Sustitutos

Capítulo 13

Camino 4 kilómetros desde el hostal hasta su casa, pensando en las palabras que diría para disculparse con la señora Diana. Ella no tenía nada que ver con su mal humor este día. De hecho, lo único que ella hizo fue preocuparse por él. Le debía una disculpa a ella y también a Lizbeth por su comportamiento.

Estando cerca de llegar no tenía nada pensado una larga distancia y tiempo necesario para escoger sus palabras no le sirvieron de nada. No tenía nada. Tal vez la única frase seria. ¡Lo siento! O ¡Discúlpenme! Serían las más adecuadas.

Frente a la casa abrió la puerta del jardín ingresando llegando a la puerta de la casa, donde lo primero que miro fue a su padre con un semblante serio. Mirándolo con esa autoridad que denotaba siempre, pero en este momento era incluso más intenso. Señal de que estaba al tanto de lo ocurrido en este día. Estaba convencido de que la señora Diana no dijo nada, pero Lizbeth. Ello lo había revelado.

—¿Qué fue lo que hiciste Diego? —pregunto con dureza. Con ese tono de voz ronco y fuerte.

Esa mirada de su padre podía intimidar a cualquiera, pero él era su hijo. La había visto en su máximo esplendor en su niñez. Esa mirada de su padre ahora la podía contrarrestar con su suya. Una fría, y gélida. Como si poco le importara lo que dijera.

—¿A qué viene esos ojos Diego? Responde —dio un paso. Cruzado de brazos.

—Yo…

—Cállate —lo silencio con dureza —este es el ejemplo que yo te he dado. Eh… responde.

—Cariño… —la señora Diana apareció deteniéndolo —¡por favor! Cálmate. Primero escuchemos lo que tiene que decir.

—No hay nada que escuchar. Su actitud de este día refleja su inmadurez. No demuestra la educación que le he dado.

Diego tenso lo puños. Esto fue visto por Lizbeth que estaba observando desde las escaleras. Noto que había algo ahí, por la fuerza que estaba presionando sus puños, como sus músculos se tensaron, supo que algo paso, pero no sabía que era con exactitud.

—Si… —dijo carraspeando la voz.

—¿Qué dices? —su padre molesto.

—Cariño cálmate…

—Esta no es tu educación papá. Los que me educaron fueron mis abuelos y para serte franco. Mi mamá —esa última frase lo dijo con amargura.

—¿Qué dices? —su padre se molestó todavía más y su esposa lo detuvo.

—Digo que tú —su voz fue más grave —nunca me educaste correctamente. Lo único que hacías era presentarte de vez en cuando en casa. Decirme unas palabras, de saludar a los mayores, respetar a los demás, pero nada más. nunca te preocupaste de verdad por mí.

—Diego basta —intervino la señora Diana.

—¿Qué no preocupe por ti? Dices. Donde crees que estaba muchacho. Estaba lejos trabajando para darte lo mejor, para que tengas que vestirte y tener un plato de comida en la mesa. Y dices que nunca me preocupe por ti.

—Si… me enseñaste que un hombre se sacrifica por su familia y eso demuestra que los ama. Pero tú, nunca te preocupaste por mí. Sabes qué día es hoy.

—Habla claro Diego. Déjate de rodeos…

—Hoy es el día que mi mundo se vino abajo. Que mi niñez quedo destruida —su padre lo miro perplejo no entendía —veo que no lo recuerdas. Hoy es el día que descubrí el engaño de mi madre. Sabes lo que significa eso —su padre abrió los ojos.

—Hijo… —dijo su padre dándose cuenta.

—¿Qué hiciste después de eso papá? Me dejaste al cuidado de mis abuelos y pensaste que con pagarme algunas terapias psicológicas iba a recuperar mi vida. Que iba a estar bien. Te equivocaste. Solo aprendí a vivir con el dolor. Y tu dónde estabas, crees que darme algo de vestir tener comida en la mesa basta. Mis abuelos me educaron, de ti solo obtuve lo que dices. Ropa, comida, pero nunca estabas ahí.

Con esas últimas palabras salió de casa escuchando los llamados de la señora Diana ignorándolos por completo Diego volvió a desparecer. La señora Diana volvió a la casa mirando a su esposo.

—Era necesario eso. ¿Por qué no lo dejaste hablar? —pregunto.

El capitán tomo asiento en la sala —mamá… —Lizbeth hablo despacio.

—Ve a tu cuarto Lizbeth —hablo su mamá con la voz ronca y ella obedeció. —Elías… —se acercó.

El capitán tenía la mirada baja, entrelazando sus manos. Su esposa estaba frente a él sentada en la mesita de sala.

—¿Crees que falle como padre Diana?

—No, no lo hiciste…

—¿Cómo puedes estar segura? —se levantó —tiene razón. lo abandone. Solo estaba trabajando, nunca lo llame para preguntar cómo estaba. Lo deje al cuidado de mis padres, pensando que ellos lo sabrían educar como a mí. Pero falle. Falle como esposo y como padre. Deje que mi hijo creciera por su cuenta.

—Nada de esto fue tu culpa. Hey mírame —lo sujeto de las mejillas —él sabe que lo quieres y él a ti también. Puedes hablar con él cuando este más calmado. Por ahora solo descansa. Vamos debes volver. No te preocupes yo me ocupare de Diego cuando regrese. Y podrán hablar tranquilamente.

—Si… —dijo con desanimo.

El capitán volvió a la brigada, pensando en el error que cometió con su hijo durante este tiempo. tenía razón cuando dijo que lo abandono, estaba lejos trabajando, pero nunca se tomó la libertad para llamarlo. No pensó que todavía recordara ese día. Recordó las preguntas que hacía a sus abuelos sobre ese día y ellos se lo mencionaron. Pensó que la terapia era la solución, pero se olvidó lo importante. Diego lo necesitaba a él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.