Estaban en la sala Lizbeth tenía un cuaderno lleno de ejercicios matemáticos, resueltos se estaba preparando para la competencia que sería el día de mañana en el auditorio del colegio. Estaba muy decidida a ganar debido al hecho de que el capitán Ross estaría presente en la competencia.
Borra con fuerza el proceso del ejercicio o lo revisa otra vez, deteniéndose a ver dónde estaba fallando. Por qué el resultado no le salía como en el libro de respuestas, eso le comenzó a causar frustración parecía no estar completamente concentrada.
Diego se acercó colocándose detrás de ella observando el proceso hecho —elimina las raíces y agrupa términos semejantes —comento notando un error tan obvio.
—¿¡Qué!?
—Aquí —señalo la ecuación —puedes eliminar la raíz aplicando la propiedad de radicales y agrupar términos semejantes. De hecho, aquí puedes eliminar.
Lizbeth observo las sugerencias de Diego notándolo —¡ay no…! —cubrió sus ojos con su mano. En decepción a no poder creer que se le paso algo tan obvio.
—Estas estresada. Este día deberías descansar. La competencia es mañana.
—No quiero fallar. Quiero ganar mañana —respondió ella.
—Y para hacerlo. Debes descansar este día. Te la has pasado toda esta semana estudiando. Baja de tu caballo guerrera y deja en paz a tu cerebro. —Diego tomo el cuaderno y el libro de ejercicios
—Jessica Pearson. Suits temporada 1 capítulo 12. Quieres seguir con eso
Diego la miro con calma —me agradas —llevo su mano al rostro un gesto que ella reconoció mirándolo seria, pero divertida. Diego no completo el gesto de ese movimiento de mano. Ella se levantó lucía algo relajada.
—Aun así, quiero completar ese ejercicio. —se acercó a él.
—Tu determinación es admirable. Al igual que tu terquedad.
—solo será ese ejercicio…
Era malo, su cercanía lograba que su imaginación corriera. Ante ellos ya no veían a los adolescentes que se convirtieron en hermanos. Sino al ser amado al quien tanto amaban. Alejarse ya no era opción. Sus ojos eran la llave de su imaginación, de perdición, de su pecado. La fantasía más grande que ellos anhelaban. Solo podía ser cubierta por los labios de sus hijos.
Como un imán sus labios se acercaban peligrosamente, sucumbiendo a su mirada, a la fantasía. Sus labios tuvieron el primer ligero roce, al intentar acomodar a los labios del otro. Cuando el sonido de la puerta los detuvo y Diego tuvo que soltar el cuaderno y libro al suelo causando un estruendo que fue escuchado por la visita.
La puerta se abrió de golpe ingresando sus padres al asustando —¿Qué paso? —pregunto el capitán.
La situación que ellos estaban era delatora. Esa cercanía era sospechosa.
—Nada papá. Solo cumplo mi rol de hermano mayor.
—Si… y cual es…
—Cuidar de mi necia hermana. Esta estresada y sigue estudiando…
—Estaban discutiendo… —intervino la señora Diana.
—No precisamente, pero ya que está aquí. dígale que se relaje —respondió Diego dándose la vuelta.
Diego subió hasta su cuarto llevándose el libro y el cuaderno de ejercicios de Lizbeth. Los, sujeto con fuerza resoplando los, arrojo sobre su escritorio recostándose sobre su cama con las manos detrás de su nuca. La puerta se abrió ingresando su padre.
—Te falto esto —agito la calculadora en su mano dejándola en el escritorio.
—No creí que la usara…
—Hijo, todavía tienes mucho que aprender sobre las mujeres. Especialmente con una hermana… —Diego se levantó mirándolo. Suspiro tomando asiento junto a él —sé que solo es de título que tienen por nuestra boda, pero… me alegro de que la cuides y te preocupes como hermano.
Diego tenía la mirada baja —hermanos de papel. Creo que eso es lo que somos nosotros —lo dijo con un tono gélido y despreocupado.
—¿Qué quieres decir con eso?
—No importa, pero puede estar seguro papá. No pienso lastimarla, ni hacer nada que perjudique está familia.
—Me alegra escucharlo. —se levantó —hijo… sé que esto no es fácil, después de lo ocurrido con tu mamá. Que yo me volviera a casar.
—Papá el pasado no me importa. Además, pienso que no pudiste encontrar mejor mujer que ella.
Respondió con sinceridad, pero también con dolor. Pues la mujer que su padre había escogido era la misma de la que estaba enamorado.
—Gracias Diego —Diana apareció en la habitación junto a Lizbeth. lo abrazo sintió el calor proveniente de ella, era cálido y reconfortable como pensaba sintió los brazos rodeándolo —quiero que sepas que no pienso reemplazar a tu mamá, pero —lo aparto para verlo —me gustaría que llegue el día que puedas decirme mamá.
—Sí, tratare —respondió rodeándola con sus brazos. Eso sería lo más cercano que estarían.
—Lizbeth. Yo también quisiera que algún día puedas llamarme papá. Siempre voy a estar aquí para ti. Si me necesitas te apoyare, de acuerdo —la abrazo.
—Gracias —dijo con voz trémula abrazándolo.
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Editado: 29.03.2025