De pie en medio de la habitación Lizbeth cerró la puerta detrás de ella con delicadeza. Diego se sentó al filo de la cama notando sus largas y esbeltas piernas sus firmes glúteos al igual que toda fina y esbelta figura.
Lizbeth camino hasta él tomando asiento a su lado. Inclinaron sus dorsos hacia delante ladeando la cabeza para mirarse a los ojos encontrando en ellos a su ser amado. Unieron sus manos acercándose buscaron con anhelo sus labios, el beso todavía seguía siendo torpe. Sería el tercer beso que se daban desde que se convirtieron en hermanos.
—Hay que mejorar un poco más ¿verdad?
Ella asintió. Besándose de nuevo.
La lengua de Diego sintió la necesidad de explorar su cavidad bucal abriéndose paso de sus labios chocando con la punta de la lengua de ella. Quedaron sorprendidos. Sin separarse ladearon su cabeza hacia el otro lado continuando con el beso cayeron sobre la cama emanando el calor de sus cuerpos. De lado se abrazaron fuertemente diciendo los nombres de su amor.
—Diana…
—Elías…
Se quedaron dormidos, compartiendo la misma cama hasta el amanecer que se levantaron para entrenar. Ellos actuaban como si nada hubiera pasado entre ellos, como si fuera lo más normal y sus progenitores no se enteraban de nada de lo que sus hijos sentían por ellos. No se dieron cuenta del dolor que les provoco su matrimonio y del convivir juntos.
¿Cómo afrontar el hecho de amar a la persona que vive bajo tu techo?
—Chicos. No tienen que ir caminando. Esperen un momento y los dejare en la entrada —hablo el capitán.
—Se ha tarde —fue lo que dijo Diego saliendo a la calle en dirección del colegio.
Lizbeth no dijo nada y siguió detrás de él a una distancia de unos diez pasos. Sus padres no podían decir que se llevaran bien, pero tampoco mal. De hecho, lucían como hermanos. Distantes, pero al fin y al cabo hermanos. Aunque se solo de título.
No tenían de que preocuparse.
Llegaron al colegio ingresando juntos, se dividieron para sus respectivos salones de clase. Ambos participaron en un concurso de selección para saber quién iría a las competiciones de matemáticas entre colegios de la ciudad.
Diego a diferencia de Lizbeth no se le dan algunas materias de hecho sus promedios solo eran de 8 en cada materia, al contrario de ella que su promedio era de 9 o 10. Sin embargo en esa competición Diego llego hasta el final contra Lizbeth. El ejercicio planteado era encontrar el valor de “X” cuando esta tiende a infinito en una ecuación fraccionaria.
Fue el primero en terminar la ecuación, pero el resultado no era el correcto siendo eliminado, ganando Lizbeth siendo la que representaría al colegio en las competencias. Varios alumnos se acercaron a ella felicitándola, mientras que él solo se alejó de ahí.
Esa noche en la cena todos reunidos la señora Diana hablo —hija felicidades. Tu profesora me llamo para decirme que vas a representar al colegio, en el concurso de matemáticas.
—¡De verdad! Felicidades Lizbeth —dijo el capitán contento.
—Gracias —respondió con satisfacción.
—Diego. También me dijeron que competiste contra ella. Este día.
—No aplique una ley exponencial y me comí los signos —respondió seco.
—Debes prestar más atención hijo. Aun así, estoy orgullo de que llegaras al final. —hablo su padre.
—Ya sé porque no ayudas a Lizbeth a prepararse para el día de las competencias. —hablo la señora Diana.
—Si, me parece buena idea.
—No creo que me necesite. Ella se basta sola. —respondió Diego.
—Aun así, no estaría demás que la ayudaras hijo.
—Veré que puedo hacer —respondió seco.
Elías salió en la noche para la brigada pues como oficial de semana debía dar el parte de su unidad a supervisión. Su esposa lo despidió desde la entrada. Ellos dos se quedaron en la sala mirada una serie que compartían gusto. Suits. O la ley de los audaces.
—De nuevo estás viendo esa serie hija. ¿Cuántas veces ya la ves?
—Cinco veces.
—Diego. ¿A ti también te gusta la serie? —pregunto la señora Diana.
—Sí, me gusta. Especialmente Donna. Con esta son 6 veces que la veo.
—No se desvelen. Mañana tienen clases —dijo la señora subiendo hasta su habitación.
—Seis veces. No pareces conocer mucho de la serie.
—Digo lo mismo —respondió apoyando su barbilla sobre su mano.
Diego termino de ver el capítulo se levantó para irse a dormir —¿Te vas? Este capítulo es genial.
—Todos los capítulos lo son. Y el hecho que lo menciones. Me da a entender que no sabes mucho de la serie.
Lizbeth lo tomo como un desafío esas palabras haciendo un breve resumen del capítulo, mencionando los actores presentes y la frase de Harvey Specter. Del capítulo. No enviar a tu cachorro a limpiar su desastre.
Se levantó deteniéndose a su lado —¿Quién es el cachorro ahora? Apágala sí.
#1516 en Joven Adulto
#8864 en Novela romántica
hermanastros, amor prohibido pasion silencio secretos, oportunidad de amar
Editado: 29.03.2025