieron de casa dejando todo asegurado caminaron hasta el colegio, en completo silencio. Al llegar cada quien tomo su propio camino hacia su salón.

Diego miro su bebe todo, lo agito sonrió y bajo para que nadie lo escuche dijo —así… es más difícil sacarte del pecho.

Las clases terminaron Lizbeth llegando a su casa sola, ingreso dentro yendo a su cuarto mirando su nuevo equipo de yoga sobre la cama, se recostó recogiéndolas —capitán Ross. —disfruto de sus regalos sintiendo lo acelerado que estaba su corazón, presionando contra su pecho —olvidarlo es imposible y más con esta clase de afecto.

Diego no llego a casa en toda la tarde recibiendo mensajes de sus padres diciendo que, tampoco llegarían a casa. Su padre estaba como oficial de semana y su madre se le había acumulado el trabajo que debía repartir entre las pasantes.

Lizbeth como siempre y para no perder su habito llego comida para su mamá al hospital, pero también llevo algo para el capitán. Ingreso en la sala donde debía estar su mamá encontrándola ahí con documentos sobre la mesa. Que al verla dijo.

—¡Que afortunada soy de tener una hija como tú! —se levantó abrazándola —gracias hija. —noto el otro recipiente —¿y ese?

—Es para… —se le hizo un nudo decir la siguiente palabra —papá. Una forma de agradecerle por el regalo de hoy.

—¡Que considerada eres! Ahora lo llamo para que lo reciba en la entrada de la brigada. —lo llamo informándole. Colgó —estará en diez en la entrada. Ve…

Sonrió. No podía ocultar su felicidad —gracias mamá. Ahora voy. No te olvides de descansar algunos unas horas —recomendó ella.

—lo hare hija. tú también descansa.

Lizbeth camino hasta la entrada de la brigada, espero por unos minutos cuando lo vio llegar y su corazón latió con fuerza. Se veía realmente atractivo con su uniforme militar resaltando ese porte que lo caracterizaba.

—Lizbeth hija —ese calificativo deshizo su felicidad.

—Traje algo de comida, para usted.

Lo tomo. Ella sintió sus manos con las suyas una sensación electrizante, de la cual quería más —gracias hija. seguro debe estar delicioso. Tu mamá me ha contado de tus habilidades culinarias.

Se sonrojo y enojo que su mamá hablara de ella con él —mamá —se quejó bajo.

—¿A dónde crees que miras recluta? 50 de pecho —ordeno el capitán al recluta que observo con descaro la figura de Lizbeth.

—Si mi capitán —el recluta se lanzó al suelo empezando a pechar.

Lizbeth sonrió del hecho que la hiciera respetar. No era que se vestía de for a provocativa de hecho su ropa era adecuado para tarde de frio que hacía. Sin embargo, nadie podía evitar el hecho que ella era toda una belleza.




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