Sábado en la mañana, como siempre Diego se levantó temprano para hacer ejercicio, junto a Lizbeth, que practicaba yoga sobre su tape en el césped. Mientras Diego golpea con fuerza el saco de box, no era consciente de las increíbles posturas de Lizbeth. del como sus largas y tonificadas piernas se marcaban finamente en su lira negra o su cómo su trasero sobresalía al colocar su cuerpo de forma de uve invertida.
A sus ojos ella no existía, su concentración estaba precisamente en los golpes sobre el saco de box. El sonido de los golpes no le afectaba en nada a ella, estaba en su lugar especial. La paz espiritual. No parpadeo ni una sola vez al ver como Diego se desprendió de su camiseta deportiva mojada de sudor, no le tomo importancia a los fuerte brazos o su abdomen fuerte y marcado.
Eran ciegos. Los detenía el lazo familiar. De mirarse con deseo.
Ninguna de ellas. No se miraban de esa forma porque no sentían atracción por ellos. Diego se alejó dos pasos y se acercó dando una patada giratoria, que sacudió fuerte el saco de box.
—Buena patada —la señora Diana apareció en la puerta de la cocina en pijama cubierta por una bata.
—Gracias. —la observo un momento ante de detener el saco.
—Diego. ¿puedes traerme esas herramientas de jardinería? —señalo las herramientas reposando sobre una mesa.
Asintió tomando las herramientas y miro al jardín —va limpiar el jardín.
—Si. Ya es hora de darle una mano. La hierba ha crecido.
—Yo me puedo ocupar de eso. Solo debo usar la moto guadaña.
—¿Podrás? —pregunto con duda.
—Claro que sí. Solo debo llenar el tanque.
—Usa la gasolina que está en el auto —su padre apareció.
—Seguro. —asintió Diego.
—Ten cuidado —pidió la señora Diana.
Diego saco la moto guadaña verificando su buen estado, tomo el galón de gasolina del auto llenando el tanque de la guadaña y a encendió empezando por la parte más gran que era el jardín de al frente. Diego corto la hierba dejando lo bordes impecables. Dejando un solo monto de hierba cortada y continuo así al jardín frente la cocina. Donde Lizbeth ya se había marchado. E hizo lo mismo.
Junto lo cortado y lo deposito una funda para basura y fue a dejarlo en el contenedor de basura al volver su padre lo llamo a desayunar, pero antes de le dijo que se diera un baño.
—Quisiera ayudar en el jardín —su padre y la señora Diana lo miraron —quiero ayudar y… ya que estoy así. Me viene bien. Necesito un poco de trabajo.
—De acuerdo —dijo la señora Diana. —cariño será que me puedes traer tres sacos de, no… cinco sacos tierra negra. Ya sabes. Quiero hacer lo que te comenté ayer.
—De acuerdo.
—¿Qué van hacer? —pregunto Diego.
—Voy a plantar unas flores del lado de acá de la casa —señalo el espacio donde de tierra que los anteriores, usuarios de casa habían hecho, pero estaba algo seco —también pienso plantar unas plantitas de cilandro.
—Me gusta el cilandro fresco —dijo el capitán Ross.
—Mamá hay que comprar la despensa. Ya casi no hay compras en casa.
—¡Ay Dios mío! Cierto —dijo algo alarmada.
—Tranquila amor. Sabes, porque no ustedes dos se encargan del jardín —empezó hablando el capitán, mientras Lizbeth lo miro con los ojos iluminados deseando escuchar aquellas palabras —y Liz y yo vamos hacer las compras —ella exploto de felicidad por dentro.
—Me parece buena idea. Ya les entrego la lista de lo que van a comprar.
—Mamá eh visto las cosas que compras no es necesario —intervino Lizbeth.
Su madre la miro —de acuerdo. Lo dejo en tus manos hija. muy bien manos a la obra.
Terminaron de desayunar. Diego espero afuera con la misma ropa de entrenamiento en lo que salieron los tres. Su papá y Lizbeth vestidos para salir algo casual y la señora Diana tenia puesto su ropa de jardinería. Los que debían ir al super mercado salieron en el auto.
Diego se acercó —seguro de dejarles a cargo de las compras.
—Es mejor que vaya aprendiendo —respondió ella —bien empecemos nosotros —dijo animada. Miro el césped cortado perfectamente —vaya eres muy bueno —felicito.
—Gracias —contesto Diego.
—Bien vamos a limpiar los bordes. Con cuidado de no quitar las flores. Solo la maleza. Yo voy a hacer de surcar la tierra de ese espacio.
—Espere —la detuvo —yo me encargo de eso. No soy muy cuidadoso. Talvez termine por romper una, dos flores.
La señora Diana lo miro y rió —¿Rompiste algunas flores Diego?
La miro confundido. —no entiendo.
Volvió a reír —un consejo Diego —se inclinó frente a las flores y comenzó a sacar las malezas lo hacía de forma tan sutil no parecía que estuviera quitando esas hierbas. Dejando solo la flor limpia sin malezas —no lastimes a las personas que se acerquen a ti. Pueden ser las más importantes, que pueden llegar a tu vida. Esas personas no se buscan. La vida te las presenta. Cuídalas, protégelas y te harán florecer a ti también.
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Editado: 29.03.2025