Sustitutos

Capítulo 18

En sus sueños podían ser libres, sin ningún tipo de culpa por hecho. Ahí eran libres de dar rienda suelta a sus fantasías más oscuras. Mientras que en la realidad debían que sentir la sensación de culpa y arrepentimiento al ver a sus progenitores tan felices juntos. Al verlos así la sensación era mucho mayor.

Y entre ellos no sucedía nada. caminaban como si nada hubiera pasado, al saber que los besos que compartían no eran para ellos sino para quienes amaban.

Lizbeth observa como su amiga Camila intenta acercarse a Diego en ocasiones, pero él solo la ignora. Lo saluda, pero este es peor que el hielo ya que para él solo existe la señora Diana, la esposa de su padre. Era la única por lo que sus ojos brillaban llenos de amor.

¡Ah…! —Bufo Camila en rendición dos semanas intentando establecer conversación con Diego sin lograr nada.

—Diego es duro de roer —comento Gaby.

—No sé qué más puedo hacer. Me ignora a cada momento.

—El ignora a todo el mundo —comento Lizbeth.

—Liz… ¡Por favor! Ayúdame con el tempano de hielo que es tu hermano.

—No es mi hermano. No estamos relacionados por sangre. Además, sería igual. A mí también me ignora.

—No te llevas bien con él —indago Gaby —sus padres se casaron, viven bajo el mismo techo y van al mismo colegio.

—Pero eso no quiere decir que nos llevemos bien. No todos los hermanos se llevan bien. —miro en dirección de Diego —nosotros solo compartimos lo que has dicho —respondió.

Esa fue la respuesta de Lizbeth, pero en el fondo sabía que compartían un secreto más íntimo. Uno que de llegar a descubrirse todo se derrumbaría como un castillo de naipes.

—¿Por qué no solo te olvidas de él? —sugirió Gaby. —mira a tu alrededor hay muchos chicos muy guapos —paso la vista —si… mira ahí —señalo la cancha de indor apuntando a Mariano Salcedo un adolescente de tercero de bachillerato.

Tenía el cabello rizado castaño, sus ojos miel oscuro y su rostro cincelado suave y fuerte hacían de él un chico que toda chica deseaba tener a su lado. Además, tenía el cuerpo trabajado, todas las chicas suspiraban cuando se retiraba la camiseta durante los partidos de indor o futbol. Mariano era más sociable con la gente todo lo contrario a Diego.

—Mariano. No creo que sea una opción —dijo Camila.

—¿Por…? —pregunto Gaby.

—Bueno, eh escuchado que es un picaflor —respondió Camila. —en fin, seguiré intentando con Diego. No sé, talvez suceda algo.

La sirena dio el fin al receso y del mismo modo a la jornada escolar todos los alumnos se marchaban a sus casas. Algunos que viven lejos los esperaban en las busetas. Camila observo desde la distancia a Diego caminar en solitario como siempre.

—Camila —hablo Gaby —te dare este consejo —ella y Lizbeth le prestaron atención —hazte notar con él y después desaparece. Ignóralo como él lo hace. Talvez así logres llamar su atención.

—El arte de la presencia y ausencia —dijo Lizbeth. —¿crees que funcionara con alguien como Diego?

—Es un chico. Y los chicos seguirán siendo eso chicos. En busca de aprobación.

—No lo sé. Diego no parece ser el chico, que busque aprobación. Es más, diría que le agrada la soledad. —respondió Lizbeth.

—No importa tu escúchame Camila. Estoy segura que lograras algo —dijo Gaby convencida de sí misma.

—Cierto hoy tienen practica de futbol —hablo animada Camila —bien iré a verlo en el entrenamiento.

Se despidieron y Lizbeth se puso en camino a casa logrando alcanzar a Diego que siempre se detenía en la brigada a comprar mango picado, para ir comiendo a casa. Caminaron en completo silencio nadie dijo nada. hasta que Diego le extendió el mango picado para que se sirviera. Ella lo miro y tomo un pedazo del mango llevándoselo a la boca.

Este era maduro y dulce toque de sal y limón le daban un sabor placentero un sabor agridulce. —Camila ira a verte al entrenamiento. Parece ser que ella está muy interesada en ti.

—¿De verdad?

Ella asintió —parece que sacudiste su mundo ese día. —llegaron a casa.

—Hump… entonces no hay nada que hacer —respondió ingresando a casa.

Su comida estaba en la cocina como todos los días la señora Diana dejaba cocinando para que ellos solo llegaran calentaran la comida y se sirvieran. Solo en ocasiones la señora Diana no preparaba el almuerzo por lo que ellos mismos debían preparar sus alimentos.

La hora ya estaba cerca Diego salió con su bolso deportivo negro de marca Nike. Salió de casa rumbo al entrenamiento, que últimamente se había puesto algo más duro ya que pronto serían los juegos intercolegiales de la ciudad y esperaban traerse la copa por tercera vez consecutiva. Diego camino hasta la cancha de entrenamiento a dos kilómetros arriba de la casa. Llegando la noto a ella ahí sentada.

—Hola Diego —saludo agitando su mano al verlo pasar.

—Hola —respondió como siempre dejando su bolso en la grada apartada un poco de los demás.

Estaban siete en la cancha practicando con el balón pases. Diego por su lado no se movió solo se sentó en la grada a esperar que llegue el entrenador. Camila se acercó un poco quería decirle algo, pero las palabras sencillamente no salieron. Con solo verlo entendía que no quería hablar con nadie, pero se acordó de las palabras de Gaby. Debía mostrarle su presencia.




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