Fin de semana su padre el capitán estaba en labor de sus funciones, la señora Diana se encontraba en casa al tener libre el fin de semana. Diego desde la mañana estaba entrenando, golpeando con fuerza el saco de box. Cada golpe era estridente como el impacto de una piedra. La tensión de sus brazos era palpable con cada golpe el sudor de su cuerpo bajando por su frente.
Su camiseta estaba mojada por el sudor. Se quitó los guantes y la camiseta dejado un cuerpo trabajado, pero brillante debido que los rayos solares lo goleaban. Cambio su rutina realizando tres burpees, dar tres golpes y tres patadas. La intensidad subía al grado de gritar con fuerza cada golpe.
—¡Diego! Diego alto —la señora Diana llego a detenerlo.
Noto como sus brazos temblaban incluso los nudillos de sus manos ya empezaban a mostrar raspaduras con ligeras manchas de sangre. Lo sujeto de sus brazos resbalosos debido al sudor notando el temblor.
—¿Qué sucede hijo? ¿Por qué estás así?
—No soy su hijo. Así que no se meta en lo que no le importa —respondió Diego que continúo golpeando el saco.
La señora Diana que en silencio ante esa respuesta. Diego no se había medido con sus palabras, no se dio cuenta que ella solo lo quería ayudar incluso detuvo su brazo presionando con fuerza.
—Basta te estas lastimando.
Diego la miro fríamente no parecía esa mirada de amor con la que siempre la miraba, en este momento era diferente. Sus ojos eran fríos, gélidos. Como cuchilla de hielo atravesando la piel con tan solo mirarla. No era el Diego que ella conocía.
—Suélteme…
—No… —respondió con determinación a no soltar a Diego —te estás lastimando mira tus nudillos —ya estaban rasposos con sangre bajando sobre sus falanges.
—¡que me suelte! —alzo la voz.
—No le hables así a mi mamá —Lizbeth apareció intercediendo.
Sus miradas se cruzaron, en este momento ya no se miraban como lo hacían. En este momento si parecían dos desconocidos. Ante el frente unido Diego recogió los guantes y su camiseta retirándose ingresando dentro de la casa.
—¿Estás bien mamá? —pregunto Lizbeth.
—Sí, hija. no te preocupes. —respondió mirando en dirección a la casa. Ella sabía que algo le pasaba.
Ingresaron dentro de la casa. Entre ellas dos se pusieron a arreglar la cocina.
—Desde el día de ayer ha estado raro —declaro Lizbeth.
—Sí, me pregunto qué le sucederá. Nunca se había mostrado de esa forma.
Diego bajo estaba cambiado de ropa. Tenía jeans oscuros con rasgaduras en las rodillas, una camiseta de blanca de cuello circular y una cazadora negra y su cabello estaba desordenado dándole un toque rebelde.
—¿A dónde vas Diego? —pregunto la señora Diana.
—No es asunto suyo señora —respondió seco saliendo de la casa.
Lizbeth se molestó por la manera de actuar de Diego, se molestó tanto que salió detrás de él —hija espera —hablo su madre.
Lizbeth salió sin importarle que estaba en short y una pupera que dejaba al descubierto sus largas piernas y su plano abdomen lo alcanzo sujetándolo del brazo.
—Espera —dijo con enojo.
Diego la miro —suéltame.
—si te soltare, pero déjame decirte que si le vuelves hablar a si a mi mamá. Lo pagaras.
—¿Qué? Se lo dirás a mi papá. Hazlo no me importa.
—No. No necesito decirle nada. Yo sola me basto para ponerte en tu lugar. Si le vuelves a hablar de esa manera a mi mamá. Entendiste.
—Haz lo quieras, pero antes cuida tu vestimenta al salir de casa —miro en dirección a donde venía dos adolescentes, que no perdieron la oportunidad de verla así.
Liz se dio cuenta —ustedes que miran idiotas —lo dijo con firmeza, al punto que ellos dos desviaron la mirada y pasaron de largo —y tú que sea la última vez que le hablas así a mi mamá.
Diego solo la miro quitándose el agarre —entra ya —dijo siguiendo su camino.
Lo miro desaparecer en la esquina. Ella volvió a casa encontrándose con su madre en el jardín delantero —no debiste salir así hija.
—No me importa. Con tal de defenderte. Soy capaz de salir incluso como Eva.
—¡Hija…! —dijo su madre alarmada pues ella sabía que era capaz de hacerlo.
—Por ti soy capaz de todo, mamá. No pienso permitir, que ese arrogante te hable de esa manera.
—Está bien hija ingresemos dentro de la casa.
Ingresaron dentro haciendo lo necesario en la casa, mientras el capitán regreso para el almuerzo con ellos, pero no encontró a Diego junto a ellas y por las actitudes de ellas sabía que algo había pasado. El ambiente era algo tenso.
—Diana amor. ¿sucede algo? —pregunto esperando que su respuesta no sea lo que estaba pensando.
—No nada amor —respondió ella.
Trataba de no causar problemas entre padre e hijo, no quería distanciarlos y que lo que estaban creando entre ellos cuatro se destruyera, así como así. Acorto la mirada sabía que algo ocurría.
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Editado: 29.03.2025