Sustitutos

Capítulo 27

Camila empezó a asistir a las clases de defensa personal junto a Lizbeth y Diego, aunque se desanimó los dos primeros días que fue, debido que Diego no se encontraba ahí. Le pregunto a Lizbeth por su ausencia a lo que ella respondió que se debía porque lo habían castigo que debía acompañarla, a practicar, pero como ya cumplió su castigo. Se desanimó mucho, pero su alegría fue grande cuando al tercer día apareció para entrenar.

—Muy bien hoy vamos a practicar algo de combate. Va usar las técnicas que han aprendido —dijo el entrenador Alan Castro.

—Lucharemos contra usted —pregunto Camila.

—Diego luchara conmigo. Como pelea de exhibición. Observen. Arriba Diego.

Se levantó con algo de pereza, colocándose el equipo de protección. Se acercaron al centro del tatami. Diego levantó los brazos a la altura del rostro, su posición era firme. El entrenador parecía mucho más estable su mirada no reflejaba duda. Diego se movió primero, lanzando un golpe directo fácilmente evadido por el entrenador.

Diego atacaba, pero el entrenador parecía como si bailara con Diego, en eso sujeto su brazo y levantándolo por encima suyo derribándolo al suelo, con su puño listo para atacar, sin hacer lo mantuvo en el aire.

—Bien. has mejorado Diego —dijo el entrenador. Extendiéndole la mano

—Si un poco —se levantó.

—Es su turno chicas. Muéstrenme lo que saben hacer.

—Eh… este es recién mi quinto día. No sé si… —dijo con duda Camila.

—No te preocupes. Pon en práctica lo poco que has aprendido.

—Está bien.

Ambas se acercaron al centro del tatami posicionándose mirándose fijamente a los ojos. La miraba de Camila se desvió hasta Diego que miraba atento. Parecía que eso la animo, sonriendo por lo que ataco a Lizbeth que la derribo al suelo de inmediato sujetando su brazo haciendo una palanca.

—¡Guao! Eso fue rápido —dijo el entrenador.

—¡Ay Dios! ¡Que humillante! —hablo Camila.

—Estás bien Camila —Lizbeth la ayudo a levantarse.

—Acabas de patear mi trasero. ¿Cómo crees que me siento? —miro hacia Diego que mantenía la misma expresión.

—Haber Diego y Lizbeth. Tengan un combate. Y Camila presta atención. —Diego resoplo levantándose se acercó al centro del tatami, frente a su hermanastra —bien. Camila presta mucha atención, a veces observar una pelea no ayuda a comprender el patrón de ataque de tus oponentes.

—Pero ¿Cómo voy a saberlo cuando este en una pelea de verdad? —indago Camila.

—Si estas en esa situación debes controlar tu entorno. No dejarte llevar por tus emociones, pero usa las de tu rival. Ya lo veras. Listo chicos —asintieron —peleen.

Diego adopto su posición natural parecía ser condescendiente con Lizbeth, por lo que no sé iba a reprimir de luchar en serio. Su mirada era denotaba ese instinto y de igual forma lo hacía Lizbeth. Diego volvió a ser el primero en atacar siendo esquivado por Lizbeth. siguió con golpes directo al rostro que ella evadía. Hasta que se cubrió bloqueando un derechazo usando ambos brazos haciendo una palanca lo sujeto propinando un codazo en las costillas e intento derribarlo, pero en eso Diego como si fuera un trompo giro evadiéndola posicionándose detrás de ella atacando su pierna derribándola.

Lizbeth se levantó lanzándose sobre Diego forcejeando, mientras intentaban derribarse al suelo, pero no lo conseguían, en eso ella pudo posicionar su pierna detrás de él derribándolo, pero Diego de un ágil movimiento la sujeto derribándola cayendo al lado de ella, quedando tan cerca de su rostro. Sorprendiendo a los dos presentes. Sin embargo, Camila noto algo en esa mirada compartida de ellos.

—Muy bien. ese movimiento fue increíble Diego —felicito el entrenador.

—Fue algo brusco. ¿Estás bien? —dijo Diego ayudando a Lizbeth a incorporarse.

—Si. Gracias.

—Eso fue genial. Soy un gran maestro —dijo con orgullo el entrenador. —Camila. Lo viste. Te diste cuenta ¿Cierto? —Ella estaba más concentrada en la cercanía de sus rostros y como sus ojos parecían desatar una especie de fuego. —¿Camila?

—¡Ah…! Disculpe. Si… fue un movimiento increíble.

La clase termino, ellos salieron, pero después de ellos ingresaron algunos niños de diez o trece años. El entrenador los recibió diciendo que se preparen. Lizbeth y Camila lo miraron.

—Últimamente estoy recibiendo varios estudiantes.

—Es bueno saberlo. Es muy buen entrenador —hablo Camila mirando a ellos.

—Cierto —respondió Lizbeth con una sonrisa.

—Lo es —dijo Diego con voz tenue.

—Nunca cambias. —sonrió el entrenador Alan —vayan con cuidado.

Ellas se despidieron y Diego solo levantó la mano, avanzo en completo silencio sin pronunciar alguna palabra. Camila lo miro con algo de miedo de pronunciar palabra alguna. Sus labios temblaban. Lizbeth noto como su cuerpo se tensó, parecía que tuviera un nudo en la garganta.

¿Qué debía hacer ella? Camila era una de sus mejores amigas, no le gustaba verla así de vulnerable. Y a la vez ella también se sentía culpable, ya no solo era por su madre, ahora también era por ella. Diego era el escape de ella su realidad. Diego era el escape a su mundo de imaginación, de fantasía donde podía estar con el capitán. Y recientemente ella lo miro como Diego y como el capitán Ross.




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